miércoles, 6 de mayo de 2009

Higos y moras.

La primavera y los gusanos de seda. En la cocina b de Is hay un montón. Alegría y hojitas de morera. Es un ritual. No hay perdón. Muy profesional. Y ahora me dice mi jefe que vaya a por hoja. ¿Pero esto que es? Gusanos, parece que estoy hablando de la ESO. 
Y comienza la transformación. Todo se transforma, como dice Jorge Drexler. Y el vino sigue cayendo. Viva el vino. Y los gusanos. 
Y, al final, el capullo. Hay tantos en el mundo, que unos pocos más, durante unos días, no pasa nada. Estamos para esto, ¿no? Pues eso, los dejo que sigan a lo suyo. Por lo tanto, no puedo decir que yo ya no cojo hoja de morera. Y que no me manche. La maldita mancha de mora. Y eso, nos lleva al verde. Al bendito rayo verde.  Y, por cierto, si alguno va a por hoja, que lleve cuidado y no se ponga a la sombra de las moreras, que te enfrías.  Y peor aún es la sombra de las higueras. Mucho peor. Ya lo dicen los abuelos. Y si lo dicen los abuelos, eso va a misa. A misa de 6. Y punto. 

10 comentarios:

Sarashina dijo...

Yo criaba de pequeña. Luego en mi casa inventamos un dicho, parecido al tuyo. ¿Dónde está tal o tal otro? ¿Qué hace? Y respondíamos: está como los gusanos de seda. Y si alguien insistía se respondía: haciendo el capullo. Así vamos.

supersalvajuan dijo...

Es verdad, Fuensanta, hay mucho tipo haciendo el capullo. Como cuando me miro al espejo.

M_a_R dijo...

¿Como que en la cocina? Con los bonicos que son!!!!

Mar dijo...

Me has vuelto a hacer reír con tu frase "Y, al final, el capullo. Hay tantos en el mundo..."¡Hey!, ¿quién no ha tenido gusanos de seda de niño?. A mí me encantaba (literalmente) verlos cómo se comían la hoja. El ritual es perfecto.
Otra perfección más de las que hacen estos bichos tan fríos y asquerosillos.

El "Yo ya no" me ha recordado al Amo a Laura.

Un saludo.

Eme (Nada que ver con eme dj)) dijo...

Yo tenía una caja de zapatos con gusanos de seda, me los dieron por la calle y tuve que llevarlos en la mano, todo porque se me ocurrió decir que qué era eso. Me acuerdo de la caja donde los llevaban, me pareció enorme, pero teniendo en cuenta que yo no tendría más de 7 años seguro que no era tan grande.

Al final los gusanos se transformaron en capullos de seda y yo quería saber cómo eran por dentro total que cogí unas tijeras y me puse a investigar y ya se sabe lo que pasó.

Anele dijo...

Me pasare a ver las mariposas...

supersalvajuan dijo...

Mar Sanz, es que la cocina b es la segunda cocina, en plan trastero.
Mar, siempre hay que reir. El Yo ya no es de L-kan, uno de los grupos con más talento de este país.
Lali, cuidadín con las tijeras. Así empezó Lorena bobbit.
Nefertary, tranquila que las mariposas van a lleeeeegarrr.

hm dijo...

El sitio propio de la casa para tener los gusanos es la cocina... yo los tenía allí de pequeño, al menos... me ha encantado lo de el capullo... ¡ y tantos que hay, jajaja !.

Estoy intentando superar todavía el video de yo ya no...

supersalvajuan dijo...

Hm, todo se supera en la vida.

Leandro dijo...

Hace, no sé... tres, cuatro años, mi hija se plantó en casa con una caja de gusanos de seda. El regalo envenenado de una mal llamada amiga. Había cientos, con tendencia a miles. Al principio eran casi microscópicos. Bueno, vale, no pasa nada, ponlos por ahí. Luego empezaron a crecer. Se mudaron a una caja más grande, y luego a otra. Una enorme caja que entorpecía la circulación. Siguieron creciendo. Al fondo de la caja, un palmo de gusanos de seda. Fríos, ciegos y revueltos. Enredándose unos con otros. Una masa en constante movimiento. El consumo de morera crecía de manera alarmante, a la par que los gusanos. Dos o tres viajes al día a las moreras del barrio. Bolsas y bolsas. Vaciabas una bolsa sobre aquél engendro, y empezabas a oírles rustrir. Las hojas de morera se estremecían. Sabías que había algo hay debajo. Rustrían, masticaban. Crecían. Llegó el momento de hacer los capullos y pasó lo que tenía que pasar. No había sitio para todos. Unos encontraron sitio en las ramas que pudimos ir introduciendo en la caja. Otros no. Se enredaban tejiendo unos con otros. Algunos se quedaron con la tarea a mitad, otros ni pudieron empezar. Pero a todos les llegó su momento crisálida, y empezaron a metamorfosearse a ojos vista. Fueron cayendo. Unos enteros, otros a mitad de su transformación al aire libre, otros dentro de sus capullos a medio terminar. Creo que algunos habían fallecido antes al fondo de la caja, al no poder alcanzar la comida que caía sobre la superficie. Un desastre ecológico con todas las letras. Centenares de individuos de una misma especie, muertos. La caja rezumaba algo viscoso por debajo. No fue fácil sacarla de casa.

A lo mejor es verdad que nada se pierde, todo se transforma, pero yo diría que aquéllos gusanos se perdieron. Por si acaso, yo ya no crío gusanos de seda.