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sábado, 30 de junio de 2012
Huella jonda del héroe
Hay noches que coges un libro y acabas con él, como me ha pasado con Huella jonda del héroe, como en su día lo hice con Pistola y cuchillo, como lo hice con la reedición de Sed de Champán (a Escipión el Africano no le digo nada). esta joya con mayúsuculas nos lleva a la Andalucía mitológica y a la flamenca, y al otro lado del Estrecho, y a una parada camino de Totana y, sobre todo, a entender al Diablo, a amar y a adorar al jodido Diablo.
Son muchas las referencias de este nuestro Sur, el de Montero Glez y el de todos nosotros. Huella jonda del héroe supone recordar a Camarón, a Manuel Torre, al Fillo, al Planeta, a la Niña de Gibraltar, al Corto Maltés, a Manuel de Falla, al Chaqueta, a Luis el de la Juliana, a Caracol, a Diego del Gastor, a Manolito Ortega y un montón de figuras más.
Y recordar Gibraltar, y el Guadalquivir, y la Línea de la Concepción, y San Fernando, y el Puerto de Santa María, y Tánger (aunque no se apellide Soto), y Asilah, y Tarifa, y el Barrio de Triana con mayúsculas, y Rota y Morón y cantidad de lugares donde pillar mesa y comer de lo lindo.
Y recordar a Hércules, y Gerión, y a Job con sus problemas, y a Euritión, y los ladridos de Orto, y Zeus y su prole, y los Hylas particulares (vuelvo a recordar a Escipión, y tampoco le digo nada en la segunda), y al rey micénico de turno, y el Atlas, y el Cabo Espartel para perderse, y Pan sin Peter, y Penélope y Hermes, y Anteo y todos los demás.
Huella jonda del héroe habla de obsesiones y momentos, de billetes de 100 pesetas y de García Lorca, y de las mudanzas de la vida, y de los márgenes más oscuros, y de manjares con los que deleitarse, y ventas inigualbales, y de lo infalible que es el Diablo, y de las palomas de Picasso, y de los toros que nos inspiran, y de culebrillas varicelianas que te joden las entrañas.
También nos recuerda Montero Glez que, según Nietszche, o como se escriba, "la salud no es otra cosa sino la buena disposición ante el veneno". Curioso, al menos.
Y, en mitad de esa Atlántida que no encontraron ni Manuel de Falla ni Colón, sólo la música nos da consuelo, solo nos sirve de válvula de escpae ante la insmensidad oceánica en la que nadamos pero antes o después tragaremos agua hasta encharcar los pulmones. y Montero nos recuerda a Paul Bowles, ya los beatniks que llegaron al sur buscando hierba, música y pecado. Alá y olé, que a fin de cuentas es lo mismo. Y nos recuerda a Richard Fox como si de una clase peñafilística fuera, y los caminos y sus peligros, y el Ventorrillo del Chato, y la nunca hecho túnel que uniría Europa y África, y de las sagradas escrituras y del duende buscado y no encontrado (otra vez Federico,y el otro Fede filosófico). Y clases de historia y geoestrategia política de la Antigüedad, y de ahora, y del Neolítico y del Garum del Lillo, y de los cantos homéricos, y de las escenas andaluzas de Estébanez Calderón que nos muestran al primer Planeta, y de los yankis en las bases, y los hippies llegados de Berkeley, y de los Smash y el Sabicas, y Kiko Veneneo y los hermanos Amador.
Y los dibujos de Miquel Barcelo, y los foticos de Alberto, y del macho y la hembra (llámalo con una letra entre la ele y la ene, llámalo en otra entre la be y la dé).
Y los accidentes de Pollock, y tantos ángeles caídos. Como me gusta lo que escribe Montero Glez. Desde Sed de Champán, aunque no sé si él la valora como es debido, uno de los más grandes de nuestras letras. Y punto.
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