domingo, 2 de junio de 2024

Marbella. Primera temporada.

Parece que ese principio volpinístico que tanto repito (“El diablo es un agente doble al servicio de la Providencia”) es el motor de la primera temporada de Marbella. Todo es mentira, no te puedes fiar de nadie, con o sin uniforme, con o sin metralletas, con o sin púas que te claven el asfalto a las plantas de los pies (¿o era al revés?). Ahora que, después de Narcos, todo Cristo parece reverenciar a las mafias (da igual la procedencia), no está mal quitarle ese barniz de buenrrollismo, de beatitud, de ayuda al pobre necesitado. Y un pijo. Marbella nos muestra a tipos sin escrúpulos llegados desde distintos lugares y que se encuentran en ese agujero de oro mezcla de maldad y cuento de hadas con bengalas. Y en esa gran mentira edulcorada, no hay ninguno que se salve, porque hasta los policías mal pagados tienen su lado oscuro, tienen sus entrañas podridas. Todos. Y los peores, los abogados, esa estirpe mezcla de carroñeros y caimanes que se hacen de oro a costa (soleada, por supuesto), de lo que sea. Un buen retrato que utiliza el lenguaje animal para demostrar que hasta los mayores bestias tienen sitio de oro en el mejor lugar a escoger.

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