domingo, 4 de febrero de 2024

Lawmen: Bass Reeves. Primera temporada.

En la ficción, ahora que toca inmediatez y desgarro, ahora que toca lo rápido, está bien (por probar, por cambiar, por hacer un piscinazo a lo Jordan Poole), de vez en cuando, disfrutar con la dieselización de la ficción, del relato, de la historia. En su primera temporada, Lawmen: Bass Reeves nos muestra a un tipo negro, que lleva las riendas con su mano izquierda en su caballo blanco cuando todavía tiene frescas en su espalda las señales de los latigazos. Y lleva la estrella en su pecho, o se hace con ella, o se la meten con calzador porque hay tipos que necesitan calzador para muchas cosas. Bass Reeves es un tipo atormentado porque la tormenta, entre versículos bíblicos, vive en él. Bass Reeves es un personaje del Antiguo Testamento, que lo mismo te suelta un arrebato (“la muerte es la única luz en esta oscuridad”), o se toma la justicia con su rifle o es un creador todopoderoso de un equipo numerosísimo con su prole que va creando en cada visita a casa (suma y sigue, como si de una buena estadística de baloncesto se tratara). Pero en ese universo de texto celestial, aprendemos que “ningún rey construyó su reino solo” (faltaría más, pijo); aprendes que en este confesionario continuo que es la vida, solo falta la puntilla porque “aún luchas con la religión que te adoctrina para mantenerte débil”; aprendes que “el cielo está lleno de asesinos”; y aprendes que “hasta que Dios diga lo contrario, yo soy la única ley aquí”. Con esa estética de que va a ocurrir lo peor en cualquier momento, nos queda claro en todo momento que “los panfletos y las metáforas no aran campos”. En la vida nos toca aprender, y aprender, y volver a aprender luisaragonesizados todos, porque “cada día hay una lección, y todas son difíciles”. O imposibles. Y estamos perdidos, sin brújula, y aunque lo intentemos, no somos conscientes de que “la confusión no es una buena defensa". Nunca. Pero ese estómago, con telarañas, hay que llenarlo, y “la paciencia no nos va a dar de comer” (y tampoco es, la paciencia, un buen método ante una zona 2-3). Ya toca asumir lo que no siempre está en nuestra mente, que “solo existe un paraíso y no está en la tierra”. Odio, miedo y la eterna pregunta que nos hacemos en misa los domingos, o que no queremos hacer en misa los domingos entre cantos argüellianos: “¿Nunca has pensado que Dios es creación nuestra?”. Una buena serie con la que volver, sin pasión, ordenadamente y sin aspavientos, a Levítico 26, 6: “Y yo daré paz en la tierra, y dormiréis, y no habrá quien os espante; y haré quitar de vuestra tierra las malas bestias, y la espada no pasará por vuestro país”. Pero nos siguen faltando espadas y sobrando bestias. Demasiadas bestias.

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