lunes, 23 de diciembre de 2019

1994

Empieza 1994 con un debate, algo que nos faltaba en 1993 y 1994. Berlusconi y otro. Porque esto va de Berlusconi y los otros: aparece Maroni, aparece Bossi, aparecen la nietísima del Duce y otras diputadas, aparecen elecciones europeas y aparece el Mundial del 94 y el partido contra España y el partido contra Bulgaria y resucitan muertos que creíamos muy muertos y mujeres con pretensiones que (aparentemente) son floreros. Vaya tela con 1994. No deja títere con cabeza. Ahora que vivimos en España esta atomización, esta italianización de la política, está bien recrear(se) en la bazofia bien hecha, bien rodada. Ahora no llueven monedas pero llueven votos, se roban diputados y diputadas, se ciudadaniza el fracaso como azucarillo en el café. Al fin, en la política, en el fútbol, en la vida, siempre todo es mentira. Muy mentira. "En política hay que saber ceder", comentan en un momento de la serie. Ceder. Ni más ni menos. ¿Cedían algo Costacurta, Albertini y Donadoni? Pues no. Va a ser que no. Aunque todo tiene un precio. Siempre. Una foto con la orejona, una camiseta con tu nombre, un recuerdo de SP y el rey de España en el 82 y aquel famoso "ya no nos alcanzan". El precio, los zapatos limpios, el desván y las jodiendas en la habitación de atras. Cabalgad, cabalgad, malditos. Pero luego hay saltos y teatro, mucho teatro: en islas, en salas cerradas en saltos temporales. Y llegamos a 2011, y la prima de riesgo y mentiras institucionalizadas. Muchas mentiras, y no solo institucionalizadas. Y hablamos de Pirlo y Drogba, aunque no lo hemos visto jugar, o, tal vez, sí. Y punto. Vivan las mentiras. Las putas mentiras. Viva el pasado, el puto pasado y pasado mañaña.

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