domingo, 20 de noviembre de 2016

El polvo y la ceniza de Rafael Martínez Cuadrado

El pasado día 7 de noviembre de 2016 estuve con Burbujaplanetera en el recital poético de Rafael Martínez Cuadrado en Zalacaín. Un clásico de Murcia en otro clásico de Murcia. A Rafa lo conozco poco. Ya no visito lugares tremolísticos ni yeséricos, pero antes me cruzaba alguna vez con él. Su hermano nos adelantó esa misma noche las partes del libro (Familia, El arte y el artista, Erótica, Toponimia y Meditaciones elegíacas) en las que muestra su ideario político, heterogéneo y distinto, su viaje del cero al infinito, su travesía de la tortura (desde el inicio la muerte de su hermano está presente) a la relativa felicidad. O tal vez, no. Solo nos impresiones para este momento. Lo primero que llama la atención, positivamente es el uso (ahora denostado por algunos, historicistas a veces, antihistoricistas otras) de las citas (Gaudí, el olvidado Cernuda, Gerardo Diego, Jorge Luis Borges, Rubén Darío, Aleksandr S. Pushkin, Leopoldo María Panero, Andrés Trapiello, Blas de Otero, Ramón de Campoamor, Luis García Montero, Rafael Alberti, Friedrich Nietzsche, Garcilaso de la Vega, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Eloy Sánchez Rosillo, Giacomo Leopardi, Fernando Pessoa, Luis de Góngora, Pablo Neruda, T.S. Eliot, Kavafis, Cesar Vallejo y otros que no conocía y sigo sin conocer. ). Ya se sabe lo que toca con el pantalón de campana: sí, no, tal vez. Familia como nido, según don Luis, para empezar. No se puede estar sin ellos, o, quizás, sí. Las ausencias de los que ya no están voluntariamente provocan distintos comportamientos en los familiares que se quedan. Martínez quiere resucitar al hermano con el verso, describe las "noches lóbregas de duelo". Olvidar se hace imposible, pero los días pasan, aunque siempre hay recuerdos en momentos concretos. En Responso ilustra con palabras el descanso en "el limbo del olvido". Pero hay seres a los que es difícil borrar del disco duro neuronal. Demasiados truenos, demasiada lluvia para olvidar. En el Llanto dedicado a la madre resume los ojos de la progenitora y la bilis tragada con palabras encadenadas como "amargo ejemplo de tu espíritu agónico". En la versión b de El limbo del olvido reescribe que "y tu memoria anegará mi tristeza". Hasta el límite, hasta romper la presa y que llegue en primera persona del singular nuestro Tous particular. En La poesía es un arma cargada de pasado RMC subraya con bolígrafo rojo que "no es un juego el poema; es más que música, pero también es eso". Algunos ponemos la música por encima de la poesía, pero cada uno tiene el diablo que se merece. Definitely Maybe, y engañifas varias, y todo lo demás. En El poema, busca el autor la inspiración entre dioses, musas y trabajo minucioso. ¿Pero no tenía que llegarnos la inspiración cuándo estamos trabajando? Tal vez no, porque como FdQ indicaba, "es mengua de la honra". Recordando al antiguo residente de un manicomio canario, recordando películas míticas, RMC junta cinco palabras para situar "la vecindad poética del alma", aunque no siempre la encontremos. O tal vez, no exista, sea fruto de nuestra imaginación mientras vemos crecer la hierba. No sé si el dios del Aleph estaría contento de encontrar(se), en la oscuridad de un soneto entre Rubén Darío y John Keats, pero cada ciego tiene a la Kodama que se merece. Si William Randloph Hearst levantara la cabeza no sé lo que pensaría de su estirpe, no sé lo que pensaría del lujo y la estancia. O únicamente no pensaría. A veces, la invocación, la soledad, los amaneceres, no son suficientes para entender la poesía. En Búsqueda asume la comparecencia de otras retinas ("dame tú la quietud de tu mirada"). En Laberinto hay aullidos de desesperación por el contacto( "donde encuentres mi voz allí te espero"). En Blues para un aniversario frustrado se hace preguntas que muchas veces no encontramos a definir salvo cuando las vivimos en la singularidad de la desesperación: "¿Decepción? ¿Desamor? ¿Orgullo?". O simplemente las vivimos, con o sin desesperación, o simple rutina. Con la cuarte parte, Toponimias, viaja a lugares comunes en su existencia, recuerdos y momentos para olvidar iris reflejados en ninguna parte (para mí la parte más difusa del libro). Y si hace falta citar el Libro de Job, pues se hace cuando "nadie escucha mi voz". Tiene razón RMC en Taedium vitae que "no hay placer ni dolor en el presente; solo monotonía". Demasiada monotonía. En el Eterno retorno, con el calendario en la mano, asegura que "la oscuridad de ayer me ciega ahora". Ahora y siempre, que diría el otro con la lira en la mano. En definitiva, El Polvo y la ceniza es un ejercicio con el que pasan al presente distintos recuerdos y lecturas, canciones que evocan tristeza y rimas que causan dolor. Y todo lo demás, también.

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