La frase del día, encontrada en Redes: “El sexo, a partir del siglo XVII, se convierte en un objeto del poder, en un objeto de normalización de la sociedad, en un objeto de técnica política”. La frase en cuestión es de Beatriz Preciado, de la que he empezado a leer su Testo Yonqui.
Canción del día: Mi némesis particular, de Copiloto. No para de repetir: “Te sientes mejor si me siento peor”. Pues tendremos que ir al Ikea a comprar algo. El Tirup está bien, suave, resistente y todo lo demás.
Aquí dejo la referencia de FranciscoNixon sobre la famosa cagada que hace la gente cuando pide un White Label, y no, es un Dewar’s. Y el viernes, la gente haciéndome la contra. Habrá julays.
Otro texto de los que hice que sacaron en Uebos (nº7, marzo 06):
¿Eran las galletas?
Creo ver el llanto de una mariposa pegada a la ventana de la despensa. Siento su desesperación de filamento de bombilla, de muerte prematura, de dolor y caída, de pesadilla de cara destrozada. Se intenta escapar como un árbol del incendio que sabe que le espera, como la viuda el día de su boda. Está más perdida que Malco a los pies de Pedro, espada en lo alto mientras la roca andante se pone furiosa. Y creo que entiende el crujir de un sitar alentador, de deseo de volver al más acá. Pero no. El aleteo es puro estertor de muerte. La suerte está marcada como el clavel en la cabeza del sietemesino abortado. Cajas blancas y dientes aún más blancos que nunca llegaron a salir. Aleteos pesados para un futuro de ascensión, de levitación, de magdalenas recién sacadas del horno para se devoradas por el imbécil impenitente. Se para. Inmóvil. No abro la ventana para no deshacer la magia mortecina, el placer agónico de la desdicha. Me pongo a mirar el techo, blanco, inmaculado de deseos. Quiero irme a otro mundo y no puedo, y las poesías son una puta mierda. Y el sentimiento, y el aleteo son inertes recuerdos. Decido abrir la ventana y coger la mariposa por el centro. Me mancho las manos mientras pienso en cosas que me impidan pensar en mi muerte, en mi nuevo comienzo. Pienso en puñales clavados en una pecho, en no creer en casi nada porque casi todo es mentira. Se resbala entre mis manos. Me doy cuenta de que disfruto con muertes ajenas, con deseo animal. Seguro que algo me espera, no sé si oportuno. Vuelvo a mirar al techo, y sigue igual. Aplasto el deseo de aplastarme contra la pared, y no sé que hacer. Cojo una servilleta y entierro en ella a las alas marchantes. Colgado a no sé dónde, me acuerdo de Humbert Humbert y me parece que es el mejor cementerio posible. Corro a la estantería del salón con la servilleta en la mano. Desde este momento, la fallecida voladora descansa pacíficamente en la página 122 de una edición asquerosa de Lolita, con un doble hache al que le sale el semen por las orejas. Por cierto, no me acuerdo qué demonios buscaba en la despensa.
2 comentarios:
Espero que no nos pase con el Bombay Azul como con lo del White Label, sería una lastima descubrir que estamos equivocados
¿Pero que tienen que ver las galletas? Quizás, lo que buscabas en la despensa ¿no? En realidad no creo que estés hablando de eso.Yo lo que saco en conclusión es que si supiéramos que las cosas van a salir mal antes de hacerlas, no las haríamos. Sin embargo, no estoy de acuerdo contigo. Yo creo que a veces, lo que importa es precisamente,el proceso intemedio, aunque el final no sea el esperado
Publicar un comentario