jueves, 3 de mayo de 2012

36 metros bajo tierra

No tenía intención de comprar 36 metros bajo tierra, pero fue ver el nombre de Carlos Salem por allí y ya me enganché. La historia que cuenta Francisco Sempere es clara y contundente. Un país que se fue a la mierda hace mucho tiempo (si le hubiéramos dejado a la familia Napoléon limpiar este estercolero otra gallo nos habría cantado), intenta recuperar su credibilidad ante los mercados internacionales y ante las agencias de calificación (tiene cojones lo de estas agencias). Estamos en el año 2010, el Real Madrid vuelve a enfrentarse a los olímpicos de Lyon, o como se diga, y no hay (casi) nada nuevo bajo el sol. Presidente del gobierno (muy reconocible), superministra (siempre tan bien vestida, como tiene que ser), secretario de organización del partido en el poder, y su más estrecho círculo deciden que una agencia de calificación mejore nuestros resultados. Y si hay que prestar 200 kilos de oro del banco de España, pues se prestan. Y si hay que dejárselos al cabronazo que lidera una de esas agencias de calificación, se le deja. Y si hay que llevárselo a Ginebra, se le lleva. El estilo de Francisco Sempere es claro, se deja de descripciones inútiles, pocos personajes pero muy bien perfilados. El colgado al pórtatil todo el día, el ex fuerza armada en USA con su pasado siempre presente, la dueña del bar que mantiene su relación con uno de los implicados en la operación y su hermana lesbiana. Lo mejor es que se lee bien, se lee rápido, es demasiado creíble y ni me quiero imaginar si ha pasado en realidad. O tal vez, sí. Qué más da, aunque yo tengo pendiente todavía la cuarta y la quinta temporada de Six Feet Under, que no siempre seis pies son dos metros (bajo tierra). Y punto. Coda: y siempre nos queda lo que escribió Salem, "sólo beber sin prisas y esperar".

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