lunes, 30 de mayo de 2016

Okkupert. Primera temporada

Después de lo que está pasando en Ucrania con la presencia rusa en los últimos tiempos dentro de los penúltimos tiempos, hablar de la primera temporada de Okkupert a algunos les sonora a última ficción dentro de la penúltima ficción. Pero hay que destacarla por el atrevimiento del planteamiento al que llegué gracias al blog de Lorenzo Mejino: ¿Y si Rusia ocupara Noruega por encargo de la Unión Europea? Pues visto lo visto en política, es solo cuestión de tiempo, aunque el enanismo político de la UE respecto a ruskis y yankis es manifiesto. Somos, como Unión Europea, piojos políticos respecto a los dragones juegotronistas en el que juegan gringos y amantes del vodka. Más que Japón, pero menos que cualquiera, que diría el analista político al que ya no invitan a la televisión después de la invasión de los nuevos actores políticos ibéricos. Okkupert es un hasta luego, un hasta nunca. No sabes cual será el siguiente paso, pero muestra a la perfección la división de las ideologías en la vieja Europa: partidos que llegan al poder sin mayorías, monarquías norteñas ancladas en el pasado, la prensa como poder imprescindible para no ser engañados las 24 horas del día. ¿Pero qué es mejor para Noruega en esa situación? ¿Bajar(se) los pantalones o llenar(se) los bolsillos? ¿Vivir al lado de un gigante político como marca verde? Imposible a todo petróleo. Okkupert muestra la división familiar ante la situación de los ocupantes del reino, la hipocresía de principios olvidados, el doble juego de las palabras de los políticos, las presiones políticas sobre policías, seguridad y jueces. Y, en ese día, en ese afrancesamiento goyesco ante Napoleón, siempre (mal)entendido en cualquier latitud y cronología, las armas ganan. ¿Arrimar el hombro con la resistencia? ¿Colaborar con el invasor? ¿Hacemos algo para que salga vodka por los grifos? Okkupert es también imagen de los sacrificios personales, de la penitencia sin recompensa, del sinsabor de la derrota, de tierra ocupada antes y ahora, de emigrantes e inmigrantes, de festines imperdonables y cajas registradoras que llenar. Y todo lo demás.

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