Hace 2 horas
miércoles, 28 de febrero de 2018
Sumando descréditos
Y apareció. Y se jodió. El fin no fueron puntos suspensivos. No. Jodiendas con vistas a un monte con niebla, a un dolor que no se acaba. Himnos para empezar un miércoles.
martes, 27 de febrero de 2018
McMafia. Primera temporada.
Con altibajos y subidas de tensión, con vodka y muertos por el camino, con múltiples escenarios de droga y calumnia, la primera temporada de McMafia pasa del lujo londinense a la mierda de Bombay, del paraíso de Tel Aviv al frío de Praga, del mal gusto de todos los sitios a los robos de datos por Internet. Todo es mentira en McMafia: una gran farsa. La vieja escuela contra la nueva, la camiseta de Messi confundida con el número de CR7, el robo y la coacción, las camisas hawaianas y las putas rusas, las hermanas que esconden cosas y los padres suicidas, las madres confundidas y las novias desconfiadas, las camisetas cortadas y las calaveras entre las corbatas. Y el señor Norton haciendo de las suyas, como en Happy Valley, como en Guerra y Paz. Rusos israelíes, rusos británicos, rusos colonizando todo el mundo. ¿Cómo siempre? ¿De qué sirvió 1917? ¿Ha cambiado algo? Fronteras indopakistaníes, fronteras falsas y verdaderas, embarazos y rupturas y mentiras en cualquier latitud del mundo. McMafia es desconfianza y muerte en un vertedero, falsedad y muerte en un búnker, escoria y muerte llegada en el trayecto que va de un balcón a una acera. La verdad es una trampa. Siempre. McMafia deja una gran estela de cadáveres por el camino. El poder. Al final nos creemos poderosos antes o después en la vida, pero solo unos cuantos tienen realmente poder. Solo muy pocos. ¿Sentimentalistas a estas alturas de la película? ¿Sentimentalismos con vistas a ningún sitio? Palos de cricket y trenes a todos sitios. Teléfonos, teléfonos, teléfonos. Y más teléfonos. Y si hablamos de mafia, hablamos de familia. De la seguridad de la familia. Por la familia muere el pez, como el hombre de la camisa verde. En cuanto te falta alguien, todo al traste. Y sacas los más bajos instintos, y tu cara más cruel. Irregular pero buena primera temporada de McMafia. Vivan los puntos suspensivos y las amistades peligrosas, los fieles servidores y las llamadas no respondidas. Y todo lo demás, también.
lunes, 26 de febrero de 2018
Justificación del himno
Arcos, temores, trajes claros, corbatas, árboles. Subestimar. En paz. Claustros. Mentiras con precio añadido.
domingo, 25 de febrero de 2018
Escayolas y encuestas
Los días tienen lecturas obligadas: Manuel Alcántara, Rosa Belmonte y en nuestra tierra, los domingos, Rosa Roda. Viva la escayola, la encuesta de rigor, las cenicientas y los asesores que nos salen baratos. Y, siempre, o casi siempre, todo a ciegas.
sábado, 24 de febrero de 2018
Mira lo que has hecho. Primera temporada.
No sé si es buena idea empezar una serie en un paritorio y un tipo haciendo el imbécil con un móvil con funda roja. Siguiendo con el rojo, seguimos con un salón con una familia, con esa plancha roja, con la cervecita del abuelo, con el termostato a 24 grados y un tipo con un barreño de ropa. Demasiados tópicos en los tres primeros minutos de la serie. Y ese baño, sin cortina. Y esos caretos. Los jubilados, los futuros jubilados, la lentitud del tiempo, la que va de alternativa, la bufanda y el calor. Y ese partidito y otra vez el pañuelo rojo del suegro en la chaqueta, con su corbata roja. ¿La menta/poleo es la farlopa de las infusiones? Quizás lo mejor de la serie, los silencios. ¿Existe el pediatra perfecto? ¿Gafas empañadas? Leche materna y niños haciendo el gilipollas. ¿No hay leche normal? ¿No? Mira lo que has hecho muestra lo peor y lo menos bueno. ¿Somos más de Maria Teresa o de Terelu? ¿Por qué esa pulcritud de la cocina? Y sí, las peores pesadillas son las que nosotros mismos protagonizamos. Y sí, Berto. Los curas se jubilan, pero siguen trabajando. ¿Existe el cáncer de wifi? ¿Diferencia entre médico y anestesista? Chirría un poco la crítica a youtubers y redes sociales, a lo viral y a lo zafio y gratuito. Pero quizás se recrea demasiado en ello. Y si: el Infierno es una cosa muy personal como para discutirla ante moribundos. Y viva la chistorra. Y viva Pulp. Y todo lo demás, también.
Coda: ¿Ese momento final es solo un guiño a Nick Hornby?
viernes, 23 de febrero de 2018
Decálogos (II)
A este partido no creo que fuera nadie de Aljucer. No tengo constancia. Pero preguntaré. Preguntaré.
jueves, 22 de febrero de 2018
Sentimientos importantes y decálogos que recordar
miércoles, 21 de febrero de 2018
10 libros por minuto
¿Tiene algo sentido en esta historia? ¿En 2018? ¿De verdad que no hemos perdido la perspectiva? ¿Qué será lo siguiente?
martes, 20 de febrero de 2018
lunes, 19 de febrero de 2018
domingo, 18 de febrero de 2018
Hemos perdido definitivamente el norte
En la ciudad de Murcia se ha perdido definitivamente el norte. No basta con cortar las calles los fines de semana sin motivo aparente. No. Hay que inventar siempre algo para que no se hable de lo realmente importante. El norte, el muro y todo lo demás.
sábado, 17 de febrero de 2018
La versión
Igual que Rajoy no imagino la placidez de sus legislaturas ante la ausencia de oposición (que no existe), nunca imaginé una versión de Disfraz de tigre. Es lo que tiene imaginar y pensar, que en ocasiones, te encuentras con sorpresas agradables. Muy agradables.
viernes, 16 de febrero de 2018
Algo en que creer. Primera temporada.
Empezando con citas del Éxodo (20,3), cualquier idea previa sobre Algo en que creer se queda corta. A veces espesa, a veces densa, a veces explosiva, a veces necesaria, a veces para tirar cohetes. ¿Qué es lo que creemos? ¿Qué es en lo que creemos? ¿Cree la Iglesia en ella misma? ¿Pueden los ateos doblegar a la Iglesia? ¿Hay que convencer a los ateos para mandarlos al lado oscuro? ¿Tememos morir? ¿Tememos a la muerte o a la vida? Creer en Dios es hipercontrovertido. ¿El hombre moderno puede creer en Dios? ¿Qué tenemos cuándo perdemos el rumbo? ¿Podemos vivir bajo ciertos principios? ¿De verdad no hay nada que temer? ¿Pueden ser buenas ciertas despedidas? ¿Hay que dialogar con el Islam? ¿Nos condenamos los cristianos en separar a Padre, Hijo y Espíritu Santo? ¿Teológicamente nos metemos en jardines haciéndonos estas preguntas? ¿Somos cuestionados sobre ciertas preguntas sobre las mujeres? ¿Duda Cristo de cada uno de nosotros? ¿Mateo 12, 13? ¿Hay nueva iglesia y vieja iglesia? ¿Se puede comulgar con la nueva iglesia de las redes sociales? Errores, superstición, amistad traicionada, valores comprometidos, exigencia y legislación. Algo en que creer equipara nuestros sentimientos, criar malvas no es una opción. Pensamientos islámicos, budistas. Cráneos que explotan y almas que escapan. Perder hijos y buscar brindis con los que olvidar. Incluso con agua mineral se puede brindar. ¿Hay muchas iglesias o pocos feligreses? ¿ES la iglesia industria del entretenimiento? ¿Es la mentira la reina del siglo XXI? Bajo el prisma de la mentira institucionalizada, de la verdad sacaralizada, del caramelo y la pompa de chichle, Algo en que creer nos obliga a preguntarnos por lo dicho y lo hecho, por las voces del pasado y las visiones futuristas, por el drama de nuestras equivocaciones y la ficción de lo que no hicimos. ¿O era todo al revés? Preguntas, preguntas, preguntas. Demasiadas preguntas nos llevan al error y ninguna pregunta al horror más absoluto. Y todo lo demás, también.
jueves, 15 de febrero de 2018
Miedo
Ahora que toca hablar de la Segunda Guerra Mundial, hay que estar a la vanguardia. Adiós retaguardias, adiós petróleo balcánico y cereales polacos. Viva el miedo.
miércoles, 14 de febrero de 2018
La casa de las miniaturas. Primera temporada
¿La sangre no significa nada? ¿El azúcar es una perversión? ¿Un laúd para salvar el alma y la despensa de los hermanos? No es oro todo lo que reluce. La escasez como entretenimiento. Austeridad. ¿La valentía es el producto más auténtico en el XVII holandés? Una casa llena de mentira. La casa de las miniaturas nos muestra lo mejor y lo peor del ser humano bajo una luz poderosa. El mundo en una colección de platas. ¿Nada es nunca inmutable? Lecturas bíblicas entre seres piadosos y jodiendas con vistas al tablero de ajedrez del suelo. Bondad y maldad, malos tiempos para los diques y los perros callejeros. ¿De qué sirve la devoción? ¿Qué debemos hacer con los regalos ajenos? ¿Por qué no tumbar las puertas cuando los trajes son de tallas diferentes a las propias? ¿Rollos de pan de jengibre prohibidos por ser papistas? ¿Toda mujer es dueña de su propio destino? ¿No se puede poseer la riqueza? La mucho que pensar esta temporada. Es una temporada de juzgar a los demás, de olvidar a amigos, de olvidar a gente con la que pasabas ratos, de huir, de escapar, de criar y pagar, de volver a escapar. Pero todo tiene un precio, aquí y ahora, en la Holanda del XVII y en siglo 33. O tal vez, no.
martes, 13 de febrero de 2018
La Maravillosa Señora Maisel. Primera temporada.
¿De verdad este tsunami de premios de la primera temporada de La Maravillosa Señora Maisel está justificado? ¿De verdad está tan bien esta serie? ¿De verdad que hablar tan rápido está sobrevalorado? Monólogos, mujeres abandonadas, hijos que criar, padres locos, bebidas a todas horas, bares, otitis de los niños, ramos de flores en los centros de las mesas, laca de uñas bien relucientes, sofás rojos, pianos y música de fondo. Buen fondo de armario el de la señora Maisel, por cierto. ¿Cuándo fue la primera vez que cogiste un metro? ¿Lo recuerdas? ¿De verdad cuesta tanto explicar un buen diálogo? ¿El objetivo de la libertad de expresión es perder el tiempo? Abogados en plan Trotski y todo lo demás. ¿Controlar la palabra y justificar el fascismo? ¿Qué es lo siguiente? Más cerca de 1960 que de 1950, con saltos temporales y casas medio vacías. ¿O están medio llenas? Y hay más de un Izan en la vida, que no solo los llaman así en Torreagüera. Mudanzas y cojines de colores. Historias de familia, de trabajo, de bares, de 10 minutos gloriosos. Creo que La Maravillosa Señora Maisel tiene momentos buenos, muy buenos y, también, muchos de relleno. De mirar para otro lado. De justicia poética. De salir del nido. ¿Qué se merece el público? ¿Qué tiene el pueblo que se conforma con mortadela en vez de tomar caviar y más caviar? Y Stalin, siempre es buen momento para citar a Stalin. Y todo lo demás, también.
lunes, 12 de febrero de 2018
domingo, 11 de febrero de 2018
sábado, 10 de febrero de 2018
El cuento de la criada (Margaret Atwood)
La introducción del libro El cuento de la criada es una auténtica declaración de intenciones. Nada es casual, como bien nos cuenta Ortiz y su marranismo. Margaret Atwood pone en la palestra las motivaciones de un libro que en principio no iba a tener este título. Margarita, sin el diablo de primeras, recuerda que empezó a escribir este libro en la estación intermedia entre invierno y verano, en un Berlín occidental muy distinto al de ahora, y, encima, con una máquina de escribir alemana (y alquilada). En ese contexto, como decía en la segunda frase de esta entrada, nada es casual. Nada. Hay que visualizar el odio para entenderlo; hay que ver la rueda de Gandhi para entender lo simple. Recuerda MA que estando en aquella ciudad merkeliana, cada domingo, los aviones de la RDA rompían la barrera del sonido para recordar que el comunismo seguía allí. Un comunismo a su estilo, con sus atletas dopados hasta las uñas y sus honeckerianos líderes y todo lo demás. El régimen del horror estaba allí, y ella lo había visto en sus visitas a tierras orientales y a Checoslovaquia. Todo era diferente, todo desconfianza, todo miedo. Otro día hablaremos del alcohol y Marruecos, otro día. Pero estamos con El cuento de la criada. Escribe también MA en la introducción de esa "tendencia a sermonear" de los escritores en algunas de sus novelas. Tendencia a sermonear. Todos, con más o menos voz, sermoneamos: en casa, en clase, en el autobús, por la calle, en un partido de baloncesto, en sueños. Será por sermones. El problema es elegir el sermón correcto, la homilía necesaria de cada día (y no únicamente los domingos). Todos somos sermón, todos somos unas líneas que soltar a un rebaño que nos bosteza en la cara o a una oveja que nos es fiel hasta que la llevamos al matadero. Siempre hay un matadero cerca. Escribe MA sobre ese "jardín imaginario" que iba a crear. No todo es césped perfecto y amapolas y pinos canarios en el jardín; cuando te acercas, hay demasiada mierda (humana y de los perros) y algún que otro cactus con el que pincharnos, y sangrar, y llorar. Recuerda MA que hay personas que dicen que Dios está en los detalles. Margarita nos recuerda que el diablo, también. En muchos de esos detalles y en algunos otros en los que no nos damos cuenta. Será por detalles. En El cuento de la criada ya no hay un sistema democrático en Estados Unidos. Adiós democracia. En El cuento de la criada hay una dictadura teocrática de alto nivel, sin Congreso ni Senado ni jodiendas con vistas a la CIA. Nada. Dictadura de las de toda la vida. Rozando el Medievo y con la Biblia por delante a la hora de violar. Y más detalles que nos cuenta MA en la introducción. La historia de esta nuestra criada, visualizada en la que fue hija del presidente y compañera de Don y chica del lago y de tantas otras historias, se sitúa cerca de Harvard, en Massachusetts, en la localidad de Cambridge. Nos recuerda MA que en tiempos, el puritanismo dominaba la zona, la universidad, la vida de esta región. Casi nada. Y por la polución, y la mierda, y la contaminación, las mujeres dejan de engendrar. Y las que lo pueden hacerlo, son seleccionadas. Y se pregunta por tres temas después de la gran repercusión que está teniendo El cuento de la criada debido a la serie de la televisión. ¿Es feminista? ¿Es un alegato antirreligioso? ¿Es una predicción? Y hasta escribe sobre el miedo y la ansiedad que ha traído Trump. ¿O ese miedo y esa ansiedad son fruto de los votantes de Trump? ¿Entonces tiene sentido la democracia? ¿Tenemos la opción de elegir a un loco? ¿A un Aznar? ¿A un Zapatero? ¿A un Rajoy? ¿Realmente pensamos a la hora de ejercer el derecho al voto? ¿Es lícito el derecho al voto? Ya en el libro, desde el primer capítulo, hay una idea que se repite: Mejor no pensar. Pensar te hace meterte en líos, ya nos lo recuerda Guy Ritchie en sus películas. En varias de sus películas. Y en la dictadura teocrática que leemos en ECDLC el tiempo lo marcan las campanas. Viva el Medievo. Ya lo escribió Tarantino en Pulp Fiction, pero el agujero por el que practicar era otro. Recuerdos fílmicos, que diría el otro. Asociación de ideas, que escribió la otra. Mejor no pensar, que escribió MA. Termina el segundo capítulo de ECDLC recalcando el verbo confraternizar. Menudo verbo para usar en una dictadura. Personas hechas "deshonra" y "necesidad" para la esposa de un comandante que no se puede quedar preñada. Tal que así. Sí. Me sorprendió, hace unos días, que las lágrimas brotaran de mis niñas de primero de Bachillerato cuando veían Hijos del Tercer Reich. Pensaba que esa etapa, a estas alturas, estaba superada. Es sorprendente que lleguen a 16 años y nadie les hablara antes de campos de concentración, de nazismo, de cámaras de gas, de fusilamientos al amanecer. Nadie. Ni en el colegio, ni el instituto, ni en casa. Así tenemos lo que nos merecemos: unos pardillos que van directos a ese matadero del que hablaba antes y que ya está a rebosar. Hasta la veleta. El rojo domina ECDLC: desde la vestimenta a los ladrillos. La sangre inunda la lectura, la sangre nos la marca MA. Subraya MA las palabras "respuestas desagradables". ¿Cómo puede existir algo agradable en una dictadura teocrática? En el quinto capítulo remarca MA que las universidades están cerradas. Cerradas a cal y canto, que con la Biblia tenían bastante. Viva la Biblia. Y el recuerdo de la libertad, el recuerdo de elegir la ropa. Todo es bochorno en la dictadura. ¿Por qué no se recordaba a Trotsky en Rusia hasta los noventas? De eso podemos montar varios hilos, y no únicamente en twitter. O en la cuerda de la ropa, y en las pinzas (también rojas). En el sexto capítulo, MA escribe sobre las ofensas. La historia reciente es una ofensa. Ni más ni menos, ni multiplícate por cero. Una maldita ofensa la historia reciente. La ofensa de los que se oponen al régimen, y son colgados y muestran su blancura y su mierda públicamente. Casi nada. Y el papel de la mujer, antes en primera línea; después, objeto, vasija en apuntes del profesor de Historia Medieval. Historia medieval de la locura, eso sí que es un título para una buena novela. El rencor de las esposas, las miradas de las esposas, el dolor de las esposas. Y la exploración, y el antes y el después, y encontrar la inscripción al tercer día, en plena resurrección por la ofensa y los pecados ajenos y propios. Expiación. Lectura. Comprensión. Nolite te bastardes carborundorum. Gracias LOGSE por no estudiar latín. En esas estamos. Somos virus que mutamos y antes o después la palmamos. Mensaje tabú el de ese Nolite te bastardes carborundorum. Ni idea. En el capítulo 10 escribe MA sobre la peligrosidad de la música. En do menor. En el XI, que números romanos sí sé, vuelve a insistir MA en el rojo: el rojo del coche en el que la protagonista va al médico y el rojo del brazalete del guardián que la acompaña a ese mismo médico. Biopsias, cáncer, cualquier cosa hay que prevenir para mimar a estas joyas de la concepción. Y ese mismo médico produce mucho asco, mucha decepción, mucha mierda con bata. Como no existe el cero, pasamos al 12. En el XII, recordando pasajes bíblicos, nos metemos con aquello de las bienaventuranzas. Bienaventurados los humildes. El reino de los cielos está lleno de bienaventurados. Casi nada. A rebosar. No debe caber un alfiler, ni el agujero de una aguja, ni tantos versículos para recordar. Lo dicho. Una joya ECDLC. Y tomar vitaminas y minerales, que el criar no se puede acabar. En el 13 recuerda la protagonista sus visitas a los museos y las galerías de arte, viendo cuadros de harenes de mujeres. Recordar; acabar frases en infinitivo; rellenar las horas con visiones del pasado. Recordar manuales en los que se decía que a los cerdos, en los ochentas, les daban pelotas para que pensaran. Pensar antes de ir al matadero como estrategia, como modelo y función de una vida hecha para acabar siendo morcilla, lomo y sobrasada. Otra vez el rojo. Esta vez, el mío, el de la sobrasada. El perfume de la mujer del Comandante, vicio para provocar envidia para empezar el XIV. Hace una buena comparación MA a la hora de enfatizar la falta de nombres anteriores a la dictadura. Compara el nombre anterior con el número de un teléfono. ¿Utilidad? Únicamente, para los demás. Y el recuerdo de la bíblica historia de Raquel y Lía y todo lo demás. En el apartado XVI se cuenta con todo tipo de detalles la ceremonia. Vivan los detalles. Y a los 17, mantequilla para cuidar la cara, que es de vanidosos usar cremas para la misma. La vida como sueño, como ilusión paranoica, como jodienda con vistas a una bahía que no existe, que no existió nunca. Las perlas como lapos de ostras. Así mismo hay que visualizarlas. Nacimientos, salas de partos, elecciones de nombres. Todo planificado. Viva la cultura de las mujeres, para las mujeres, con mujeres... pero controlada desde arriba por los hombres. Siempre por los hombres. Siempre. El juego como lujuria, como un martes festivo. ¿Seguro que el contexto lo es todo? ¿Podemos descontextualizar un estado teocrático en Yankilandia? Pergaminos, tulipanes, lirios. Ojos clavados en plantas, creación en mitad del Infierno. ¿Cáliz sin vino? ¿Y el papel del alcahuete del comandante? Y la provocación de la lectura, de la charla, de mirar(se) a los ojos. ¿No dejes que los cabrones te hagan polvo? ¿Cuál es el precio de saber lo que pasa? ¿De saber? ¿Por qué no valoramos el precio actual del conocimiento? ¿Por qué no escuchamos continuamente a Beck? ¿Por qué despreciamos el lujo del agua? ¿Por qué no valoramos los Tiempos difíciles de Dickens? Y pensar en volver. Volver a la antigua rutina, al cepillo eléctrico, a las sábanas de franela, al cacao con leche, al cuadro de la entrada, al espejo del pasillo, a los vasos de plástico de la cocina, a los tenedores con mi nombre, al horno de toda la vida, a la seda en el armario, al mueble bar, a las servilletas de tela, al servilletro también con mi nombre. Pensar. Pensar. Pensar. La cuchara del diablo, su longitud, su ensueño, su capacidad de superación, su locura colectiva. Siempre gritos en mitad de pensamientos (impuros). Y los falsos conversos, colgando. Y el muro, siempre presente. Y las fiestas perdidas y las nuevas celebraciones. Viva la celebración del dolor. Del maldito dolor. Como una canción de Ricardo Vicente, salvando días horribles, recordando las cuatro de la tarde de militares canadienses. O de cualquier sitio. Ver cosas y analizarlas y pensar una y mil veces sobre ellas. ¿Verdad? La verdad no existe porque todo es mentira. ¿Mejor para algunos? ¿Peor para la mayoría? ¿Lo peor es algo universal? ¿Sentir(se) enterrado? ¿Dios es un recurso nacional? Victoria y sacrificio. Parrafadas. Plegarias. Letanías. Mierdas varias. Viajar al pasado. Irrealidades. La intoxicación del poder. Más mierdas varias. ¿La abstinencia ablanda el corazón? ¿La ignorancia genera más ignorancia? ¿Distraemos nuestros argumentos con banalidades? Amor, romance, desdicha, palabras prohibidas. ¿Sería imposible leer esta novela con el Love Song de los Simple Minds continuamente bucleado de sonido de fondo? ¿Nos volvemos rastreros y egoístas en el amor? ¿Por qué no estamos dispuestos a olvidar el desamor? ¿Disfrazamos desamor a través de vida cotidiana como define Diego A. Manrique el Un buen día de Los Planetas? ¿Es el deber un tirano? Y la rectitud ante la Sagrada Escritura: Deuteronomio 22: 23-29. Casi. Viva el dogma, viva la letra impresa, viva el negro sobre blanco. ¿Se puede pensar en la palabra deleite? ¿Prerromanticismo ultramontano? ¿La fe no es más que una palabra bordada? ¿Bordada en oro o bordada en mierda? ¿Bordada en sangre? ¿Qué sirve de salvaguarda de la libertad del individuo? ¿La incultura? ¿La cerrazón? ¿Censura? ¿Qué era peor el Antiguo Régimen o la democracia? ¿Sirve de algo escupir en el mar? ¿Syllabus errorum? ¿Conventos abiertos las 24 horas? ¿Es la libertad pecaminosa? ¿Qué tiene de malo que la ausencia de fertilidad sea deseada? ¿Qué tiene de malo ir por un tiempo al Infierno? ¿Es alguien culto simplemente por tener un título universitario?
jueves, 8 de febrero de 2018
miércoles, 7 de febrero de 2018
Himnos para entronizar semanas frías
Porque siempre nos toca recordar frases míticas, y ser un exnada.
martes, 6 de febrero de 2018
Okkupert. Segunda temporada.
Grandes momentos los que deja la segunda temporada de Okkupert. Demasiados paralelismos con la historia presente, la del día a día, la de Cataluña y el presidente en su huída, la de separatistas y libertadores de pistolas. Los rusos siguen a lo suyo en Noruega. El petróleo, la UE como marioneta, los presos y sus familias, el cambio de cromos, el uso de los militares en los conflictos. Nada es casual en Okkupert. Nada. ¿Existe hoy todavía? Gobiernos débiles, injerencias, colateralidad ucraniana y polaca. El exilio es siempre un infierno muy personal, pero hay que saber llevarlo. Hay que controlar el asunto antes de que se nos vaya de las manos. Escenarios múltiples para un marrón de proporciones isabelinas. La diplomacia es muy compleja. Ya lo dice don Manuel Alcántara una y mil veces. No es fácil ser un buen diplomático: Si dice sí, quiere decir quizás; si dice quizás, quiere decir que no; si dice no, es que no es un buen diplomático. Pero todo es mentira.
lunes, 5 de febrero de 2018
domingo, 4 de febrero de 2018
El canje de prisioneros
Ya nadie, o casi nadie, o pocas personas, recuerdan el convenio Elliot firmado el 27 de abril de 1835 en Logroño. Hagamos memoria. Saquemos al diablo de la caja de una vez.
¿Quién se acuerda de los héroes de Cuba?
Hemos perdido definitivamente la batalla de la Historia. No rendimos cuentas porque, entre otras cosas, no sabemos sumar ni recordar.
sábado, 3 de febrero de 2018
Que no falten las vendas
Que no falten los himnos, que no falten las relevantes estrofas que hacen pensar.
viernes, 2 de febrero de 2018
Las islas y sus ventajas
Viernes por la noche. No tenemos Ruperta a mano (¿dónde estará aquella Ruperta que teníamos), ni las tacañonas y ni Don Cicuta. Por 125 pesetas, preguntamos por el nombre de himnos que deberían ser bucleados hasta el amanecer. Por ejemplo, el Hurdy Gurdy Man de Donovan. Un, dos, tres, responda otra vez.
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