martes, 20 de mayo de 2008

Pinball a la sombra de unas Heineken.


Martes por la tarde. Mes de mayo en Murcia. Sol y viento. Martes inductivo. Imágenes florecientes. Ambientes confluentes. Ideologías espontáneas. Ambiente universitario, para situarnos. Cantina de La Merced. Nosotros éramos los dos tipos más viejos del lugar. Perdón, no. Parece ser que no. En la mesa de al lado hay un tipo, más, más que nosotros. Más de todo. Apura su café, o lo que demonios, o laxante se esté bebiendo. Debe ser esto último por la cara de estreñido que tiene el julay. Saca su cartera del bolsillo de los vaqueros. Abre una cremallera pero no encuentra monedas. Será por la letanía del personal, vaya personal. La propaganda de la nueva fe no ha dejado sin billetes de euro. Pero ese es otro cantar de gesta. El tipo, con su pelo de panocha negro, duda un momento. Mueve su cartera con gesto nervioso. Saca el billete de cinco y se levanta. Se acerca a una barra en la que ya no está Óscar. Allí espera entre el tribalismo contemporáneo que es el bar de una facultad, un universo de improvisaciones libres, de toques insólitos, de niños del futuro que todavía viven en propuestas utópicas e ingenuas. El tiempo los pondrá en su sitio. Le cambian. Moneditas que se perderán como los estandartes en las naves de la Invencible. Fantasías curvilíneas. El tipo, al que nunca invitaríamos a nuestra mesa, se acerca a la vieja máquina de Pinball. El contrapunto de la Física comienza a llevárselo al huerto. Las monedas van cayendo y el tipo de pelo panocha negro, se va poniendo cada vez más nervioso. Y, nosotros, tristemente, con sólo tres verdes en el cuerpo, empezamos a comportarnos como una panda de borrachos absolutamente colocadísimos. El del pelo panocha empieza a ponerse nervioso, y cada vez empieza a darle a la máquina con más fuerza. Con más impotencia. En su viaje feliz por los territorios místicos, la bolita mágica va haciendo su papel. Nosotros, oportunistas y farsantes, nos reímos cada vez más. El tipo debe de ser sordo. O se hace el sordo, que a fin de cuentas es lo mismo. Jesús, provocador de nuevas ideas, disimula su risa como puede y toma como excusa su móvil. Se va. Me deja allí contemplando la postal del paisaje local. El pelo panocha está cada vez más nervioso. La electricidad va cargada de química. La combinación postmoderna es una lucha contra la nostalgia. Nuestro colega del Pinball abandona la cantina. Está nominado desde su concepción. Ha quedado coronado como apóstol de la generación perdedora. Nosotros, hace tiempo que adquirimos la categoría de profetas. Y todo lo demás.

2 comentarios:

jm dijo...

Si es que aquella escena era algo extraña, surrealista, anacrónica o como quieras verla. Ni con 3 verdes en el cuerpo, ni con 30

supersalvajuan dijo...

El día que salgamos en las noticias no quiero represalias. Ni titulares cutres de periódicos cutres. El Ministerio de Justicia nos llama. Tiempo al tiempo.