lunes, 3 de marzo de 2014

Padres, hijos y primates

Purpureando por Salto de Página llegué a Padres, hijos y primates, sin haberle clavado antes el colmillo a nada de Jon Bilbao. Dinero, poder, barcos que no se compran, atropellos, vientos al alba y a las 24 horas del día pero, sobre todo, venganza. El barniz que le da Bilbao con temas espinosos económicamente hablando (¿quién no se ha metido en una cebolla sin motivo aparente?), no esconde la verdadera historia de este libro: la bendita y deseada venganza. Olvidemos la fachada, olvidemos los monos, olvidemos al pedante del suegro, olvidemos a la niña y su proyecto de novela de vampiros, olvidemos a la desgraciada de la silla de ruedas, olvidemos al niño accidentado, olvidemos al socio que te dejó en la estacada, olvidemos tantas cosas que no queremos olvidar. Venganza a la enésima potencia. ¿Y el motivo de la afrenta? El profe de carrera, pero que, puestos al caso, podría ser uno del instituto o la maestra de la escuela. Y hay motivos que no se pueden olvidar. Un español de bien no puede olvidar Rocroi; un musulmán de bosnia no puede olvidar Sbrenica; de Crimea no se deberían olvidar muchas cosas. La afrenta del profesor universitario, esa no se olvida. Siempre he mantenido, incluso desde el desempleo casi total en el que me mantengo a flote, que los profesores somos como los entrenadores de un equipo de deportes: un mal necesario. Alguien tiene que ocupar ese espacio, ese tiempo, pero siempre se va a equivocar, como se equivocó seguramente Jesús al escoger a Judas y compañía. Pero son Getsemanís que pasan, dolores de soldados moribundos, alientos ajenos que se quedan en la memoria. La afrenta del profe no se podía olvidar. Una jodienda con vistas a la bahía que se te quedó clavada en el disco duro no se olvida tan fácilmente. En el siglo XXI no existe el Desafío Total que lo borre todo aunque tito Arnold si que sea un chiste ambulante. Y me da envidia como lo cuenta y lo narra Bilbao, aunque la defunción se haga esperar. Pero cuando algo se va a pique se necesita una chispa, un rincón inglés o un sucedáneo que ocupar cuando la tormenta es inmortal. La afrenta y todo lo demás. No es fácil llevarla a cabo, pero hay que llevarla a cabo. A ciertos profesores pasamos de idolatrarlos a reirnos de sus pies de barro. Cuando llega la decepción es fácil pasar de la felicidad al infierno en un momento por mucho que disimulen poniéndote una taza de café. Y olvidar la cara be de la vida de Alan Turing, señor profesor, fue imperdonable como no decir el nombre de la pareja de su hijo. Da envidia leer a Bilbao como lleva a cabo su venganza y, más envidia, no hacer asuntos semejantes en primera persona masculino singular.

2 comentarios:

Eme (Nada que ver con eme dj)) dijo...

Hay algún libro de esa colección que no te guste?

supersalvajuan dijo...

De los púrpuras, sólo he leído 14. Todos me gustan.