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martes, 17 de enero de 2012
Homeland. Primera temporada.
Nada como pasar una temporada en el Infierno. Infierno con mayúsculas. Una perversión. Una identidad con cambio en su ADN. La premisa de Homeland es la de un marine de USA que se pasa más de ocho años encerrado por Al-Qeda, o como cojones se escriba. No es fácil imaginar la situación. Aquí hemos visto cabronadas del estilo, como cuando los putos etarras encerraron a Ortega Lara. Un disparate que se merece una guillotina como Dios de grande. Inmensa. Pero eso es otra cosa. A lo que iba, sin impuestos. La primera temporada de Homeland me ha recordado mucho a Rubicón (yo, como Sofía Vergara, he nacido en Burgos canto como me sale del alma). Demasiado buenas las dos. Y con una Claire Danes a la que no recordaba así desde Es mi vida. En este caso, nuestra Cenicienta, sin Leonardo Di Caprio, hace de agente de la C.I.A. Tal que así, y con trastornos. De los bolis verdes y amarillos escribiré otro día, que hoy toca el púrpura. Y estando en Husseinlandia, un encarcelado le dice que un buen americano se ha pasado al lado oscuro del Islam. Hace unos años hubiera sido distinto. Ahora, podemos ver a Hillary Clinton con la mano en la boca y no nos asustamos de nada. Esa jodida premisa, que te digan que un yanki acoja en su seno el Islam más radical, lo jode todo. Todo. Allí lo que toca es ser un buen padre, no engañar a tu mujer, ser un buen seguidor de Cristo, llevar cuantos más galones y pagar tus impuestos. ¿Y si ponemos todo en entredicho? Decía el bueno de Federico Volpini que el diablo es un agente doble al servicio de la Inteligencia. La maldita Inteligencia y guardar la obstinación. Las cartas de amor, otro día. Y a un espía se le paga por malpensar. Siempre hay alguien malo que quiere joder a Occidente. Nada como bombas, y torres, y si cae el día 11, mejor todavía. Sangre a rabiar, y si podemos joder al líder o futuro líder del mundo libre, lo hacemos. Por sus putos innumerables pecados. Pero no todo es política. De vez en cuando, sale el lado cabrón: la infidelidad, los recelos, el desamor, la prensa y todo lo demás. Una temporada ilusionante y una hija que te hace pensar, una mujer de la que esperar un cambio, una idea que llenar. ¿Se puede ir todo al carajo? Es cuestión de tiempo, pero las inyecciones tienen repercusiones. Y buena definición la que hacen en Homeland de daño colateral. Dobles dígitos, como en el baloncesto. Dobles figuras, nunca mejor dicho. La puta política. Como decía Montero Glez, ¿"cuantas pollas tuvo que chupar Marilyn Monroe para llegar a ser Marilyn Monroe?". La contestación es clara: muchas. Y todo es mentira, pero el barniz hace que cambiemos nuestra imagen de las cosas. La mía de Homeland es de aprobado alto. Y punto.
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5 comentarios:
una temporada en el infierno... me recuerda a una canción de Los Planetas... intentando ver una salida, encontrando más problemas todavía, todo esto que jamás podré comprender, lo que obtuve a cambio de intentar hacerlo bien. Ahhh!! ya sé!!! corrientes circulares!!!
La escena final de la serie me ha dejado pensando ahora lo importante que es tener "memoria histórica".
;-)
Eme, los Planetas son referente.
Elena, momento Kubrick total ese que dices.
Me gustan tanto tus anotaciones que las leo como más gusto que a muchos escritores consagrados. Te lo juro.
Cuídate, Rubén. El primer gintonic que me tome mañana, a tu salud. ¿Para cuándo próxima novela? Tengo pendiente, que ha llegado a mis manos, las Imágenes prohibidas de la Biblia.
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