Hoy vi Con amor, Liza, una peli para el lucimiento personal de Philip Seymour Hoffman. El tipo que nos aseguró con rotundidad, sentado en el suelo, que no estamos en la onda, interpreta aquí a un joven profesional en ascenso en el campo de la informática que de un día para otro se queda sin vida tras la huída al otro barrio de su esposa. La corona de autodestrucción que se impone le lleva a dejar su trabajo, enfrentarse a su suegra y estar aspirando gasofa todo el día. El momento, darse cuenta de la irrealidad de su falsa felicidad, el dolor contenido sólo en ocasiones. Y una carta de despedida que se niega a abrir. Peli de las que hay que ver y poner al personal para bajarlo de su poltrona, más falsa que un billete con la cara de Bin Laden. Aunque siempre nos quedan bajadas al infierno en la tierra, cactus, buitres y caminos estrechos, tipo San Juan de la Cruz. Porque al final, o antes del final, o al principio del inicio, el sueño se acaba rodeado de una aureola de sudor. Y punto.
Hace 56 minutos
1 comentario:
Me encanta esa canción pero parece que a Jota no le gusta mucho cantarla en los conciertos.
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