Hace 4 horas
domingo, 10 de mayo de 2009
La mascarilla.
Sábado 9 de mayo de 2009. 17:05. Cojo el undécimo autobús en menos de 36 horas. Y yo pensaba que no podía sorprenderme más. Un autobús urbano ya es una peli gore. Un interurbano lo multiplica por cinco. Es una especie de Kill Bill pero en versión bizarra. Pues no. Esta vez la sorpresa vino de fuera. Cruzando uno de los puentes que nos hace pasar del barrio del Carmen a lo que otrora era intramuros, con un chándal de ese equipo que recibió un set la semana pasada, me encuentro a un julandrón solo que lleva una mascarilla. Lo mejor es que en su soledad, mirando atrás y hacia delante, preso de su soledad, se la quita. Me quedé perplejo. O, que, quizás, definitely maybe, no lea la prensa. Y eso si que es más normal. Más tarde, cuando las entrañas de la noche empezaban a aparecer y nos parábamos unos segundo por Santo Domingo, tomándose un heladito, había otro individuo con mascarilla incluida. Supongo que fornique con ella, por si acaso.
Menos mal, que esta noche, escuchando programas atrasados de radio, me he encontrado con esta canción de Stuart Murdoch. Menos mal. Y punto.
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4 comentarios:
En algunos sitios, el transporte urbano no es una opción; es una condena.
En cuanto a lo de la mascarilla; me resisto a un apocalipsis tan cutre.
Un saludo
Juan Luis, demasiado cutre, y demasiado irreal. Yo creo que era para llamar la atención, para dar la nota. Demasiado cutre, tienes razón.
Ciao.
Por favor dime que eran chinos...
Más españoles que ninguno de nosotros. Typical spanish.
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