martes, 25 de abril de 2023

Bronca. Primera temporada.

Empieza Bronca con una persecución, con un saludito con el corazón elevado, con una devolución que acaba por el suelo, con florecitas preciosas destrozadas por el neumático de un vehículo. O de varios vehículos, de las ruedas de toda la vida. “Los pájaros no gritan, ellos gritan su dolor”, o eso indica el titulo inicial sobreimpresionado sobre el desguace de la matanza, o la matanza del desguace porque este asunto va de vísceras. De muchas vísceras. Todo mentira en esta vida. Un pipí sobre el suelo de roble. El pipí y los daños colaterales. La venganza. “He trabajado mucho para tener estas mierdas”. “Pedazo de mierda”. Nada como excitarse con un arma. “A veces, tocar fondo sirve de trampolín”. Hexágonos multiplicados por dos. Y las redes sociales, y las mentiras de creerse importante: “Soy un puto animal, a mí no me jode nadie”. Últimos avisos antes de los siguientes avisos. Todo mentira. Pero al final todo viene por la venganza, o por el dinero, o por mezclar dinero y venganza, suegra y desesperación, escoria que ríe gracias y manda fotos que ni en el Canal de la Mancha en pleno Brexit. ¿O ya no hablamos del Brexit? Dice Alberto Olmos que Bronca nos recuerda a Un día de furia. Pero es una furia (moda contemporánea, o postpandémica que habrá pensado en su tumba sin nombre el hombre de la camisa verde) que se extiende más de lo que debería con fuego, con ventas, con escaleras abajo, con mezcla de ausencia y de pretensiones que acaban en un sobre en la bolsa de la basura. Escuchando Popera de Perro recuerdo aquello de que “Nunca creí que iba a pasar pero esto ha pasado; no lo podía adivinar, cambié de lado”. Pero aquí enseñan un poquito más que el ombligo y tienen, como Mediapunta con su Pizza de Queso, “no tengo la fe y tengo la D de la derrota en mi piel”. Y en esa derrota, está la relación padres e hijos, y la soledad que nunca se supera por muchas sillas caras que tengamos, o por muchos bitcoins que acumulemos. Hay que venderse, y hacerlo mejor. Pero todo se tuerce, siempre hay una puerta que no vale para encerrarse, siempre hay un disturbio antes de ese Today que SP cantaba pensando que cualquier día se puede volver negro. Hay vida más allá de aquel Michael Douglas, pero en el túnel nuestro de cada día, lo peor está por llegar. Y llega. Coda: Habrá que preguntarse por qué narices decimos neumáticos en vez de ruedas.

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