miércoles, 28 de diciembre de 2016

Bosch. Primera temporada

Desde el primer capítulo de la primera temporada de Bosch, te das cuenta de que el señor detective de marras está casado con su profesión. Vive por y por el trabajo. Obsesionado por su pasado y por las procelosas influencias que el pasado tiene en el presente. Un malas pulgas, que se lleva mal con los jefes, un tipo que no se para con jodiendas para conseguir lo que debe. Lo que debe. Y lo tiene claro, aunque siempre eso lo mete en demasiados problemas. Demasiados. A su actor protagonista, Titus Welliver, lo tenemos en la retina gracias a Sons of Anarchy, jugando a dos barajas. En Bosch lo vemos en un personaje sin límite, dispuesto a todo para sacar a la luz los infiernos de su infancia, el dolor por su madre, la angustia de sus compañeros, la inquina de los jefes, la necedad de los fiscales, los jardines a los que te lleva la política. Alcantarillas al poder, en todos los sentidos. Incluídas hijas que te llaman por tu nombre de pila. No es un ejercicio visual fácil de ver, pero de los que hay que ver. La vida en Los Angeles no es de color de rosa aunque tengas unas vistas maravillosas a la ciudad. Todo es una gran mentira en la primera temporada de Bosch. A su vera, el gran Jamie Hector que hemos visto en multitud de series, y, últimamente, en la primera temporada de Quarry. Y búsquedas en puntos suspensivos. Idas y vueltas. Venganzas. Padres con sed. Lo más sencillo es muchas veces lo más complejo. Difícil peso para tan pequeñas espaldas. ¿O era al revés? Veremos como se resuelve el entuerto en la segunda temporada. Y todo lo demás, también. Coda: Siempre hay que tener un himno para las niñas ausentes.