jueves, 12 de diciembre de 2019

Con plomo en las alas

Llegó a mis retinas y mis oidos el nombre de Pedro Corral por sus intervenciones en instituciones madrileñas. Un tipo de los que, a la primera, te das cuenta de que ha leído mucho. Mucho y más. De los que los más jóvenes (los que todavía tienen tiempo) deben aprender. Y escucharlo. Estas personas, con sus manifestaciones y palabras, enseñan. Y de estos libros hay que leer fragmentos en clase a los alumnos (incluso, si hace falta, hasta la dedicatoria). He tenido la suerte de explicar en más de diez institutos distintos aspectos de la Guerra Civil Española y (casi) siempre [no sé lo que me falla la memoria a estas alturas de la película], que allí salieron (y por ende, salimos) perdiendo todos. Empieza recordando Pedro Corral, aparte de a Ignacio Saavedra, a sus padres, "de quienes aprendí lo que la Guerra Civil". Ahora hemos adquirido la mala costumbre de no aprender nada, ni errores ni (des)aciertos, ni de aquella GCE o también llamada por otros Cuarta Guerra Carlista. Cada uno que ponga el nombre, el retrato, el adjetivo calificativo o especificativo que quiera. Será por charcos. Al final, posturas enfrentadas en muchas familias, entre hermanos y parientes, sacado el lado más cafre pero también el más humano de la vida. De todo había en las España de 1936, en la del año posterior donde se enmarca este Con plomo en las alas, y en la de 1938 y en la que vino después en 1939. Y el resto, la que nos empeñamos en desenterrar, con especial mal gusto en teles públicas (y privadas) minuto a minuto. Siempre advierto a mis alumnos: Todo es mentira y manipulación. Y aparece el Algete preniki y otros aeródromos. Escribe PC que nuestra existencia es azarosa, pero hay que reconocer(se) en un espejo para evitar malas interpretaciones. Hasta me ha hecho buscar información sobre el aeródromo de Los Alcázares y el resto de la actual CARM. Casi nada. Y empezar a reflexionar sobre el modo de que utilizaron a los españoles los alemanes, los rusos, todo Cristo... trayendo aquí a precio de oro y todo lo demás. Y aprender sobre aviones, y leer sobre los Fiat, y los Heinkel, y los Messermith, y los Chato y los Katiuska.. La historia del yanki que llega a España para luchar con la República ha sido, quizás, exagerada. Magnificada no sé si es la palabra. No lo sé. Pero esa aureola no fue siempre real. Aquellos gringos (o este en particular) venían también por otros asuntos: dinero, dinero, dinero. Dinero. Pero luego se encuentran otra cosa. No todo era la España del Quijote (la primera que tiene el prota del libro). ¿Pero qué España esperaban encontrar? Sirve como imagen la descripción que hace Pedro Corral utilizando las retinas del gringo, la de una España sin Revolución Industrial, la de bestias de siega en vez la maquinización... ¡Viva la Revolución... Industrial!! Y también nos ayuda a visualizar los territorio fueran o no controlados por anarquistas. Y las palomas... Los que pasan por este blog ya saben mi opinión sobre las palomas... Mejor no subrayarla (con boli rojo) más. No. Y ahora que los amenabarianos han descubierto a barbudos que no conocían no está mal recordar esa "ciudad bíblica" salmantina. ¿Había vida antes de Amenábar? ¿Había cine antes de Amenábar? Vaya usted a saber. No venimos a esta vida a ser reconocidos por nuestros hechos... O tal vez, sí. También nos ayuda Pedro Corral a recordar, o por lo menos para recordarlo a los que no lo sabíamos, que al no ser reconocidos, en aquel momento brunetístico del asunto de la GCE, los bandos como beligerantes, no se podían aplicar los acuerdos de las convenciones ginebrinos... ¿Recordamos lo que queremos siempre o lo que nos interesa? Y también hace referencia el autor al día a día en las grandes ciudades, y que hubiera carne todavía en esos 37 en plena Gran Vía madrileña. ¿Por qué un gringo viene aquí con el pretexto de ser instructor y luego hace lo hace? Pues como todos: hacemos lo que nos dicen que hagamos. Todos, no. Casi. Casi todos. Y también, en mitad del horror, esa capacidad para desconectar, para jugar una pachanga futbolera con una pelota trapera. Y siguiendo con comparaciones amenabarianas, esa descripción de la Prisión Provincial de Salamanca, todavía joven tras su quinquenal apertura. Y esa vida cotidiana del condenado, esa espera antes del fusilamiento, esos vómitos, ese saber que tienes los segundos contados, esa esperanza en el tiro de gracia, ese.. Y también nos ilustra PC con palabras el enfrentamiento, la lucha, la contienda entre las dos Españas respecto a la propiedad y la religión. Buen argumento ese para la España del 1937 y la de 2019, pero quizás también para la de 1934, pero también para la de las desamortizaciones. Y todo esa jodienda con vistas a Brunete en mitad del experimiento, del juguete de las potencias que encima (!!!) se hicieron de oro (unas más que otras) con la GCE. Y la rivalidad topgunera yanki, y preguntas sobre deportes, y canciones que recordar y los ojos de los que ven como extranjeros vienen a luchar por "su España". ¿Mentalidad? Y volver a un baño caliente después de días, y los recuerdos de los hoteles Florida y Gaylord, y tito Ernest, y tito Robert con su tita Gerda, y el tito Herder de TNYT, y las pelis en el cine en plena guerra y todo lo demás. Y de las conclusiones del libro, de lo que dicen los viejos y lo que pasó y pudo pasar y realmente pasó, entramos en Historia Ficción (otra vez): esa repetida figura de Francisco Franco como "regente" a la espera de un rey que hubiera sido solo de la mitad del personal español. Difícil, tanto o más que el desayuno de agua con achicoria. Y el papel de la propaganda y esa libertad ya en el invierno de los cuarenta. ¿Orgullo? ¿Recuerdos? ¿Necesidad? ¿Obligación? Que no se nos olvide ningún detalle de aquella historia. Ninguno.

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