domingo, 31 de julio de 2016

Umbre. Primera temporada

Gracias a Lorenzo Mejino conocí la existencia de esta producción HBO en Europa, más concretamente en Rumanía. Cuando digo Ceacescu en clase, o lo escribía en la pizarra cuando usaba tiza, los jovenzuelos se quedaban perplejos. ¿De qué escribe? ¿De qué habla? Ahora hablamos de Rumanía como primer mundo. O eso creemos. Hay que ver Umbre para sacar conclusiones, para pensar si todo ha cambiado o se ha quitado el barniz comunista y la mafia sigue existiendo. Siempre existió, ahora existe y todos quieren ser un mañana en plan Belize. O no. Y el problema de la primera temporada de Umbre es que refleja muy bien lo que nos pasa. Es evidente que podemos elegir, pero no siempre lo que ocurre lo elegimos nosotros. Tomamos caminos que luego tienen cruces. Tomamos decisiones con consecuencias imprevisibles. Tomamos sueños que acaban en pesadillas. Los días bonitos acaban con cañerías repletas de sangre y bridas en torno a las manos. Las cartas, marcadas o no, pueden volver(se) en nuestra cuenta. Y el dinero lo jode todo. ¿De verdad que no podemos vivir sin (más) dinero? ¿De verdad? Todo es mentira. Siempre. Y siempre salimos perdiendo. Y todo lo demás. Coda: Y con los alumnos futboleros, cuando hablas de Hagi, pues tampoco. Y dices Galca, y te miran raro. Y recuerdas el mundial de Estados Unidos, y todo es recuerdo borroso.