jueves, 12 de diciembre de 2024

Los años nuevos. Primera parte de la primera temporada.

Últimamente se repite, en la quijotera, esa frase lapidaria que no tiene fin pero que en su inicio todo lo contiende: “Te mereces todo lo que toleras”. Todo lo que toleras. Una y otra vez, toleramos lo que no está en los escritos, ni en los móviles, ni en la desconfianza del día a día. La primera parte de la primera temporada de Los años nuevos va sobre la tolerancia, sobre la adaptación a los hábitos ajenos, sobre lo que pensamos que podemos tolerar y sobre el límite de lo que nunca pensamos que toleraremos. En esa pértiga, en la pértiga del límite de lo inimaginable, no creemos en un infinito hasta que llegamos a ese infinito. El problema de los cuatro primeros capítulos (e incluso de la primera parte del quinto), es el alargue injustificable de la cuestión. Hasta la charla del taxi, todo, o casi todo, es prescindible: el poeta, la exmujer del poeta, los consuegros del poeta y de la exmujer del poeta, los amigos del hijo del poeta y de la novia del hijo del poeta. Todo es prescindible hasta que en, el límite, matemático o no, nos preguntamos por dejar o no dejar, por la situación económica, por los viajes que no hicimos o por los amigos que no toleramos de la persona con la que dormimos.

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