jueves, 29 de mayo de 2025

El cuento de la criada. Sexta temporada.

Tortitas. Prioridades. La sexta temporada de El Cuento de la criada empieza preguntando en varios lugares, sobre las prioridades. Distintas prioridades. Muchas prioridades. Anoche, en la oscuridad temprana del 28 de abril, la gente no hablaba. “La justicia divina se impondrá”. O no. Tortitas. La gente no hablaba. Silencio. Lunes. Lunes, o cualquier dia. ECDLC nos lleva a un escenario insospechado, pero que, como casi nada, no podemos descartar. No podemos descartar nada. Posibilidades o mierdas, que decía EHDLCV. Cuando denegamos la ayuda del diablo, no hay nada más que decir. Nada. Tortitas.Nunca: “¿Se acabó el plantar cara?”. Esa pregunta, buscando amigos donde los tenemos, es recurrente en nuestra vida. Siempre hay que tomar partido. Partida. Cruzar. Volver. Tortitas. Mierda. Pero se escucha ese “no podemos dejar que ganen” que suena muy bestia, muy bíblico (que decía EHDLCV) y con el que no podemos (o que queremos) mirar hacia otro lado. Es imposible mirar para otro lado. Tortitas. Pasada la parafernalia, el barniz y todas esas mierdas, solo nos queda una pregunta: ¿Podemos perdonar a los bordes? Tortitas. ¿Podemos matar a los bordes? ¿Se merecen los bordes la mierda? El trabajo, los suegros, camionetas. ¿Podemos o no podemos hacer el jarra bajo un arco? ¿Qué se hace bajo un arco? ¿Silbato, esquivar? Guarderias. ¿Qué se basa en la misericordia y el perdón? ¿Tan importante es el agua potable? ¿Mercedes? ¿Rolex? ¿Cosas de mujeres? ¿Puentes? ¿Altos? ¿Dedos? Esta serie siempre nos lleva a preguntas, a la vuelta, a creer que todo es mentira porque todo es mentira. Refugios. “Puto gobierno”. Hágase querer por llamadas telefónicas, por la emoción, por creer en lo que no se puede creer. Y pronto significa muchas cosas. Demasiadas. Pronto significa esperar, aunque muchas veces se confunde esperar con añorar (y con otros eufemismos de esperar). Y en el pasillo largo (que siempre es muy largo, y oscuro, aunque no sea 28042025), siempre hay sustos. O ventajas. O conversaciones sobre trenes. Todo tiene un precio. O varios precios. Demasiados precios. Ya lo dijo Volpini, y ya habló Volpini sobre los agentes dobles. Pero no todo el mundo es valiente. “¿Cuándo dirán basta? Basta. Basta: “Cuando no quede nadie para luchar”. Hágase querer por la gallina roja. Gallinas rojas, eso. Siempre. No se ve esta serie, esta última entrega, sin el premio de la paternidad. La crianza exige prioridades, igual que tomates. Muchos tomates. O azaleas. Las respuestas, la fe, el púlpito: “La gente necesita creer en algo”. Y un pijo. La gente necesita estudiar, leer, aprender. Lo demás son milongas. Lo demás (EHDLCV lo decía mucho), solo necesita leer. Y si no sabe leer, que le lean. Adiós consejos, adiós confidencias, adiós mierdas. Adiós. ¿Quién nos guía? Cuando pensamos en que hay asuntos en los que debemos ser guías, debemos (otra vez) priorizar. Déjate de buenas decisiones. El potencial es un chicle en nuestro zapato. Una puta mierda. El miedo que da ECDLC en esta sexta temporada viene de la obligación, o de importancia de nuestros deberes. Esas últimas vocales nos meten en un lío, con o sin teléfono a la vista, o con sin gente tocándote el hombre con el auricular en la oreja. Desde arriba, con el fungicida pendiente, los nombres bíblicos se convierten en asfalto, en suelo, en una gloria desvirtualizada (¿existe esa palabra?). ¿De verdad debemos justificar cada uno de nuestros actos? ¿Debemos creer en la posibilidad de cambio?. No. Nunca. Todo mentira, incluso cuando nos cambian (o nos cambiaron, o nos cambiarán) los pañales. Todo mierda, filfa. Mucha filfa. Hágase querer por una visita. Hágase querer por lo inesperado. La paz, otra patraña. ¿Qué entendemos por la palabra gentil? O quizás, simplificar: “La única salida es sobrevivir y proteger a tus seres queridos”. El rezo, el silencio y todo lo demás. Pero la solución, la que nos presenta ECDLC, es equivocada. Se queda a medio camino. No se puede cambiar el sistema desde dentro. Nunca. Está viciado. Tumorizado, decía Ginés Caballero. Todo tumorizado. Tragar o no tragar. Y siempre hay una cita bíblica que tergiversar: “Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol”(Eclesiastés 2:11). “Si Dios existe no está en palabras vacías ni en ritos extraños, y desde luego aquí no ha venido”. Siempre hay motivos para joder la conciencia. Todo mentira: “Dios está en todas partes, especialmente en lo lugares más tenebrosos”. Y cuando vemos a los fantasmas del pasado hechos presente, solo podemos decirles una cosa: “Olvídame”. Más frases: “No puedes estar enamorada de un puto nazi”. Deja buenas conversaciones entre mujeres, comparando en número violaciones, comparando monstruos, comparando. Supervivencia: “Nunca fuimos amigos. Tú me dabas miedo. Yo te daba miedo. Nos habríamos traicionado sin dudarlo para sobrevivir”. Volver a repetir la caída a los infiernos. Y viajes que hacer, no por obligación o por tragaderas. “Siempre hay algo impredecible”, pero en las caídas todo tiene su ritmo. La descomposición de un Estado, independientemente de su naturaleza, empieza con las personas y las banderas. Unas tras otra. Luego hay fuego, palabras que no siempre se entienden y tragos que siempre se entienden. En en ese San Juan de quema de trastos viejos siempre hay dioses que caen, que aunque fueran imperfectos, eran nuestros dioses. Ese “Dios siempre exige sacrificios” no es siempre entendido, pero es que Dios es demasiado complejo para entenderlo todo. Aunque al final, todo se resume en la pregunta que todo lo concentra: ¿Qué hubiéramos sido sin nuestras madres? Cuando toca “pulir ese concepto de lo imposible”, siempre nos equivocamos. En esta historia ficción, se dejan muchas preguntas en el aire, sobre la posibilidad de otras muchas cosas. La penúltima frase de la serie es la siguiente: “Pensar puede perjudicarte”. Pensar siempre te mete en líos. En muchos líos. Ahora, recordando, he vuelto a ese febrero de 2018 en el que leí El cuento de la criada de Margaret Atwood, después de ver la primera temporada de la serie, y lo que puse en el blog al respecto: [“ Escribe también MA en la introducción de esa "tendencia a sermonear" de los escritores en algunas de sus novelas. Tendencia a sermonear. Todos, con más o menos voz, sermoneamos: en casa, en clase, en el autobús, por la calle, en un partido de baloncesto, en sueños. Será por sermones. El problema es elegir el sermón correcto, la homilía necesaria de cada día (y no únicamente los domingos). Todos somos sermón, todos somos unas líneas que soltar a un rebaño que nos bosteza en la cara o a una oveja que nos es fiel hasta que la llevamos al matadero. Siempre hay un matadero cerca. Escribe MA sobre ese "jardín imaginario" que iba a crear. No todo es césped perfecto y amapolas y pinos canarios en el jardín; cuando te acercas, hay demasiada mierda (humana y de los perros) y algún que otro cactus con el que pincharnos, y sangrar, y llorar. Recuerda MA que hay personas que dicen que Dios está en los detalles. Margarita nos recuerda que el diablo, también. En muchos de esos detalles y en algunos otros en los que no nos damos cuenta. Será por detalles”]. Pero siempre nos queda Atmosphere de Joy Division, aunque hoy, como cuando uno pierde a alguien que solo se materializó durante unas semanas, quizás sea mejor escuchar Shadowplay. Un buen final para una serie que no siempre pareció tan buena.

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