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jueves, 14 de junio de 2012
Mad Men. Quinta temporada
No sé qué pensaban algunos críticos televisivos al hablar del final de la quinta temporada de Mad Men de decepcionante. Así lo tachaban, despectivamente. Cuando uno se acostumbra a la mejor ambrosía, es difícil paladear cualquier otra. Es cierto que un gladiador de la época Julio Claudia no llegaba a los cincuenta años. Pero en la transición de estas cinco temporadas, Mad Men ha crecido. Ha ido sumando matices, y, cada uno de ellos, es un nuevo abismo, un precipicio que ni el mejor de los Jaguar puede sobrepasar. Y en esa coralidad oceánica que es Mad Men, Don Draper los empequeñece a todos. Su nuevo vuelco vital, con sus contras, con los años a las espaldas, con hijos que crecen y tienen sus propias experiencias, con una January Jones (bueno, ya es muchos eneros juntos de cuello para abajo) áspera, con una Peggy que sólo puede aspirar a la independencia, con unos socios que ya no viven para el trabajo sino que simplemente tienen que buscar otra amante que les satisfaga un martes por la tarde y les saque del aburrimiento. Y hay asuntos que no se pueden dejar estar, que Mad Men no es una canción de The Chemical Brothers. Quizás se centra esta quinta estación en el fracaso de las relaciones personales, que convivir es siempre un otoño con nubes negras que descargan granizo y rompen tus nuevas persianas. No es suficiente una casa a las afueras. No, siempre hace falta una piscina, o un apartamento en el que florear nuevas inquietudes. Los 60’s fueron convulsos, pero simplemente porque tocaba, como cualquier otra época. ¿Vietnam? Todos tenemos un puto Vietnam sesentero, porque después del amanecer siempre nos hacemos la misma pregunta: ¿Y ahora qué? Y ese fracaso de las relaciones personales que relatan Don Draper y sus secuaces, en el que Julia Ormond es una señora mayor que bebe más que los hombres de su edad, es el espejo de la falta de valores. Cuando se satisfacen ciertas necesidades, sólo quedan armarios que llenar. Sin embargo, en mitad de esa tormenta de arena, con los ojos llenos de piedrecitas, siempre hay alguien, en este caso con faldas, que se rebela ante la situación. Que lucha contra los elementos. Que desea cambiar algo aunque no cambie nada. Que yo soy ahora y el mañana también lo dicto yo. Volviendo al principio, no sé que mierda esperaban los cítricos de la vitamina A de los que me acordaba en la primera frase. Evidentemente, en 13 episodios hay subidas y bajadas, hay días en los que nuestra prima de riesgo roza límites impensables que hacen temblar y en otros nos acostumbramos a vivir en el abismo. Puede que sea cierto, pero esperar vale la pena, con dos joyitas en forma de episodios undécimo y duodécimo que ya quisieran el 99% de las películas de los últimos 20 años. Cuando expones argumentos a niveles casi perfectos (que es lo que hace Mad Men), cualquier trono principesco parece un chiste ambulante. Quisieras parar el tiempo y que todo fuera un bucle del que mirar desde tu poltrona de insignificancia. La pregunta que se hacen muchos de los personajes, en mitad de la guerra fría que pasa desapercibida, es si todos sus pequeños o grandes sacrificios, valen para algo. Puede que el regusto sea amargo, que existan cuerdas colgantes que nunca esperabas ver, que los michelines de la madre salen antes o después, que los objetivos se cumplen pero las expectativas siguen ahí, que un poco de la anarquía en mitad del aburrimiento no está mal, que los fines ácidos son un medio para conseguir una casa más grande, que todos los requiems tienen un precio, que los palacios se llenan de telarañas y las alertas de una muela podrida nos hacen recordar que siempre está la soga al acecho. Quizás no nos hacemos estas preguntas, pero es que Don Draper hace insignificante a su lado a cualquier persona, a cualquier pensamiento, a cualquier idea, a cualquier jodienda con vistas a la bahía. Y todo lo demás también.
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3 comentarios:
Algo debe tener...porque me he visto todas las temporadas y las emisiones de la quinta del tirón...y no me engancho con cualquier cosa. ;-)
La tengo pendiente, pero no tardará mucho en caer!!
Elena, está bien hecha. Jesús, estás tardando.
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