Hace 16 minutos
miércoles, 26 de diciembre de 2018
Collateral. Primera temporada.
La cantidad de jardines que pisa en su primer episodio Collateral lleva un poco a confusión: repartidor de pizzas asiático asesinado en el sur de Londres, libanesa que hace el pedido, inmigración ilegal, políticos laboristas, mujer sacerdote lesbiana, policía embarazada, jefes corruptos, personas que hacen preguntas, buenrrollismo ilustrado, porteros de discoteca que dan palizas, encargadas de tiendas que cuidan madres, capitanas del ejército con pelo suelto y recogido, pañuelos en la cabeza y veinte cosas más. Un puzzle de demasiadas piezas. O pizzas. De demasiadas pizzas que van al suelo directamente. Viva el Líbano, viva la Iglesia, viva la Policía británica, viva el Laborismo. Bueno, el Laborismo británico no. Mejor no. ¿Qué fue de Tony Blair y aquellas veladas a las que iban los hermanos más gamberros de Manchester y del City? Hablar, que no confesar. Collateral es también un ejercicio de frustración, un ejercicio de robo de tiempo pero bajo un buen barniz. ¿Qué imagen tenemos de Dios? ¿O es Diosa? ¿La Iglesia Católica tiene mejor concepto de culpa que la Iglesia Anglicana? Ya no vale lo de la política británica es el comercio británico. Digo yo, que el Brexit cambiará algo. Los sirios muertos son un problema en Occidente, tanto o más como las violaciones de los sirios en Europa a europeas. Y el Cuarto Poder, arreglándolo todo. Y no se duerme si no se tiene que dormir. Viva el trabajo de noche, aunque trabajar de más sea una estupidez. Y meten en la coctelera hasta el acoso sexual en el trabajo. Demasiada pizza, lo dicho. Guerras lejanas que nos traemos a casa. Amigos hechos pedazos. Sangre en las retinas. Mierda de guerras que nos llevan a hacer asuntos que no queremos hacer. O meternos en jardines. O en los ingredientes de las pizzas. ¿Seguir con tu vida no es traicionar a tus muertos? No sé olvidar. Todos son sospechosos de algo. Somos capítulos aislados, dice una de las protagonistas, en la serie de otras personas. Capítulos aislados. Sueltos. Excepciones. ¿Qué haremos los próximos trescientos años? Collateral se pregunta si los muros son necesarios, si son los cambios necesarios. El laborismo es otra gran mentira dentro de la gran mentira británica. ¿Es negociable llorar por los inmigrantes iraquíes y sirios y no llorar por los compatriotas de nuestro edificio que no llegan al veinte de cada mes y pasan más hambre que un etíope en plena sequía? ¿Es Inglaterra ruin y pequeña? ¿Es Inglaterra ambigua? ¿Es peor un centro de internamiento de inmigrantes que una cárcel porque en la segunda si sabes cuando sales y en el primero no sabes cuando te deportan? ¿Tenemos al mismo diablo como compañero de trabajo? ¿Deseamos matar al jefe? ¿Por qué la chusma con quejas va trajeada? ¿Por qué tenemos que negociar con idiotas? ¿Por qué ciertas personas nos toman por idiotas? ¿Qué hacer si la guerra se te mete en la sangre? ¿Qué hacer si el sistema nos derrota? ¿Qué hacer con un cansancio que nos gana? ¿Qué hacer para conseguir el honor? ¿Qué hacer? ¿Qué? Pero todo lo bueno se acaba, antes o después. Siempre.
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2 comentarios:
Se puede comprar tiempo?
Estaría bien pararlo de vez en cuando
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