sábado, 29 de julio de 2017

Queen of the South. Segunda temporada.

Vuelve Teresa Mendoza, y volvemos a pegar saltos entre Juárez y Dallas, vía Galveston, con la DEA pisando los talones, con Don Epifanio gobernando Sinaloa y todo lo que se mueve allí. La huida de Camila Vargas, Teresa ascendiendo, polis malos haciendo de polis malo y disparos en las carreteras. Queen of the South sigue con su nivel de intensidad en esta segunda temporada, con detalles y recuerdos, con lujos y basuras varias. Y el Rey Jorge jugando a ser Rey. Y la mierda de los militares jodiendo la marrana. ¿Corbatas rojas o a rayas? Ningún matrimonio es pacífico. Nunca. Dejemos las mierdas para la poesía barata y para los que dudan entre el color de las corbatas. ¿Divorcio o guerra? ¿Resurgir de las cenizas más allá de los cincuenta? Y cumpleaños y bodas y fiestas que guardar y viajes a La Paz. Y, si hace falta, chamanizarse para encontrar lo que uno quiere y desea. Y narcorridos que cuentan el ascenso varguista al poder y que hacen ver a la niña el padre que lo engendró, que hacen ver a la narcoprincesa lo narcoprincesita que es. Y la botellita de tequila de dos mil dólares, y la mafia coreana y los pagos al Santo. Hermosos pájaros, hermosos drones. Locura. Saltos. Dallas. Chicago. Escaleras en la timba. Huidas sin vuelta atrás. Y todo lo demás, también. Viva Bolivia. Y Abel y Caín, y con el Turn, Turn, Turn del Eclesiastés celebrando el asesinato del hermano. Y dolores en el pecho que te hacen repensar la vida y la muerte y las jodiendas con vistas a la cardiopatía. Pero Teresita asciende a los infiernos del poder, a las cloacas del ordeno y mando y todo cambia para ella aunque siempre tiene una máscara esperando, un agente de la DEA esperando, un canalla pagado por otros mejicanos esperando. Siempre. En su huida particular, deja cadáveres, justos e injustos, viudas con ganas de jarana y generales con la cara marcada, locos que ajusticiar y reyes de adoración peculiar. Y todo lo demás, como su fiel escudero, su Sancho con patillas, también.

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