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lunes, 27 de julio de 2015
1992. Primera temporada
Vaya primera temporada que se han montado los amigos italianos con 1992. Aunque no llega a los niveles de Roma Criminal, tiene sus momentos, incluso diría yo que por encima de Gomorra (aunque Don Pietro es mucho don Pietro). Ambiciones y expectativas. Mafia y fiscalía. Familias decadentes. PSI, DC y Liga Norte. Guerras sin posible victoria. Drogas sin límite. El Sida en las transfusiones. La puta que presenta el Qué Apostamos. Las estrategias políticas. Las mierdas de las industrias. Y la publicidad y el invento de Viva Italia y la creación del fenómeno Berlusconi. El espectro de Zeeman. La avaricia del juego. Los millones de liras como si fueran escupitajos en mitad del Tirreno. El enchufismo. La paga vitalicia por la legislatura cumplida en el Parlamento. Los miedos por el asesinato. El tercer aborto. Las bondades de la Iglesia. El pasado comunista que sale a la palestra. Las hijas que aparecen y te cambian la vida. Las niñas que no son tan niñas. Las jodiendas que si son jodiendas. Los favores y las guerras pasadas. Y don Silvio, y las telenovelas, y el fenómeno de los yuppies trajeados de los 90. Todo es extrapolable en el sur de Europa. Y 1992 deja frases, verdades como templos milanistas de holandeses de rastas: "Inmunidad parlamentaria, el último signo de civilización". Y lapidarias: "No confío demasiado en la gente que no bebe". Y, para los que vamos a la Iglesia, otra de las buenas: "No te fíes nunca de los que se golpean el pecho en misa". Menudo cambio trajo don Silvio, vaya un pijo.
Coda: ¿Y quién no desearía ser el ministro de la alegría de vivir.
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