miércoles, 30 de noviembre de 2016

Spotlight

Ayer enlazaba en este Gintonicdream (alabado sea Glen Rice padre y todos los que hablan de sí mismo en tercera persona) la columna losantiana que se refería a la prog-hez periodística que cloaquea en su reino. Pero de vez en cuando hay historia como la de Spotlight que hacen que te reconcilies con el Periodismo. Salí asqueado después de seis meses del segundo ciclo de Periodismo. Me aburría soberanamente en las clases de Derecho del Periodismo (o como aquello se llamase), en las que un tipo nos dictaba al más puro estilo 20-N. Sentencias pantojianas y similares. Aquello no era Periodismo para mí. Y Spotlight trata un tema delicado: abusos de cientos de curas en el católico Boston, el patriciano Boston, en el trebolístico Boston. Casi nada. Con la Iglesia hemos topado. Otra vez. Pero tuvieron arrestos (más, menos, demasiados, pocos, cada uno que decida la cantidad). Vaya historia la de Spotlight. Hay que ver(la) y tragar bilis, hay que verla y denunciarla. Una y otra vez. Y ver como el tipo que escondía el asunto, el que ocultaba todo, fue mandado a Roma. Menuda recompensa. Siempre se pone en duda la realidad de lo cuantitativo. ¿Que porcentaje de curas han deshonrado a los que son buenos sacerdotes? Evidentemente una minoría. En la película se habla del 6%. Menudo disparate. Ese seis, tal que así, es disparatado. De traca. De cárcel para esos animales con sotana (o con lo que lleven ahora). Pero es más importante lo que dijo Baron, el director en aquel entonces del Boston Globe, ahora en el Washington Post, en una entrevista al mundo. Son las amenazas de las empresas las más peligrosas. Por supuesto. No hay duda. Son las empresas las que nos gobiernan. De eso no hay duda. Pero que nos desviemos del camino. Gracias al cuarto poder, no estamos salvados pero siempre tenemos alguna esperanza de salvación. Alguna, para evitar que venga el primer desgraciado y nos sodomice en la rectoría, en la sacristía o en mitad del campanario. Y todo lo demás, también. Coda: Y vaya piezas pianísticas del señor Shore. Coda 2: Pero que no todo el monte es orégano, y el laurel se muere de aburrimiento en el jardín. Siempre recuerdo que hay curas obreros que salvan el honor de la institución, como el de mi pueblo en el 81, que ayudó a la familia de uno de los miembros del PCE que fallecieron en accidente de bus. Y sí, existieron los curas obreros. Hay pruebas de ello.