viernes, 1 de enero de 2010

Impar y rojo.


Ya hablé por aquí de A timba abierta de Óscar Urra. De nuevo, en esta entrega llamada Impar y Rojo, Julio Cabria vuelve a las andadas: los gintonics con almendras en el Portón donde César, el barman, consuela a las niñas que se fugan de clase para llorarle porque han suspendido las Sociales. Porque si suspenden Lengua o Matemáticas, no pasa nada. Pero las Sociales, no. Eso no ocurre. La culpa siempre la tiene el de Sociales. A lo que iba, que me pierdo en el Portón. Óscar Urra ha iniciado una serie que será difícil de olvidar. El Madrid más urbanita y cabrón vuelve a aparecer en Impar y Rojo, mezclando pasado y presente en un cocktail que hace enfebrecer a cualquier úlcera sangrante. Las timbas, las obsesiones, los sueños, las visitas al hospital. La vida misma, vamos. Pero ahora, quizás, con un atisbo de esperanza, de sueño de una vida mejor. Reflexión final incluida sobre la injusticia del sistema judicial, si se puede mal expresar así. Siempre hay alguien que lucha por sus valores, por sus ideales, que cree que puede cambiar algo aunque no pueda cambiar nada. Y la fidelidad, y los votos, y todo lo demás. 215 páginas de lucidez, de una realidad que te da el golpe más cabrón cuando menos te lo esperas. Y amén.
Coda: la música va por su Sara y su Mini rojo.

4 comentarios:

rakel dijo...

Ya sabes...

supersalvajuan dijo...

T-e-l-o-d-e-j-o

rakel dijo...

Por cierto,bonita cancion.No te pega mucho ¿?.

supersalvajuan dijo...

Cállate tú!!!