lunes, 5 de agosto de 2019

Euphoria. Primera temporada.

La primera temporada de Euphoria te hace mantener la atención en cada uno de los diálogos, en cada uno de los saltos en el tiempo, en cada una de las relaciones, en cada una de las humillaciones. Porque Euphoria es venganza y humillación, propia y ajena, en mitad del instituto y en mitad de la piscina, en una habitación con malas compañías y en una relación tóxica por Internet. También reflexiona Euphoria sobre los silencios y lo que no dijimos, sobre lo que hicimos con alguien bajo la influencia de Internet y bajo la influencia de los malos hábitos. Y todo eso en una atmósfera cerrada (no únicamente del IES), en un lugar donde todos se conocen, y todos se odian y todos tienen algo que esconder. O muchos CD's que esconder, o muchos secretos que guardar. Euphoria es traición, es escapar para volver al Infierno. Una y otra vez. Y un cuarto capítulo sin frenos, derechito al infierno que más de uno piensa que no se merece. O debería merecer. De feria en feria y tiro porque me toca. O nos toca. Y en sa marcha hacia el caos, toca Apocalipsis, tocan marcas en el cuello, tocan madres tocapelotas, toca Rosalía de fondo en el quinto capítulo mientras hay juego de dedos, toca CocoRosie después de un abrazo amigable. ¿De verdad era deprimente la última temporada de Mad Men? Qué mayores somos, pijo. Y sí, la primera temporada de Euphoria nos lleva a reflexionar, una y otra vez, sobre la depresión. ¿Qué nos lleva a la depresión? ¿Qué hacemos para salir de ella? Y también es venganza, es dolor, son marcas en la cara, y en el cuello y en el alma. Y todo lo demás, también.

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