lunes, 22 de febrero de 2021

It's a Sin. Primera temporada

Te deja un sabor agridulce It’s a Sin. Una buena idea, una buena serie, unos buenos actores… pero con algunos juicios de valor preconcebidos. Doña Margarita, siempre culpable. No es que sea santo de mi devoción doña Margarita (ni el laborismo británico del tito Tony tampoco por mucho que invitara a tomar té a los hermanos de Oasis a su residencia). Son políticos. Y los políticos van a lo suyo. Prefiero como tocan en 22 juli el tema de los recortes en Sanidad… pero eso es otro cantar nórdico, otra cuita noruega. Empieza la primera temporada de It’s a Sin con una conversación familiar, y va a acabar con el retrato de una madre hecho por la amiga de un fallecido. Se habla mucho del sufrimiento de las primeras víctimas del SIDA, pero no siempre del maniqueísmo de sus familias. Perdón, de la vergüenza de algunas de las primeras víctimas y de muchas de las familias de las primeras víctimas. Se podrían escribir tesis sobre ese tema. O estarán escritas y habrá que buscarlas. O no. También, al final y al principio, aparecen barcos en viajes de ida y vuelta, y vueltas a casa a morir. A morir escondidos. Como ratas infectas. También no es apta It’s a Sin para regaladores de consejos, porque aparecen regaladores de consejos: haz esto, no hagas esto. Todo mentira. Vidas cruzadas entre barcos y obras, entre oraciones en idiomas entraños y mierdas varias pidiendo a Dios (a uno, no sé a cual de ellos) sacar a Dios a un hijo de un pozo, porque si no te mandan a Nigeria. Viva Nigeria. Jodiendas varias en tierras inglesas. ¿Cómo es tener pinta de galés? Pero antes o después, se pasa del Infierno a la Felicidad. Con mayúsculas, con minúsculas… y viceversa también. También. Y en un banco, habladurías. Hablan de señoras, de mujeres, sobre la actual casa de los Nets. Hablan de la muerte de 41 hombres del “mismo tipo de cáncer”. Casi nada. Con el SIDA pasó como con la heroína en la España ochentera: ni los médicos sabían como tratar a los enfermos. Hasta se habla de enfermedad de pájaros, pijo. Y empiezan a enfermar, y empiezan a caer. La pandemia del SIDA. Siempre recuerdo en clase a Manuela en Educación para la Convivencia (una materia con la que aprendimos mucho, en la que vimos fragmentos de Blade Runner y anuncios de Nike) la foto del moribundo de Benetton con SIDA. Y los argentinos, con o sin Malvinas, a su país. Y en la pandemia del SIDA en los 80’s había que entrar con EPI para ver a los enfermos. Pero los médicos seguían vendiéndolo como cáncer. ¿Cáncer de qué? Y siempre hay manchas en las cocinas. La raya de moho siempre es infinita como el pinchazo con una aguja en una noche de rayaduras de limón. O no. El Chernobyl de las pandemias. Los infectados como apestados en los hospitales. Cepa de la gripe gay. Así se vendió. Tal que así lo dicen en la serie. Cepa gay. El pecado y sus daños colaterales. El pecado, los llantos y los giros inesperados. El trabajo, el futuro, el plan A y el plan Z, las jodiendas varias. Y como con el COVI, la muerte en soledad. En la más asquerosa soledad. Y si había que limpiar la sala con zotal después de que el apestado muera, pues se hacía. Zotalización de la existencia. Y el sueño húmedo de todo conservador de acabar con los sindicatos. Y como en Your honor, suena Joy Division… y hay meurte pronto. A la vista. A la cepa gay se la consideraba yanki en principio. Vaya cepita. Pero no solo yanki. It’s a sin es una serie de carencias y excesos, de fracasos y huídas. Medidas ante las antimedidas. “El SIDA es un chanchullo de las farmaceúticas para sacarnos la pasta”. En fin. ¿Creado en un laboratorio? ¿Paciente cero? ¿Creado por los rusos? Cambiamos Rusia por China y un par de cosas más y listos. Distópicos todos. Distópicos del mundo, venid a la perdición. Como padres de sus hijos, como en Years and years, se van dando saltitos temporales a través de una música lúcida pero elocuente que nos muestra que todo es teatro, y que la función debe seguir hasta que el COVID la pare. O no. Lo decía Silvia Marsó en una entrevista con Ayanta: ¿Dónde cenan los actores y los técnicos de las obras de teatro tras una función en la era COVID? Pues en la carretera, no queda otra. Unos cayeron y otros no. ¿Justicia poética? ¿Lotería? ¿Viajes a Lourdes? ¿No has ido a Lourdes todavía? Ataques epilépticos y al cuarto de los apestados. Vuelta a 1348. Presos en hospitales, que fueran contagian. Demencia a los 24 años. Resultados que tardaban meses. Casi nada. Y el show de los entierros y la perversión de la docencia, y las primeras manifestaciones acusando a las farmacéuticas de enriquecerse, y de alargar los plazos y encarecerlo todo… ¿Nos sigue sonando? Hasta la maldición de las pastillas. Pero todo era por un virus perfecto… Un buen retrato de un maldito momento el que hace It’s a Sin.

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