martes, 16 de febrero de 2021

Your Honor. Primera temporada.

Los años sabáticos no hay que planearlos. Nunca. Se hacen o no se hacen, en el momento. La primera temporada de Your Honor es de curiosidades, no de casualidades. No. De momentos inadecuados. De errores que cometemos en la vida y llevan a una situación inesperada. O no. Y como ocurre desde la sala judicial, “mantegamos la distancia social”, dice BC en su juzgado. O no. Casualidades, no. Ninguna. No. Empieza Your Honor con carreras. Con idas y venidas. Con motos, con flores, con herencias antes de tiempo. El siglo XXI es el dela velocidad, en el que todo va más deprisa de lo debido. Y pun. Lenguas fuera. Nos falta, como si Camilleri pudiera, la segunda parte de Las ovejas y el pastor. Sangre, perros y policías varias. La mafia en el horizonte. Aniversarios, Cadena perpetua (vivan las películas) y amenazas televisadas. Un sindiós. Un hecho que no cambia, un mundo por descubrir, un ejército de idiotas que lloran intersecciones de muerte. Y las matizaciones, las precisiones. “El nicho no es para enterrar”. ¿Hay alguien que no se acuerde del nombre de su abuelo? Hágase querer por una Kodak. Nada como meter un falso culpable en una libro, en una serie, en una película. Pues sí. Y funciona. Mentiras para estirar chicles. Y escuchar a Joy Division y hacer el Ian Curtis en el cuarto de las fotografías. Viva Ian Curtis y vivan los 18 de mayo. “El amor nos desgarrará otra vez”. Viva. Y esas relaciones entre profesores y alumnos, llevadas al extremo, los escándalos policiales, la corrupción en la cárcel. Hermanos muertos que son visitados en el entierro por hermanos encerrados. Eso es una gran estampa. Estampas al poder. Interrogatorios fallidos. ¿Somos capaces de mantener a una familia íntegramente defendida? ¿Es posible? Muertes ocultas, asesinatos ocultos, venganzas que no se cumplen. O sí. Y en NOLA todo es posible, porque siempre hay “un distrito nueve que parece Eritrea”. Vaya usted un rato a La Paz, a La Fama, a Los Rosales, al Espíritu Santo. ¿Eritrea? ¿Sabría alguno de mis alumnos colocar Eritrea en un mapa? Hasta el guiño del basket tenemos en Your Honor, una metáfora. Se pretende quitar una cancha del asunto Naismith, pero el negro con poder dice que nones, que aunque sea el lugar que acumula más delincuencia en el barro, se mantiene: pan y circo. Viva el baloncesto: en 100 vidas no vamos a disfrutar con otro circo como el baloncesto. O sí. “Lo único que no se puede hacer es nada”. Nada de nada. Mierda sobre mierda. Y frases para aplicar a la vida, a los institutos, a las vacunas y a la política en Cataluña, a Megacuarenteno y a las PCR que no se hizo Illa antes de los dos debates: “Las reglas son como las rosquillas: todas tienen un agujero”. O no. Pero todo es mentira, y no únicamente en política. En política más, pero quizás matizadas, barnizadas. Para seguir con la estela de Succession, esas comidas familiares y las batidoras de mierda. Y los cambios de cromos, y las explosiones de muerte (¿o eran muertes explosivas?). Y esos entierros que ya hemos visto en la NOLA de Treme, música en la parte negra del asunto, fuego sobre fuego, familias que desaparecen por una tormenta o por una bola de fuego o por un terremoto como el faro de Alejandría. O no. Todo es mentira. Chantajes al poder. “El dolor y la muerte unen a la gente”. Entrevistas, mentiras y fotos para enmarcar. ¿Si tú vivieras en NOLA la abandonarías? ¿Alguna vez? ¿Nunca? Pero siempre hay un momento que bajar(se) los pantalones y volver a mentir. Y hundimientos y detenciones, y odiar Atlanta por sus limoneros. ¿Haríamos lo mismo con Santomera? Hasta el virus se hace protagonista. Y los chivatos, y La Broma infinita que tendré que volver a empezar a leer antes de que termine este Open de Australia y volveré a dejarlo también antes de que termine el mismo torneo. Y hasta sobre la infidelidad de los muertos nos hace reflexionar Your Honor. Hasta de eso. O no. Coda: Marcapáginas a pares para La broma infinita. Nadie nos dijo que Your Honor fuera algo supuestamente divertido que si podemos volver a ver. Quizás. Pero el problema del dolor siempre es un referente de la reflexión. O quizás, tampoco.

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