lunes, 11 de abril de 2022

Billions. Sexta temporada

Ya no hay zanahorio en el huerto. Ahora el campo está tomado por gente que antes llevaba corbata, con tractores llevados por gente que no debería llevar tractores. Y gente jugando a Masterchef e individuos que buscan la felicidad en una pantalla. Ya casi nadie utiliza las metáforas de baloncesto (ni de los 70’s) salvo las que recordamos de Black Monday. Y si desenterramos al hermano de Saul, pues a darle a la pólvora y al cañón. Y ya lo dicen: “Al cañón pocos le oponen resistencia”. Vivan los jaleos de lindes y riegos, de ruidos y mierdas, pero parece Aljucer por momentos. Viva el nuevo generalato. La novedad y el despido. El teletrabajo desde el campo. “Nos jodemos un poco ambos: la definición de compromiso”. ¿Barómetros morales? ¿Eso existe? Dice el nuevo jefe que no puede tener una empresa con tipos quemados. Que se pase por un instituto. “Lo único que odian los millonarios es quedarse fuera”. No queremos cualquier cliente, sino los buenos clientes. Pum, pum. ¿Nos tienen que decir cómo vivir nuestras vidas? Y esa foto, enorme, de Abdul-Jabbar. Y siempre es bueno ver una película de Gene Hackman. Me gusta de Billions que integrara el asunto COVID en sus tramas, y aquí toca reconocer a los porteros por su labor o meterlos en guerras ajenas. Todo vale. Vivan las cruzadas contra los millonarios. Y si en El séquito buscaban equipo de NFL para Los Angeles, aquí toca buscar Olimpiadas neoyorkinas. Y está bien liarla gorda de vez en cuando, claro que sí. Pero se habla de fútbol, del Real Madrid pero no de Florentino. ¿Por qué no se habla de Florentino en Billions? ¿Qué mierda de mierda son los guionistas de ahora? Viva la gente que no se perfuma antes de las diez (según la Biblia billionense hay que desconfiar de ellos si lo hacen antes de esa hora), y acabar con los que están al mando y las mentiras que son ovacionadas. Vivan las normas, y abandonar antes de salir, y solucionar problemas. “Nunca hay un buen momento para un gran cambio”. ¿Viejos o nuevos instintos? ¿Olvidar a los mentores? ¿Figuras paternas con ideas sobre el futuro? ¿Regaladores de consejos? ¿Negra sobre blanco? ¿Qué pijo es servir? ¿Qué es la irracionalidad? ¿Qué es la afinidad? Viva la vanidad. Y unas Nike Jordan para todos. “Tengo por costumbre no entrar en nada que tenga corazoncitos o pulgares debajo”, que gran consejo. Vivan los regaladores de consejos. Barcos y trenes, que pueden chocar o hundirse, antes o después. “Eres un oso en un retrete”. Y no existe el neoyorkino medio como tampoco el murciano medio, es verdad. Garantías que se olvidan. ¿Acabo de escuchar “maremoto hagiográfico”? El bien por el mundo y volver a hablar del instituto y del tiempo que tenemos con una ex que ahora le da al deporte. Hágase querer por el sombrero de Napoleón. Y si quieres voluntarios, eso implica voluntad. Y no tenemos voluntad para la mayoría de asuntos que llevamos entre manos. Casi todos. “Solo desde la riqueza se tiene el privilegio de detestarla”. Y como si del ayusismo se tratara, los pobres no quieren impuestos altos para los ricos porque piensan que algún día llegarán a la riqueza. Billions va de odio y de caza, de desamor y apoyos traicionados. Destrucción o victoria. Y poner en la misma frase a Pat Riley, al Padrino, a Grateful Dead sin Jerry García a unos juegos olímpicos que nunca llegan, como nunca llegó la NFL a El Séquito. Nunca. Y ahora, campeones. Y yo, que en los funerales decía “no tengo palabras” en vez de “lo siento mucho” o “le acompaño en el sentimiento”, me apunto, para lo que venga (que decía el hombre de la camisa verde), la siguiente expresión: “Vendrán tiempos mejores”. Tiempos mejores. Mejor no digo nada. Y esos parques privados que dejan huella y mierda, segregación y asco en el pero. Es la frase, que después de un tiempo, se te queda como el ruido del pistolero del oeste, como el vaquero en ese bar con un poquito de hielo: “Una gran oratoria puede alterar la historia”. Tropezar y abrazar, hacerse rico: “¿Queréis hacer dinero o amigos?”. Y el que no quiera, “coliflor con cúrcuma”. Con la jodida cúrcuma. Y el dinero chino y la nostalgia por los viejos tiempos. Esos abogados que todavía añoran, en mitad del naufragio, el recordatorio y la llamada del viejo cliente. Y, otra vez, el ambiente postodo para jodernos la marrana, para el colchón sin prueba, para el error de respirar. “La primera regla de las disculpas es que no lo haces si empeora la situación”. Todo mentira. Siempre. Agua de charco mezclada con leche materna de vegana que no se afeita los sobaquillos. Más Chivas 25 y más postodo para todo. Más pero esconder nuestro ombligo. Tenemos más de lo que necesitamos. Y no nos recreamos en Marco Aurelio, porque creemos que “no todos los días se ve a Máximo en el Coliseo”. Y la caída del dirigible Hindenburg como metáfora, y no solo para cuando toca chupar duloxetina. Y perderse a la hora de confundir riqueza con clase y dinero con carácter. No. No es lo mismo. Y si no es suficiente el laurel olímpico, toca luchar por el de la Casa Blanca. Tampoco hay uso criminal de la tercera persona, solo hay ego. Mucho ego. ¿Quién se acuerda del mejor momento de Greg Louganis? ¿Y qué pasará con esas huellas del pasado? Alprazolam para todos. Batallas perdidas en guerras imposibles de ganar porque todos salen perdiendo. Pero al final, para variar todo es mentira. Siempre.

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