domingo, 29 de marzo de 2020

Unorthodox. Primera temporada.

“Un judío que peca sigue siendo un judío”. Y no. Ahora, en tiempos de coronavirus, “no hay lugar como el hogar”. Ahora que están mis alumnos enfadados con el mundo por estar encerrados, nada como ver Unorthodox para ver un encierro de por vida, un infierno por descubrir en el día, la imposibilidad de elegir (muchas veces nos enfadamos por la posibilidad de decidir y aquí es al revés). Huir. Unorthodox es una huida que sabes que no va a acabar bien. No. Es imposible. Contra la Torá no se puede luchar. Esta serie es la representación de la negación de la persona, la subordinación total a una locura disfrazada de religión. Ultraortodoxo. Los mandamientos de la religión. Todo lo ultra, resbala. Te saca lo peor. Las arcadas que se están viendo cuando, en algunos países (aquí no, el Sanchismo, religión oficial del reino introducida por esa corriente llamada redondismo, no las hace, estaba preocupada por el 8M y las mamandurrias de género, génera y génere, como bien digo en clase) en pleno coche o por la calle, te hacen los test del coronavirus. El ultraortodoxo judío, el ultrasanchismo, cualquier definición de ultra, acaba con la persona, con lo individual. Lo principal, la gran mentira edulcorada, la falsa realidad de un telediario que acaba con flores de geranios hablando de esperanza pero que no pone imágenes de la morgue de la pista de hielo. No. Hay que vender la gran mentira. Unorthodox es la gran mentira, es el drama de una muerte en vida, es el drama de mirar para otro lado, es permitir matrimonios sin fuste. Nuestro drama, el de la España del 29 de marzo de 2020, es el de un gobierno sin rumbo, que culpa a todos de todo, que no ve sus propios errores, sus desaciertos, su imprevisión y su nulo acto de contricción. Aquí, como el primo político ultra que se va de Brooklyn a Berlín a por la chica huída de una comunidad cerrada, todo está justificado: las mentiras, la persecución, el revanchismo y el odio a los demás. “Las mujeres no pueden leer el Talmud”, le dice el esposo enojado a su esposa que busca algo que no sea dolor en su matrimonio. Aquí, en la España sanchista, en la España ultra de este gobierno sin brújula que funciona a golpe de farsa y coyuntura, se está persiguiendo (nada de publicidad institucional) a la prensa crítica, mientras se vierten millones de euros (no de mascarillas) en la prensa oficialista (que suma más del 90%). Ayer alguien recordaba el gasto anual en televisiones públicas: más de 1800 millones de euros. Ahora, vamos a pensar en toda la mierda subvencionada, chiringuitos varios, de apoyo al ultrafeminismo, a los chicos ultra de la religión de Greta, a las embajadas catalanas por Europa, al tiempo y dinero de pines parentales, al dinero para el que no le da la gana de coger pimientos en Torre Pacheco… Pensad, en ese dinero, en camas de UCI, en mascarillas, en respiradores. Si hay 1800 millones de euros anuales para televisiones públicas, deberían existir más medios sanitarios. Esta fábula llamada Unorthodox es aplicable a casi todo. ¿Dónde está la epifanía de un ultraortodoxo? ¿Dónde la catarsis? ¿Dónde la del gobierno de Sánchez? Se pregunta Alcázar tras la rueda de prensa de la ministra Díaz, esplendorosamente peinada y maquillada una cuestión sobre las apariencias en tiempos de coronavirus, él que presenta un programa de lunes a viernes. No es solo la fachada. Siempre le digo a mis alumnos, alumnas y alumnes (¿lo he dicho bien, ministra?), que se fijen en el barniz de las cosas: algo anquilosado en el pasado, algo que no vale para nada, puede ser vendido si tiene un buen barniz, un buen maquillaje, una buena fachada: la idea ortodoxa del judaísmo o la perversión de un gobierno de naufragio continuo. Coda: Aquí seguimos a George Harrison y su frase sobre las etiquetas: "Prefiero ser un ex-Beatle a ser un ex-nazi, aunque preferiría ser un ex-nada".

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