sábado, 12 de octubre de 2024

Industry. Tercera temporada.

“Ha hecho más daño a este país que los colegios privados”. Con Industry nunca sabes. Nunca sabes nada. Barcos, padres malversadores, fotógrafos, teléfonos y llamadas que no siempre tienen motivo. O quizás, puede que sí la tengan. “Los luditas siempre afilan los cuchillos con los rebeldes”. Quizás pudiera yo también “dormir mejor debajo de mi mesa”. Industry va de resurrección, de vuelta a una jungla en la que todos los bichos sacan el colmillo pero se acostumbran a carne humana demasiado pronto y lo demás sabe a a rancio. Ella, elle, él. Se habla de la carta blanca a la intolerancia, pero no siempre se entiende bien esa carta blanca. Viva el nepotismo. “Nada motiva más que la muerte”. Pero sigue sonando la misma música, aunque “tengamos que hacer frente a la tormenta en un barco de mierda”. Industry nos lleva al casco con traje, a la decisión encorbatada: “Otro día en la mina privatizando beneficios y socializando pérdidas”. (2) Pero como todo es mentira en esta historia de empresas y acciones y perrerías con cadenitas regaladas, el relato se resume así: “Esto es solo gente apretando botones, y apretamos los botones que nos benefician o hacemos que la gente apriete los botones que nos benefician y las personas también son botones”. O botones o humo. O espejos porque en Industry “diseñamos la realidad” porque todo es mentira. Viva Formentera. Pero suenan las campanas, redoblan, y vuelven a redoblar y hay que volver a misa. Siempre a misa, aunque no tengamos aeropuerto para volver y el agujero de la camiseta en el sobaco es, como no podría ser de otra manera, más grande. Y en el río no hay peces bebiendo, están buscando un bar en el Támesis. Ñam, nam: sándwich de queso para todos entre rumor y rumor o, como dicen en Industry, “charla barata protofascista”. Pum, pum, apostillando en el cristal una chinita chinarresca: “Tengo una lista infinita de puntos ciegos”. Y luego, el susto: ”El cáncer es como nuestro negocio, un país con su propio lenguaje”. O no. Frases paternas que siempre se recuerdan: “Si de verdad quieres condenar a un hombre, enséñale cómo se cuenta”. Padres, hijos, muerte, decepción, tratos preferenciales. Pero al final eso es la venganza, “lo que nos hace levantarnos”. Viva el dolor. Viva el dolor ajeno. Viva el disfrute del dolor ajeno: “La nostalgia sólo es útil cuando vendes algo”. Viva el riesgo y la amenaza: “Quizás sea más vergonzoso confiar en los amigos que dejarse engañar por ellos”. Petacas, chivatos y sucesores espirituales. Armonía y dinero, porque “el dinero es el final de la historia y amansa a las fieras”. Pero como todo es mentira, queda sacar tajada (o anillos, o ciervos que cazar, o chalecos) y darle fuego a la prensa con más fuego. Y seguir preguntándonos si nos están utilizando, con o sin escopeta cerca, o lejos, o en ningún sitio escopetable.

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