domingo, 17 de abril de 2022

El deshielo. Primera temporada.

Me recuerda El deshielo a Seven en esa atmósfera siempre lluviosa y húmeda, a ese agobio, a ese ambiente de encierro y sin respiro, a ese dolor existencial, a es huida que no es descanso sino duermevela, a esa búsqueda sin resultado a esos perturbados por la religión, a esa muerte inesperada que llega y te derrumba, a esa soledad que no tiene solución y si la tiene no es una buena solución. Nos hace pensar motivos, desde el principio, que parecen claros pero en cuanto escarbamos son todo menos claros, son más del color del ala de un cuervo y del sobaco de un grillo. Y cambiamos la caza cerebral meridional y cálida de Seven por la fría más marrana, pero recordemos que los cerdos siempre andan en la mierda y nos premian en su transformación con longaniza y sobrasada, con jamón y morcillas, con carrillera manjares varios. También recuerda, por momentos, a aquellos berridos corderiles de Clarice y Lecter, a niñas perdidas y llantos sin consuelo. Y si hacen falta búnkeres nazis, pues también. Y túneles. Pero como en El silencio de los corderos, al final todo trata de lo que vemos y deseamos, de lo que tenemos cerca pero ya no podemos disfrutar. Va de más a menos, pero El deshielo presenta una buena historia y bastante bien contada. Viva la bruma y San Mateo: “Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre”.

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