sábado, 1 de julio de 2017

El corazón de la niebla

Empezando El corazón de la niebla, escribe Miguel Sánchez-Ostiz de la necesidad de no dejar en el olvido hechos y asuntos más o menos pasados, más o menos presentes. Y empieza a hablar del personaje, de Juan Miguel Arróniz. Siete años pueden dar para mucho. O para muchísimo. Buscando en lugares insospechados, en zonas fronterizas, en valles como el de Humberri, en zonas como Eleta, te encuentras con sorpresas. Escribe, marcando la distancia y la prudencia MS-O que "es un equilibrio, el que la injusticia o el crimen alteran, que no se restablece jamás". Nunca. ¿Preguntarse por la verdad? Imposible, con y sin deportivas de tres rayas y abuelo alemán. Juezas que no pueden con la causa, porque la misma es difícil de encauzar. No tengo ni idea de asuntos judiciales y ese vocabulario a veces da miedo. Subraya MS-O ese "limbo de los archivos judiciales". Si el cielo no es un lugar físico, mejor no pensar en ese sitio repleto de archivos judiciales, olvidado de inocentes y culpables, a partes iguales. ¿Saber qué ocurrió en la casa del protagonista? Los que supieron algo, "callan o mienten". Como en política, en vida social, en la charla del dominó o en la espera de la fiesta del cordero. Conjeturar, allanar el camino, salir contra el viento en mitad de la tempestad. Hay que intentarlo, hay que buscar un plan hache en mitad de un diccionario desordenado y con páginas arrancadas. Escribe el autor, y con razón, "que del prójimo y de sus actos nunca llegamos a saberlo todo". Nunca. Apostillo recordando al hombre de la camisa verde, otro que murió en extrañas circunstancias y al que su única hermana despreció muerto y vivo: "Ni falta que hace". ¿Cuáles son los límites de la denuncia y de la falsa denuncia? La piedad y la falta de piedad, los muertos y los malos muertos. Me viene a la cabeza, leyendo estas últimas palabras de la introducción "A modo de prólogo" de El corazón de la niebla la tumba de ese mismo hombre con esa misma camisa verde: tumba sin nombre, sin fechas, sin nada. El problema de las etiquetas. En las botellas, quitarlas; en los muertos, ni Dios ayuda para que el personal siga lanzando mierda sobre los muertos. ¿Era el prota un filósofo desengañado? ¿No son todos los filósofos unos desengañados? ¿Por qué confundir correligionarios con amigos? ¿Por qué huir? ¿Por qué Madrid? ¿Por qué utilizar la ironía y el sarcasmo para huir de la mayoría aplastantemente aburrida? Hay una frase que allá por los noventas, tras baloncesto y birras varias, se utilizaba mucho: "Yo no tengo amigos; tengo gente con la que paso ratos". MS-O va un paso por delante, y lo ilustra con palabras más certeras: "Creía tener amigos y muchas veces no se daba cuenta de que trataba con fieras". Y no. Los cincuenta no son los nuevos veinte (ni falta que hace). En esa lucidez, taciturna o no (otra pregunta de miga de pan), se encuentran "los prejuicios hechos valores". Y la política y sus daños colaterales (habla el autor del GAL y los silencios que provocó), y de la corrupción y el fin y los medios y todo lo demás. Y como si de un matrimonio se tratara, el boli rojo subraya más palabras de El corazón de la niebla, "el insidioso susurro de las oportunidades perdidas". Y entrar en política es muy difícil, como bien sabe Don Importante. Se utilice o no la palabra casta, la política es en muchas ocasiones muy desagradecida. ¿Entrar con alegría en la política es posible? ¿Entrar en política única y exclusivamente con afán crítico? ¿Dónde está el término medio? No seríamos capaces, o tal vez, sí. Corrompernos gracias a la política. Nunca digas nunca jamás ni este cura no es mi padre. Puede que exista algún concejal de urbanismo limpio y sin corromper, pero no conozco a ninguno. De verdad. Viva España, viva "esa formidable pachanga". O parranda, depende de las hectáreas. Esa política, la de los primeros años de la penúltima década del siglo XX, fue de traca. Y las sobremesas, y sus charlas, y esas palabras que salen de cháchara y retratan al personal, al barrio, a la comarca, a la región y, si hace falta, al país entero. Adiós fronteras. Habla MS-O de Arróniz, don Juan Miguel, como si fuera un Jorge Albi, un tipo de esos que "rompe su desesperación con un salvaje cóctel". Todos tenemos reniegos. Unos más que otros, aunque con el panorama del reniego del pasado, cualquier cosa era posible. A veces no queremos recodar el modo de actuar de hace veinte años: pintas, actitudes, soberbia, jodiendas con vistas a El viejo y el mar. Lo define (a Arróniz) MS-O como un "abanderado de las ideas". Da envidia esa definición, aunque los asesores al final caen antes que los asesorados. Esa idea me hace recordar Mirando al suelo, pero no nos vayamos por las ramas del ficus de SDdM. Abundantes y copiosos de palabras son los tartufos de finales del XX. El tiempo de los hipócritas ha vuelto. Está aquí instalado desde hace mucho tiempo. Lo contrario ha ganado; las expresiones, han perdido. Recuerda con acierto el autor, como si viera muerto al hombre de la camisa verde, de que los suicidios se tildan de muertes en extrañas circunstancias. Le podemos dar cierto barniz para olvidar el asunto. Que no se sepa. Ponerle tierra encima. Plantar pimientos. Lo que se quiera. Pero sigue así. "La ley tiene muy poco que ver con la verdad". Cierto. Y la fascinación de las hemerotecas. Y esas rebabas, que lo ilustran todo. Absolutamente todo. Y llegar a la página 23 y descubrir lo que significa "meterse en honduras". Sí, en honduras. Del sarcasmo a la seria verdad. Y viceversa. Director general. Menudo rango. Y cuando los cargos oficiales, semioficiales, oficiosos y semejantes se acaban, no es plan de volver a la tiza. Los desertores de la tiza tienen malas agonías en el trabajo (que no quieren volver a hacer, por supuesto). El principio de Peter hecho cargo oficial, semioficial, oficioso o semejante. O como se diga. Y creer(se) Montaigne. Ni más ni menos, Ensayos para arriba, ensayos para abajo. Otro burdeos para todos, otro siglo XVI que pago yo. Artículos para leer, releer, coleccionar y olvidar. Como Manuel Alcántara y su Vuelta de Hoja, Arróniz tenía sus Despropósitos. Montaraces hábitos y trochas. Atajos para morir en la orilla. Buen sitio las librerías (como El Nautilus) para "deshacer amistades". Suena bien. Y sí, comprobado, las manías unen. Siempre. Los filósofos, eso tipos que no tienen claro los límites entre derecho y justicia, arronizados todos. Y preguntas que hoy estarían en la calle, en el telediario de todos los días, en la columna que dejamos a mitad de leer: "¿Tú crees que a la gente le gusta que le mande gente ejemplar?". Leer, leer, leer. Comentar, comentar, comentar. Volver a analizar los libros. Caer en la tentación de un análisis profundo de Molestias del trato humano de Juan Chrisóstomo de Olóriz. Vueltas que da la vida. Resacas que da la vida, de distinta índole. Complejos de culpa que sumar a la operación matemática de todos los días, de toda la vida. La lectura de El corazón de la niebla hace reflexionar sobre las diferentes aristas de la soledad. Renunciar a los demás. Hay que tener valor para llevarlo a cabo. Renunciar. Volver a la cara. Encierro sin siete ni julio ni pañuelo ni sangre en el cuello. Ruptura con todo. O con casi todo, en plan Tengo una pistola. Tal que así. El espíritu indomable del aislamiento, olvidando latitud y longitud, escondiendo la geografía precisa en ala ahuecada. O como se diga. ¿Es posible la misantropía en un conversador nato? ¿Seguro? Escribe MS-O que "vivir al margen, dedicarse a vivir a otro ritmo, es privilegio de unos pocos". Envejecer al margen de todo, envejecer sintiendo la soledad (bien)entendida, envejecer suponiendo que ese aislamiento es necesario, envejecer rodeado de filosofía y libros varios. ¿Somos capaces de situarnos en una posición intermedia entre la víctima y el verdugo? ¿Se pueden ver los toros desde la barrera? Somos michirones en un plato reutilizado en un bar lleno de mugre, serpientes que rezuman soledad pero que en perspectiva queremos estar acompañados en el final de nuestros días. Travesías de herejes en un mundo de reformas, luteranizando altares de veneración. "Vivir ni envidioso ni envidiado" escribe MS-O. Suena raro, suena difícil, suena en do menor cuando necesitamos silencio. "Ni envidioso ni envidiado". Suena raro pero dulce, como el Get Together de los Everlasters. Años de fiesta continua que acaban en soledad. De la ciudad al campo, y tiro porque me toca, y si tiro la bala puede resbalar y dar(me). Escribe MS-O de "meterse en la boca del lobo". Ilusiones en mitad de la barbarie. Enfatiza, ahora que vemos otra vez atentados en los informativos todos los días, en frases que hacen pensar en voz alta, baja, en silencio: "Solo aspiro que que el nacionalismo no sea obligatorio". Barbaries subvencionadas desde el poder. Luchas que hacen daño. Tableros de ajedrez en los que la única manera de ganar es no jugar. Hay personas que no entienden los temas de conversación. Subraya en este sentido el autor que "la estupidez, ésa, ésa si que no tiene patria, pero muchos patriotas". Escoger los viajes, los lugares, los sitios, los estancias. Ese woodyallenismo de las manías. Subraya MS-O: "Una forma de ser nadie es ir a dónde somos extranjeros y de esa forma ser uno mismo de una manera libre y genuina". Y lo que puede salir mal, sale mal habitualmente. Casi siempre. Y en esa "boca del lobo", la misma Pantanosa que podemos encontrar en muchos lugares de nuestros países, se metió el protagonista. Y justo ahí se empieza a hablar de ETA en el libro y de las personas que marcharon a otros lugares siendo amenazados (la anécdota de los zapatos en el frigo para hacer saber que la vigilancia y la persecución era un hecho es bestial). ¿Hablando se entiende la gente? Doctores tiene la Iglesia, pero la Iglesia en ciertos lugares ha colaborado interesadamente con terroristas y asesinos. Y parece que de eso no se puede hablar. O sí. Y a algunos se les hizo tarde, y se quedaron en el camino, o cuando iban a comprar la prensa, o jugando al dominó, o tomando unos vinos en el bar. Escribe MS-O la palabra barbarie, y enfatiza ese "salto atrás". Y recuerdos, muchos recuerdos, como el de la Partida de Barandalla. Vaya recuerdos. ¿Nos podemos aislar definitivamente en una casa? ¿Y en una tierra? ¿Van de la mano o son indiferentes? De Montaigne a Sabunde y tiro porque me toca. Y los jardines de las palabras dadas, de los hechos consumados, del sí pero no y el parchís y la oca y demás. "Ser de palabra es casi una seña de identidad y al final un mito. Un asunto en el que no cree nadie. Hay que tener testigos. La palabra sola, sin testigos, no se sostiene. Eso lo saben sobre todo los que la empeñan y los que creen, como los aldeanos, que su palabra vale más que la de los demás, ya sean de ciudad o de fuera". Casi nada. Incide MS-O en "la servidumbre de la vida de la tribu". Y al final te encuentras. Te encuentras. Siempre sales perdiendo cuando te encuentras. Del entusiasmo a la decepción, del servilismo a la soledad. Alude el autor a "las molestias del trato humano". Pero no podemos, o sabemos, estar solos. Es muy difícil estar solo y más difícil todavía saber decir que no. Y aparece Jasone como ejemplo de mil cosas, ejemplo de Fracción del Ejercito Rojo y todo lo demás. Y buscar donde no hay: idioma, banderas, "tradiciones inventadas para rellenar un calendario festivo de afirmación nacional y vasquista". Lo que hiciera falta para ser un buen vasco. La integración y esas milongas. Y los locos entran en escena, y cambian el panorama. Y el viento sur y los suicidios en otoño, casi siempre en otoño. Y en mitad de ese jardín físico e ideológico, en mitad de esa inercia anfetamínica, aparecen las nubes que con sus pequeñas gotas los nublan todo. Así habla del asunto MS-O: "Peligrosos asunto la niebla: desdibuja los perfiles, nos oculta las cosas, lo que está lejos nos lo acerca y al revés, nos aleja y oculta lo que tenemos al alcance de la vista, nos hace ver cosas que no existen, embriaga incluso, incita a la melancolía". Apostilla, pocas lineas después el autor: "Tener o o no tener niebla en la cabeza, ésa, dicen los que saben de la aventura, es la cuestión". Y une insomnio con niebla, soledades torturadas durante noches sin dormir: "Mal asunto el insomnio: muchas ideas y ninguna buena. Tener o dejar de tener niebla en la cabeza, ésa es la cuestión". Y en esa frontera, todo es posible. Según esta historia, "la frontera es un país en el que desaparecer es más fácil de lo que parece". Y en esa contextualización salen los días de los más bajos instintos, de "la barbarie sin ideología precisa". Folclore y nacionalismo, unión de aspectos cuyas fronteras son difusas. Otra vez, fronteras; otra vez, lío. Y en mitad de ese infierno aparece, otra vez, la pasión por los libros. Cuando hay pánico, cuando hay confusión, un libro, muchos libros, te salvan. No fallan. Y las historias cruzadas del temor, del miedo, de sentir que algo puede pasar. Historias de puticlub. Historias de las de toda la vida, con alcohol a mansalva y jodiendas con vistas al valle. Y el sábado de carnaval, puede pasar cualquier cosa, no hace falta estar en NOLA con vendavales a la vista ni con Katrinas que barren a todos. Y con una copa de Mirabelle en la mano todo es más fácil de contar. Y lo de pensar, y, además por cuenta propia, te mete en líos escabrosos, en jardines de mucha broza y en el que pisas moras que luego te delatan. ¿Coches blancos en la niebla? Con razón, con mucha razón, se afirma en El corazón de la niebla que "vivir a tu aire es privilegio de ricos o de Robinsones o de gente que se pone del otro lado". Y confirma después MS-O: "Ser Robinson tiene otras servidumbres, poco amables". A lo mejor, o peor, me hago mayor, pero llevaba tiempo sin leer lo de "manchurrianos". Me da envidia que alguien escriba eso de "saber de entrañas". Mucha envida. Saber de todo y a todas las horas, sin depender de la dirección del viento ni de las jodiendas de la veleta. Y luego aparece ese "pasado de afición al rebaño". Las lecciones. Que no nos den lecciones, que somos mayores y tenemos la cama muy vacía. Y los pistoleros, y sus fechorías, y todo lo demás. Los potajes patrióticos solo llevan a charcos con infecciones, con jodiendas en hospitales para terminales. O carnes partidas. Y la diferencia entre ebriedad y sobriedad, entre pasajes leídos y escuchados, y entre historias al son de himnos generacionales antes y después del 83. Y recuerdos de Montejurra 76 y todo lo demás. Y escuchar a Second y todo lo demás. O como se diga. Y me recuerda El corazón de la niebla, mis años de dar clase en Bachillerato. Mis años de hablar de GAL y ETA, de Montejurra y de lugares comunes de los Grupos de Acción Católica y de la AET, y todas esas mierdas que no sabes si es mejor explicarlas o olvidarlas. Que esa es otra. Olvidar, pasar página, hablar en clase. Jardines en los que no sabes si pisar. Escribe, y con razón el autor, que "nunca fueron buenos tiempos para andar por libre". Distancia y observación, que decía el profesor del instituto. ¿Quién da esas "cátedras de dignidad o indignidad"? Pues no hace falta saberlo, digo yo. O tal vez, esté en otro error. No lo sé. ¿Y Arróniz creía en ese estoico negocio de vender la patria? Buena pregunta. Canta la Demencia, antes y después de no descender administrativamente tres años, que un patriota es un idiota. Difiero. Mucho. Hay momentos para todo. Incluso para el patriotismo. Y el Mossad navarro, del que algún día hable con el señor Iturbe Abasolo (y no me contestó). Y luego la mierda del nueve milímetros parabellum metido en el sobre el acolchado. Eso es para abandonar el planeta. O el universo. También me habló JIA de los zapatos en el congelador, de las bolsas de basura en el congelador. Ese "imperdonable pecado de decir lo que pensaba". Joder. ¿Traición? En las clases, cuando daba clases, en el Pleistoceno, recordaba la frase de JFK:"La traición no prospera porque si no ya nadie la llama traición". Da igual. Hay que tener estómago y resucitar. Ese "romanticismos de la vieja idea" y su vigencia. "Términos medios y matices". Y luego esas frases que apuntamos, que nos hacen pensar, de las que no sabemos si somos carne de rutina como cantan Viva Suecia. Esas frases. "Y no tener más certeza ni más bandera, que la tierra y la lengua". Esos espíritus que nos llevan a la perdición, esos espíritus que "encuentran un motivo de burla en la pobreza". O como se diga. Y sí, en eso estoy de acuerdo con Josu y sus secuaces: "Las anotaciones marginales de los los libros parroquiales hablan claro". En esa misma fronda oscura de la que escribe MS-O que es un lugar común de los que juntamos letras nos metemos en jodiendas. Faltan comas en la frase anterior, pero no es plan de ponerlas. La frontera siempre presente. Siempre. ¿De verdad podemos entrar todos en un mismo país? ¿Quién convence a quién? Himnos. Lo dice Jota, "las palabras solo pueden hacer daño". Frases que duelen y todo lo demás. ¿El castellano motivo de encono? También está el tema de los robos de libros. Gran tema. Universal. Antes o después, todos caemos en esa tentación. Y esas frases que retratan, espejos de tantas cosas: "Libros, escritores, qué asco, piensa la mayoría, que se jodan, por no asegurarse, como le dijo el folklorista profesional". Sí. Y esas juezas, esas juezas con olores varias que dicen que "los guardias no están para impedir que los perros ladren por la noche". Con un par. Y también deja el libro buenas reflexiones sobre el egocentrismo, sobre ese momento en el que el ombligo es todo. O casi todo. Con letras propias o ajenas. Escribe MS-O que " tendemos a pensar que son las nuestras las únicas depresiones que son importantes". Y luego, grandes preguntas. ¿Cuándo saber si eres "el mejor amigo de"? Difícil. Muy difícil, sobre todos cuando las células dicen basta y te llaman por teléfono. Y luego, con la muerte a espuertas, las preguntas sobre la amistad. ¿Dónde está el rasero de la amistad? ¿Dónde ese rasero que pone el límite entre la gente con la que pasamos ratos y a los que las viudas consideran amigos? Muy jodido establecer ese supuesto límite, ecuatorial, línea meridional o tropical imaginaria, de la amistad. Vaya asunto este de la amistad. Muy, muy, muy peliagudo. Y, estas tesituras, MS-O, acierta: "A cierta edad empiezas a apreciar la soledad, la libertad a ella asociada, necesitas agarrarte a algo material, sólido..." Y todo lo demás. ¿Qué nos une aparte de la bibliofilia, la literatura (y estas dos últimas décadas la seriofilia)? Y luego "Cito volat et occidit". Y tipos que van con tres guardaespaldas a un cementerio. Y el médico hablando del "desastre de los desastres". Y las autopsias, y el alcohol, y los ansiolíticos, y los falsos peritos para falsos incendios, y los falsos testigos, y los bufones mordaces, los peores de todos. La niebla en todo su espesor en la muerte de Arróniz. Verdades pálidas. Los límites de la pertenencia a la tribu y esas fronteras tan peligrosas. Conjeturar. Casualidades que no existen. Juezas que hablan de literatura. Y todo lo demás, también. Extrañas circunstancias. Subraya MS-O las cualidades de ciertos personajes como son "los profesionales de las cortinas de humo". Y en mitad de esa niebla, siempre encontramos a alguien a quien odiar, al que tildar de algo. Incide el autor en esa idea: "Casi todos necesitamos un enemigo para ser algo, una burla que nos afirme". Conozco bastantes curas, he comido con más de uno, he estado en entierros de curas y de familiares de curas, y siempre encuentras sorpresas en ellos. En este caso, el amigo de Arróniz, cura que también era, entre otras cosas, arqueólogo. Ayer, en el velatorio del profesor Eiroa, vi a tipos curtidos por el arqueólogo sol llorar como niñas. Es lo que tienen, que a los que dan buenos sermones se les coge cariño y afecto, como a Don José Manuel o como al profesor Eiroa. Es lo que hay. El cura y la garantía de la vasquidad. Cura de "racismo instintivo". Y aldeanos ilustrados y petulantes que cuentan su versión del cuento. Será por versiones, como en la canción de Lagartija Nick. Aluches hay muchos, cada uno en su latitud correspondiente. En este caso, este Aluche, "vasquista antisemita", es otra muestra de juntar ideas nazis y ombliguismo. Esa definición de "Maquiavelo de barbecho" es aplicable a políticos de distinta calaña y similar negación. Y recordando a Sergio Algora toca pasar, "pasarás la página y verás, que estás preso otra vez, en el más triste final, el más triste final, el más triste final del cuento". Es lo que encuentras en los cuentos. Y médicos y padres de médicos que certifican muertes. Y que certifican, con sus actos y sus palabras una forma de vivir: "La barbarie, la crueldad, el dolor, formaban parte consustancial del mundo, sólo cabía protegerse pasajeramente, y no siempre". ¿A ciertas alturas de la película podemos creer? ¿Suerte o casualidad? Y puede ser que como indica el autor "que la verdad resulta molesta casi siempre". Pues habrá que mentir e inventar, reinventar y volver a mentir. O como diablos se diga. Y la versión del cuento, según Paquito Añoa, otra más. Y entre todas, una ley que sale victoriosa, la ley del silencio. Y al final de la película, el perdón sale al encuentro. ¿Es posible utilizar la palabra perdón? Escribe MS-O que "el perdón es un mito, es una conveniencia social y nada más, una máscara de respetabilidad en todo caso". Para mí es difícil perdonar, es entrar en un infierno personal donde no sé situar justamente la balanza de la indulgencia. Termina MS-O asegurando que "escribir de las cosas que nos perturban es una manera de desembarazarnos de ellas". Desordenado orden el de las palabras perturbadoras. Bendito desorden el de los libros y las bibliotecas, el de los himnos y las canciones. Y todo lo demás, también. Es prácticamente imposible, utópico, pero pinta bien ese alegato final de MS-O, una forma de vida, símbolo de autoestima individual, presión neuronal y deseo confesable: "El encerrarse en una biblioteca, vivir en ella, pensar desde allí el mundo y desaparecer en las páginas leídas, no ser alcanzado en ellas por nada ni por nadie. A veces poco más se puede pedir. A los audaces dicen que les ayuda la fortuna". Mágica maniobra de evasión la de ese encierro sin Fermines. Y punto.

1 comentario:

Eme (Nada que ver con eme dj)) dijo...

Puedes escribir un libro. Yo creo que la soledad es a veces necesaria, pero mucha soledad tampoco creo que sea buena.