sábado, 24 de febrero de 2018

Mira lo que has hecho. Primera temporada.

No sé si es buena idea empezar una serie en un paritorio y un tipo haciendo el imbécil con un móvil con funda roja. Siguiendo con el rojo, seguimos con un salón con una familia, con esa plancha roja, con la cervecita del abuelo, con el termostato a 24 grados y un tipo con un barreño de ropa. Demasiados tópicos en los tres primeros minutos de la serie. Y ese baño, sin cortina. Y esos caretos. Los jubilados, los futuros jubilados, la lentitud del tiempo, la que va de alternativa, la bufanda y el calor. Y ese partidito y otra vez el pañuelo rojo del suegro en la chaqueta, con su corbata roja. ¿La menta/poleo es la farlopa de las infusiones? Quizás lo mejor de la serie, los silencios. ¿Existe el pediatra perfecto? ¿Gafas empañadas? Leche materna y niños haciendo el gilipollas. ¿No hay leche normal? ¿No? Mira lo que has hecho muestra lo peor y lo menos bueno. ¿Somos más de Maria Teresa o de Terelu? ¿Por qué esa pulcritud de la cocina? Y sí, las peores pesadillas son las que nosotros mismos protagonizamos. Y sí, Berto. Los curas se jubilan, pero siguen trabajando. ¿Existe el cáncer de wifi? ¿Diferencia entre médico y anestesista? Chirría un poco la crítica a youtubers y redes sociales, a lo viral y a lo zafio y gratuito. Pero quizás se recrea demasiado en ello. Y si: el Infierno es una cosa muy personal como para discutirla ante moribundos. Y viva la chistorra. Y viva Pulp. Y todo lo demás, también. Coda: ¿Ese momento final es solo un guiño a Nick Hornby?