sábado, 8 de febrero de 2025

The Order

En el minuto 37 de The Order hay un diálogo entre el nuevo cachorro blanco que dice vivir la economía racial frente al viejo tiburón blanco que es acusado por el nuevo cachorro blanco de predicar en un desierto que es blanco pero que no se siente igual. Ambientada en 1983 y 1984, podría ser perfectamente aplicable al 2025, con o sin alas cortadas porque “en toda revolución siempre hay alguien que tiene que disparar primero”. Asaltos a bancos, ataques a sinagogas y cines porno, bombas hechas señuelos y persecuciones en un mundo hecho de mentiras. Porque en The Order todo es mentira. Neuronas al servicio de un gran plan, pero todo está podrido en Yankilandia, ese “gran país de mente cerrada”. Crisis al servicio de la idea equivocada, o de la falta de ideas, o de argumentos, o, directamente, del relato. The Order te pone en el estrado de la decisión, entre palabras y hechos, en las decisiones equivocadas: “Nos enfrentamos al exterminio de nuestra historia, de nuestra propia forma de vida”. Y con ese ladrillo, se puede montar un muro. O las cárceles que quieras. Hágase querer por 6 pasos, o por quinientos, para llegar al delirio: reclutamiento, obtención de fondos, revolución armada, terrorismo nacional, asesinato y día de la soga. Todo mentira, incluso en la doble vida, en la falsedad de los argumentos, en los chismorreos, en la palabrería de una historia que se cimentaba en el peor de los dramas: “El ganado, muere; los compatriotas, mueren; yo, moriré; lo único que sé que nunca morirá son las hazañas de un hombre muerto”. Lo dicho, hágase querer por un pensamiento equivocado y se meterá en líos de los que quizás no vuelva. O no quiera volver.

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