viernes, 27 de junio de 2008

La escafandra y la mariposa (yII)


Ayer, con la famosa huelga del transporte público de autobuses en Murcia City, haciéndome la letanía de una espera ignominiosa, pasé por DM y compré La escafandra y la mariposa. Ya he hablado aquí de la peli. Soberbia. La esencia del libro sirve para ilustrar con imágenes ese situación. Desde el inicio del libro lo que más le cuesta a Jean-Dominique Bauby son las cosas cotidianas: dormir, respirar, sobre(vivir). Y dentro de esa imposible cotidianeidad ni hablar del aseo personal. Una odisea de manos que te lo hacen todo. Y sientes frío, y dolor, y no puedes decir nada. Hasta que te enseñan una secuencia de letras y te da por cucar el único ojo que te funciona, y no te han cosido. Y desde entonces todo es diferente, distinto. Eres un cactus encerrado en un frigorífico.
El libro es un refrito mágico de pensamientos, recuerdos, imágenes y sonidos (lo dice en el último capítulo). Es jodido que te definan como un vegetal cuando tu cerebrito está funcionando como siempre. Pero físicamente eres un jodido espantapájaros. Y, encima, no te acuerdas de los sueños.
En ese ambiente deprimente, en un sanatorio de Berck, recuerda hechos como la relación con un padre enclaustrado en un tercer piso en un piso de París, al que escucha maquinalmente a través de un teléfono. O la visita al Benidorm de los enfermos (vulgo, Lourdes) con una de sus compañeras/amantes.
Pero la catarsis, creo yo, llega en el penúltimo capítulo, titulado A day in the life por la famosa canción de los Beatles. Ese capítulo narra los acontecimientos ocurridos el día en que Jean-Dominique Bauby sufre su ataque cardiovascular, el día 8 de diciembre de 1995, un día que, curiosamente, también había huelga de transporte público, en este caso, en París City. Un viernes, el último viernes definido por él como el de un “terrícola en perfecto estado de funcionamiento”. El recuerdo de aquel día en el que iba a probar un BMW gris metalizado. Y entre dos noticias radiofónicas, sonó A day in the life. Su comida de trabajo en la oficina, su visita a la casa familiar a recoger a su hijo para pasar el fin de semana con él. Y el recuerdo, dentro del recuerdo: un atropello un día de escuela, cuando el autobús que lo llevaba pisó a un tipo, y lo destrozó, y mientras, él y sus compis, canturreaban el Penny Lane de los Beatles. Curioso, que no casual, que las casualidades no existen. El recuerdo de aquel día: una entrevista con una exministra, el capitán Haddock, el último beso a su última compañera/amante, la agonía de Mitterrand. Y aquel BMW (llega a decir que “los buenos coches se reconocen por el chasquido de las puertas al cerrarse”). Y entonces, el sudor, el frenazo del coche, la búsqueda de su cuñada enfermera. Más que un jamacuco pare un pelotazo lisérgico. Pero no. Al hospital. Y al infierno. Y la tristeza compartida. Y todo lo demás.

2 comentarios:

Señorita Puri dijo...

Me resistí a ver la peli en icne y me arrepentí cuando la ví en dvd hace una semana. preciosa y con una estupenda banda sonora.

supersalvajuan dijo...

Grandísima peli. espectacular.