lunes, 16 de septiembre de 2019

En el corredor de la muerte

Empieza En el corredor de la muerte con Clinton... y algo que empieza con Clinton no puede terminar bien. Nunca. Va poniéndonos en situación respecto a Pablo Ibar, su familia, sus amistades, sus pistolas, su deporte, sus trabajos, sus amoríos y todo lo demás. Podría también llamarse la serie Malas compañías. Las jodidas Malas compañías. Estar en el momento más chungo que en el peor sitio y con la música equivocada. Y el bigote. Con ese bigote solo puedes acabar en un jodido sitio, hubiera escrito Tarantino. Otro día hablaré por aquí de la inquina que todo Cristo le tiene ahora a Tarantino por su pasado profesional con HW. Lo dicho: Malas compañías. Y a resultas (grandes tres palabras, todo es mentira. Siempre. El segundo capítulo empieza con George Walker Bush (siempre ponemos la W y nunca nos preguntamos su segundo nombre), ese monigote en manos de DC (EVDP). Y entonces aparece la sombra, las horizontales paralelas, el abogado impresentable, la madre moribunda, la amiga con buenas intenciones, el fiscal con ganas de sangre tras la ojota de turno y mil asuntos más. Y la siguiente pildorita empieza con Barack Obama (siempre hay que decir Barack, como bien nos enseñó RA) y Biden, sin rayas paralelas sino con naranja butanero. Y la vuelta del Padre a la tierra de las vacas buscando perras, y su parentesco con Urtain y la tele vasca y conjeturas varias. Y las esperas, las cuchillas, los cristales y la desesperación hecha vida cotidiana antes y después de firmar un papel. Años y años y más años. Y luego, un hilo de esperanza, que se desvanece y se abre a partes iguales. Y Trump y el muro y el cambio de abogado que lo modifica todo. Y cuando todo parece blanco, se vuelve negro, y naranja, y rayas verticales, y a la cuarta pensando que será la vencida. Pero no. Quizás, definitivamente quizás, sea todo mentira.

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