viernes, 20 de marzo de 2020

Riphagen, el carnicero holandés

Una puerta. Dos tipos trajeados buscando judíos o propiedades de judíos. Abren dos viejos enpijamados. Un judío carpintero. Y ahí empieza la historia de este carnicero. La ley. La puta ley. Y otra vieja en un hueco de la escalera, con diamantes en el pelo. Judíos o propiedades de judíos. De eso se trata. Se trata de cazar y aprovechar la coyuntura. La puta coyuntura. En la Holanda de los tulipanes, los nazis camparon a sus entrañas. A por el último judío. Riphagen, el carnicero holandés, pese a su principio lento, nos lleva a lo peor de lo peor, a esa venta de principios a cambio de supervivencia y dinero, a cambio de sacar la escoria interior por un plan alternativo en mitad del caos. Un vendecompatriotas de toda la vida. La utilización. La persona como lo peor. Cuidaos de los que van de patriotas y defensores a ultranza de un grupo, de una religión, de una idea. Mucho falsario. Mucho. Es una historia de mentiras, traiciones y de falta de confianza. Y es historia ficción. Resistencia, trenes restaurantes, viajes a Luxemburgo a cajas de seguridad, judíos masacrados, policías vendidos antes, durante y después de la ocupación. Riphagen, la historia de una gran mentira. Pero es verdad que se queda corta, que han maquillado esa mentira, esa gran jodienda. No hay que edulcorar el dolor ni la vergüenza. En JFK nos subrayaban con boli rojo que "la traición no prospera porque si no nadie la llama traición". La puta traición. Ahora que con el coronavirus hablamos mucho del "cierre de fronteras", nos damos cuenta de su fragilidad. En la II Guerra Mundial, en su agonía, lo de las fronteras era un puto chiste. Los malos holandeses, camino de Bélgica, o de Alemania, y toda la mierda seguía instalada en su interior. Lo peor está dentro de uno mismo. Siempre. Cuando toca sacar los más bajos instintos, todo cambia. Aunque acabe la guerra, el horror se mantiene, se busca venganza. Y a cada cerdo le toca su San Martín. O no. ¿Somos capaces de perdonar a un asesino cabrón? No debemos Nunca. Coda: Ni olvido, ni perdón. Nunca.

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