domingo, 4 de agosto de 2019

Derry Girls. Segunda temporada.

No todo va a ser Guerra y paz. No. Dejemos de un lado a los viejos barbudos del XIX, que ahora todos somos expertos chernobylísticos. Nada. Todos sabemos de reactores nucleares sin ver Good Omens. Pero no pasa nada. No. Si en Navidad me tragué la primera temporada de Derry Girls, ahora (en plan Nikis/Intronautas/Vegetales/Odioelverano) toca la segunda. Dejando de lado a Tolstoi (¿alguien lo ha leído? ¿de verdad?), nada como empezar escuchando al tiparraco de Gerry Adams doblado con voz rara por jodiendas con vistas a Derry. Empieza la cantinela de las locas con jodiendas de campamentos entre católicos y protestantes y distintas pajas mentales. La familia, tan loca como siempre. Tarados perdidos. Protestantes y pantalones impermeables para empezar, música de Enya y camisetas sobre barricadas. ¿Podríamos vivir sin Primal Scream? ¿Podríamos vivir sin el debate sobre Primal Scream si son más rockeros o no? ¿Volverían a hablar de ello en un FIB en directo Chema Rey y Tomás Fernando Flores? ¿Por qué ya no se habla de Tomás Fernando Flores como director de RTVE? Habría que preguntarle a Podemos, pero volvamos a Derry Girls. ¿No hay lesbianas protestantes? Y volviendo a Chema Rey, suena de fondo la adolescencia terminal y los arándanos y todo lo demás. Vivan los Sospechos Habituales. Que no falten. Y las profes sustitutas. Y es bueno preguntarse, a mitad de todo, quien cojones es Keyser Söze. Con un par. Vivan los niños con las cabezas del revés, los narradores que engañan, los tullidos que se llevan el premio gordo. Carpe imbécil, vive la vida que mañana, como hoy, todo será mentira. Todo mentira, como los conciertos de Take That. La maldición camino de Belfast, camino del otro barrio, camino de las monas con sorpresa. Todo es sátira y función, como las temporales treguas del IRA. Y la visita de Clinton, y las medias verdades institucionalizadas. Y todo lo demás, también.

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