Hace 30 minutos
sábado, 13 de junio de 2015
37 días.
¿Son pocos 37 días para llevar al mundo a la guerra, la ruina y el destrozo moral?
Por lo visto, no fueron suficientes, porque en otros cuatro telediarios nos metimos en otras guerras. 37 días muestra como la diplomacia falla una y otra vez. Si tenemos una idea de la diplomacia, no pensemos solo en seres trágicos como Moratinos y Margallo (con nuestros pecados llevamos nuestra penitencias). Pensemos en el ministro del ramo británico, Sir Edward Grey, pendiente del cricket y sin escuchar a las voces autorizadas (luego se quitó de las islas y del té, y se largó como embajador a Norteamérica). El señor Grey, como tantos otros, pensaba que no se iban a meter en la cebolla de la guerra, de la GRAN GUERRA. Pero si que se metieron en esa cebolla. Y en toda la cebolla mundial, no solo europea. ¿O no sabían dónde se metían? 37 días, en tres horas, muestra el rostro de los que metieron al mundo en la gran cebolla: políticos más preocupados por su reloj que por sus ciudadanos (¿nos suena esto de algo antes de noviembre?), aspirantes al trono que se meten en la boca del lobo un día sagrado para personas que los odian, bobos más preocupados por sus pantalones austriacos que por el biniestar común y militares con ganas de seguir inventando batallas con las que vender humo. Todo eso es 37 días, mostrando a un káiser Guillermo II loco y cínico (haciendo hincapié en ser nieto de la reina Victoria de Inglaterra), mostrando a un canciller von Bethmann Hollweg hecho veleta, mostrando a un Churchill pre-Galípoli, mostrando mierda sobre mierda. No nos engañemos, los mismos que nos meten en estas jodiendas son los que luego se retiran a cuerpo de rey. Y, con un par, nos muestran a David Lloyd George, antes de ser primer ministro, y con las pintas de un Peaky Blinder. Con un par. Como son estos ingleses. Muestra también 37 días la teatralidad austriaca, los cojones prusianos y la debilidad de la política, de la de antes y de la de ahora, del fracaso de telegramas y llamadas telefónicas, de reyes que nunca debieron serlo y de políticos que nunca debieron nacer. Y todo lo demás.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario