sábado, 28 de marzo de 2020

The English Game. Primera temporada.

Nada como los comienzos del fútbol profesional en Inglaterra para intentar desconectar de la paranoia del coronavirus. Me han preguntado varios alumnos últimamente sobre fútbol. No hay fútbol en directo. Se reponen partidos clásicos y contemporáneos, finales y victorias, dramas y sonoros campeonatos. Pero nada como el directo. A mí el diferido, como que no. Me gusta recordar los momentos puntuales de memoria, sin verlos, aunque a veces lo haga. Viene bien ver The English Game. Ese paso del amateurismo al profesionalismo. 1879. La jodida FA Cup. Casi nada. Y frases para enmarcar ahora que Calviño intenta frenar la ofensiva podemita en economía "aprovechando" el desastre. The English Game: "Necesitamos el dinero. Pero el fútbol, también". Estamos viviendo sin fútbol esta locura, este encierro. Podríamos estar repasando la guerra ruso-turca y sus consecuencias internacionales (ahora que tenemos el jaleo turco-griego), pero no. Pensamos en empates, en prorrógas, en ese momento después de una prórroga. Pero The English Game nos sirve como retrato de un cambio, de una primera globalización que no se consideró como tal: el cambio del precio del algodón, sus repercusiones, las bajadas en el salario de los obreros de los telares, la introducción de la mujer en el mundo del trabajo, la precariedad, los familias monoparentales, las relaciones entre señores y esa "clase obrera" entre barbas marxistas y abortos, entre sábados de fútbol y lluvia y quedada en el pub. Época de embargos, de créditos que no se daban, de cierres patronales... Suena postapocalíptico, postcoronaviríco. Y el miedo de los señoritos a perder el control, a no llevar las riendas, a no joder en nombre de la monarquía y el estatus. Los primeros socios de los clubes, el sueldo por jugar, el mercenario frente al altivo señor de traje. Y la paternidad olvidada por el fútbol, y las preguntas que vienen y van. Y el paso del tiempo, y la repetición de la bajada de salarios, y los primigenios ideales sindicalistas, y la quema de viviendas de patronos. Todo muy revolucionario, todo muy anclado en el pasado, todo muy inglés. El proteccionismo contra el librecambio, ideas añejas frente a ideales soberbios. Y el patrón hablando del obrero: "Siempre quieren trabajar menos y cobrar más". Habrá que ver el número de liberados sindicales sanitarios que se han reincorporado voluntariamente durante la crisis coronavírica. Hay que reivindicar el sindicalismo de Camacho y Redondo, trabajo de mañana y sindicalismo de tarde... Y nunca llueve a gusto de todos ("El problema del tiempo en Escocia es que es muy escocés"). Y esa idea, tan manida pero que ahora, tras 15 días de confinamiento vuelve a salir a la luz: "Se vaciarán antes sus estómagos que nuestros bolsillos". Siempre hay que pedir responsabilidades ante el incapaz, ante el ineficaz, ante el que lleva a la práctica el Principio de Peter: "La vida acabará juzgando a nuestros jefes por cómo nos han tratado". Luego, por supuesto, estará el gobierno de España, ya despejando balones fuera y culpando de todo a las "autoridades sanitarias" ¿El gobierno de España no es autoridad? ¿Por quién nos toman? Hay una vez, un momento, una situación, en la que se acaba el momento de hablar. ¿Habrá justicia en España después de este desastre. ¿Debemos tener compasión del terco incompetente? Pues no lo sé. Hay otra frase en The English Game que hace pensar (y mucho): "Son precisamente los monstruos los que más necesitan plegarias". Y la doble personalidad, antes, durante y después del fútbol. El fútbol, como otros deportes, nos transforma, nos vandaliza y nos enterneces, nos lleva de la tortura a la felicidad, de lo genial a lo enigmático. Y todo lo demás, también.

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