sábado, 8 de abril de 2023

Grace. Tercera temporada.

Fiestas que no siempre acaban en fiesta, cámaras que buscar, un 2012 sin solución, amigos que se te meten en casa porque besan personajes ajenos a sus esposas. Grace es revisión, como en las temporadas anteriores; Grace es declaración, y trabajo de oficina; Grace es la búsqueda de un merodeador, de una furgoneta blanca, de desesperanza en una década y pico que nunca acaba: “A veces las pruebas se traspapelan”. También reflexiona sobre el desprecio a las víctimas del pasado, a una falta de trato cuando lo que hace falta es buen trato e intentar mitigar el dolor. Látex y música hermosa, clásicos para un dolor que usa la sutilidad. O no. Todo es mentira hasta en los peores detalles. Gatos y garajes, escapadas y trajes rosas, tinte en un pelo que nunca destiñe porque el martillo es más fuerte que el dolor. Cambios, evolución, planificación, confianza. El mal lo tiene todo. Necrófagos sin rostro. Negro sobre negro. “Todos cometemos errores cuando estamos aprendiendo”. Accidentes y huidas de decisión. Anillos y preguntas, doce palabras que no suman más que silencios de rencor. Hijos y ausencia de hijos, y relojes, y Córcega en un oído, y el ojo por ojo, y las enseñanzas de la cárcel, y la pasión por el hermano, y los talleres y los espejos y lo que pudo ser y no fue. Y lo mejor estaba en el final, con esa disyuntiva de encontrar lo que no se quiere enterar, de sacar del fuego las peores cenizas, de esconder dentaduras entre cerdos, de buscar tejidos imposibles en trajes aún más imposibles. Sin grandes arabescos, Grace continúa creciendo y nos deja interrogantes a los que habrá que darle respuestas.

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