lunes, 6 de julio de 2009

Los chinos, a la China.


Te crees el ombligo del mundo, sobre todo cuando eres un dictador. Y no sólo, únicamente, por recitar cosas que un muerto de hambre copia con lucidez taciturna. Porque si no copia se va a la avenida de los pinos sin nombre. Verdes y con piñas, si ha llovido ese año. Si no, a por uvas, el 29. O el 30 de diciembre. O en la mismísima víspera de Nochevieja. Qué más da, si todo es mentira. Pues eso, China peculiar. ¿Sólo 156?

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