martes, 3 de abril de 2018

Waco. Primera temporada.

¿Qué es lo que se considera ortodoxo? ¿Simplemente seguir las leyes? ¿Por qué no debemos arrancar los olivos y dejar con vida a los cactus? ¿Por qué no debemos quemar los libros de Antonio Machado y si olvidar y llevar al ostracismo los de su hermano Manuel? Recuerdo, entre el estupor y la sonrisas, aquella pintada que durante un tiempo estuvo en distintos lugares de la capital del reino valcarcil, haciendo el juego de palabras entre el Festival Murcia Tres Culturas y las tres sectas peligrosas. Las tres sectas peligrosas. ¿Dónde está el límite entre secta y religión? Reflexiona la primera temporada de Waco sobre estos temas, pero también se mete en el asunto del sacrificio personal, de las armas, de la poligamia. Delitos a la vista de todos. De casi todo. En Waco se nos recuerda la historia de los Davidianos Adventistas del Séptimo Día y de David Koresh. Pero no solo eso. También hay ilustraciones sobre los celos entre agencias de USA, y, dentro de esas agencias, entre las distintas posturas a dialogar con estas sectas/religiones o disparar. Y muestra las múltiples aristas de ese líder, engañabobos y engendraniños que era David Koresh. Un sin peinar que era capaz de emocionar al bar de turno con su guitarra eléctrica al ritmo del My Sharoona. O del que hiciera falta. No nos metemos en jardines por que en el tejano Waco había poco césped. Ninguno. Pero hasta los más cabrones tienen su corazoncito. Su patata. Pero surgen las dudas y ya se sabe: los mayores seguidores acaban convirtiéndose en los más profundos detractores. Como lo que pasa con el comunismo cuando lo conoces, lo estudias. Una cosa, la teoría; otra muy distinta, la poligamia y engendrar hijos con las mujeres de otros. Y alargar el asunto y estirar el chicle y dar hilo a la cometa hasta el límite, hasta lo insostenible, hasta decir basta. Porque al final de todo, siempre hay decir arre o so. ¿O da lo mismo decir arre que so? Difícil cuestión. ¿Hasta donde se pueden permitir los caprichos de un líder? ¿Hasta cuándo los secuaces de un líder deben aguantar sus clichés maniqueos? ¿Hasta cuándo hay que dejar con vida a una patulea infecta? ¿Palabra o acción? La reflexión que nos queda, con demasiados puntos oscuros, es que se pueden hacer, o se deberían hacer, las cosas de otra manera. Que siempre nos queda la palabra. O nos debería quedar por lo que puede empeorar, si nos empeñamos, empeorará.