martes, 3 de junio de 2014

Catalanes todos y La dimisión (vodevil)

No conocía a Javier Pérez Andújar, ni había leído nada de su obra. Con Catalanes todos te llevas una de esas sorpresas agradables desde el principio y no sabes el motivo de esperar tanto a leerla. A través de las distintas visitas de Franco a la ciudad condal (1939, 1941, 1942, 1947, 1949, 1955, 1957 [por partida doble], 1960, 1962, 1963, 1966 y 1970), Pérez Andújar hace una radiografía de la sociedad catalana, de la de antes de la guerra, de la del franquismo, de la de antes y de la de ahora, de apellidos nobles y de burgueses empedernidos, de adoradores del Caudillo y de todo aquello que oliera a dinero. Pero no solo las visitas a Barcelona, también la que hizo nuestro Generalísimo a la ciudad de Alcantarilla en 1946 debido a las riadas de rigor, y la miseria, y la huída a Barcelona desde distintos puntos de España a esa ciudad en la que los ricos de turno se enriquecieron mucho más a costa de los de siempre. Como dice Pérez Andújar es cierto que la historia no pasa por nosotros, los más recalcitrantes adoradores de la Transición van hoy con banderas republicanas, pero ese es otro cantar, Carmela. También nos recuerda Pérez Andújar multitud de hechos de ayer y anteayer como las visitas de Eva Duarte Perón, como la inauguración de aeropuertos peatonales, como las desconexiones del circuito catalán de TVE desde el año 1974 y que sirvió de experimento para programas que luego fueron nacionales. Y hace una aproximación cierta sobre el afecto y el matrimonio. Catalanes todos me ha hecho recordar lo que me contaban mis padres: que la UHF no daba señal hasta las 8 de la tarde, y las cucharas de Uri Geller y las novelas de Curtis Garland, y que en todos los pueblos debería existir un Jumilla o jumillano como el de Vistabella del sultanato de Sean Connery. Y puestos a recordar me ha hecho recordar esta joya de Catalanes todos la voz de Felix Rodríguez de la Fuente de las reposiciones de la2 y de que todo cambia, hasta la Vanguardia. Y los veinte de noviembre (hasta Zapatero nos hizo recordarlos en su despedida, que todo no va a ser asesinatos y muertes), y los dieciocho de julio y los doce de octubre, y los ministros catalanes y del Opus, que ya los había antes de que llegara Aznar. No sé si la guerra enseña a olvidar. Ayer me recordaban mis padres como el primer esposo de mi abuela cayó en Teruel; como mi abuelo Juan se salvó en Brunete y de un posterior campo de prisioneros; como el marido de mi tía Carmen murió fusilado en los 40's en la cárcel vieja de Murcia. No creo que la guerra enseñe a olvidar, se lo tendré que decir a Pérez Andújar. Y también está bien tener presente el pasado PSUC de Piqué antes de ejercitar el cuello ante Bush Junior, y la Diada de 1977 como se utilizó por la misma burguesía de siempre, la franquista, la de la derecha catalana, la de ahora, para frenar a socialistas y comunistas. Si estoy de acuerdo con Pérez Andújar en la utilización económica que se hace la palabra Patria. Todos trincan cuando sale a relucir esa palabra. Y que la ignorancia es supervivencia, porque saberlo todo es la muerte. Y que los que renegaban del catalán son ahora catalanoparlantes de toda la vida (o como se diga). El pseudofascismo franquista, o protofascismo, o como diablos se encuadre el engendro franquista, derivó, con brazos levantados parando taxis o sin ellos, en la pseudodemocracia, protodemocracia, o como diablos se llame lo que permite a cualquier tipo cortar la Gran Vía de la ciudad de turno sin motivo aparente. Eso no es democracia, ni la utilización del negro de Bañolas tampoco. Y también recordamos el 0-5 del Barcelona de Cruyff en Beverly Hills, y la victoria de CIU del 84 y nos enseña una nueva definición de FAES que adoptamos como si fuera propia. Y las joyas sin pagar de doña Carmen, y lo inclasificable de Arturo Mas sin o en el nombre y hasta la cadena humana por la independencia. No sé si siempre hay que llevar la contraria a los que gobiernan, como dice Pérez Andújar, pero Catalanes todos es una joya, no solo para el lector de Historia y Novela con mayúsculas. Respecto a La dimisión (vodevil) solo diré que es de lectura imprescindible. Una sucesión de puñaladas y risas, de drama y tabaco en torno a la figura de Adolfo Suárez, que también nos recuerda lo baratos que han sido siempre los gintonics en el bar de La Moncloa. En esa transición, en ese cambio de despacho al que se refiere Pérez Andújar, se apuntaron casi todos: desde el omnipresente Arias Salgado hasta Martín Villa (dos ejemplos por no poner más, que solo hay que ver las listas de los partidos políticos y comparar apellidos). Y una muy buena apreciación sobre Margarita Thatcher, y de como socialdemocracia y democracia cristiana eran dos grandes mentiras (ahora miento yo, son dos grandes mentiras). Y el hoy odiado por todos, Juan Carlos, rey borbón que era cara joven de un retrato antiguo. Y nos repite Pérez Andújar continuamente en voz de Suárez que lo mejor que puede hacer un español (faltaba la ministra Aido para hacer la apostilla de española) es ver la tele. Había que televisar la transición, había que darle garbanzos al hambriento. Aparece Suárez como un Don Draper de pacotilla, y nunca mejor dicho porque la caída rascacielaria fue bestial. Pero los de siempre eran los que mandaban, y el ejército (hasta que no se le silenció con dinero en los 80's y 90's) seguía jodiendo la marrana. El problema de la UCD, como le decía a mis alumnos antes que con la escusa de los recortes nos mandaran a los interinos a lunear los soles, es que no se formó en la oposición. Los partidos, o lo que diablos fuera la UCD, no se formó en la oposición, carecía de estructura, eran un grupo de caníbales que iban a salto de mata. Y vodevil nos muestra a los políticos como son: depredadores, auténticos carroñeros sin más ideología que el coche oficial y las vacaciones pagadas. Y todo lo demás.

No hay comentarios: