Hace 2 horas
miércoles, 30 de junio de 2021
For All Mankind. Segunda temporada.
Todo es mentira en la segunda temporada de For All Mankind. Pero una gran mentira, una mentira bien hecha en la que no se han ahorrado un rublo. Ni un dólar. Nada. Todo rozando mentiras perfectas, de esas que sueltas y se creen, aunque a veces sean forzadas. Y empieza con tito Ronald, exdemócrata que ve la lucidez y se pasa al republicanismo y vende manzanas. Porque en esta serie, sobre todo, se venden manzanas. Y empieza, el marido de Nancy, otra exdemócrata que también ve la lucidez y se pasa al republicanismo y que también vende manzanas (o la frutería entera), con un discursito de los que llegan antes, durante y después de la Guerra Fría. Cold War para todos, para toda la humanidad, aunque en vez de con Nirvana yo hubiese acabado con Pearl Jam. Pero no todo es perfecto en la vida, no existen las manzanas perfectas por mucho brillo y mucho verde que tengan. No. Cócteles del mundo, batidoras del mundo, venid aquí: Que si Obama, que si tita Margarita vendiendo neoliberalismo, que si Solidaridad polaca, que si intentamos matar(otra) vez al papa polaco, y Juan el de los Beatles se salva… ¿Necesitamos una distopía dentro de la distopía coronavírica? ¿Necesitamos ficción en tiempos de crisis? ¿Qué fue de los ideals? ¿Qué fue de los libros de Bioy Casares? ¿No tuvimos bastante con La invención de Moral”. Pero lo que hace la segunda temporada de For All Mankind es llevar la guerra fría a la Guerra de las Galaxias. Y se me olvidaba la frase de tito Ronald, que por eso empezó todo, y Andropov en el horizonte: “No hay sustituto posible para la Historia”. Claro que sí, una novela. O una película de las que él protagonizaba cuando era demócrata, no republicano. NO señor. Pero hay más frases, antes y después de que saliera Andropov: “Si deseamos la paz, el camino para conseguirlo es la fuerza”. Y había videollamadas antes de las videollamadas, antes del Meet y el Zoom y todas esas variantes tecnológicas de la llamada telefónica de tu jefe para hacerte perder una hora. O dos. Y zanahorios varios y chinos y Panamá, y tipos llamados Gordon que se ponen gordos en plan alcachofa icetiana. O no. Lo de esta temporada de FAM es otro Vietnam. En el espacio, pero otro Vietnam. También dicen que el Vietnam español fue Marruecos, pero con eso eso ahora no nos metemos, que no me han puesto en las oposiciones siendo 2021 nada de Annual. Del desastre de Annual. FAM habla de superar discriminaciones, habla de llevar al poder a mujeres con puestos de responsabilidad, habla de relaciones rotas e intentos de reconstrucción, habla de grietas que te perforan el alma y de búsquedas que solo te llevan a la ruina. Pero también, aunque casi como todo en la vida, deja camino para la redención, para redimirse de pecados pasados, para lastras esclavitudes y para sacar los más bajos instintos. Siempre hay que sacarlos, aunque suenen los Killers y tengamos otra china buscando su pasado en blanco y negro. Siempre en blanco y negro, en una tele vieja de un bar, o de un hospital, o de un cuartucho cutre de un edificio caro. Mira que hay cuartuchos caros en edificios de socialmente no retrasados, joder. Y reflexiones sobre lo de enseñar a los niños, no solo a los de Mallorca y su macrobrote: “La docencias, esa cosa que haces si no puedes hacer lo que quieres hacer”. Y siempre hay fallos, aviones que derriban aviones, hipertensiones internacionales, jodiendas con vistas a una bahía que no quieres pisar porque te manchas. Y quien dice una bahía, dice la luna. O las lunas. Y suenan los Clash y se vende un bar. No puede ser. Y suenan walkirias en el otro Vietnam de los cielos. Y te das cuenta de que no ves, o no quieres ver, y que hay decisiones que debes tomar o quedarte a un lado. For All Mankind, una serie para enmarcar. O casi. Y que suenen los Libertines...
martes, 29 de junio de 2021
viernes, 25 de junio de 2021
lunes, 21 de junio de 2021
viernes, 18 de junio de 2021
El túnel de Hitler
No tenía conocimiento de El túnel de Hitler hasta que Agapito Maestre escribió sobre él. ¿Qué pasó con Hitler en los años anteriores a la I Guerra Mundial para que ese personaje de serie B se convirtiera en protagonista de las siguientes décadas? ¿Qué sucesos ocurren en nuestras vidas que nos transforman irremediablemente? ¿Qué necesitamos para pasar de inadvertidos extras de películas harrisonfordear en el celuloide? ¿Qué lecturas nos han marcado de forma definitiva? Ahora que todo es distópico, ahora que jugamos con la historia ficción continuamente, Jorge Casesmeiro Roger lo hace con el Hitler anterior a Sarajevo 1914. Y con ese ejemplo, debemos reflexionar sobre todo lo que cae en nuestras manos y llevamos a nuestras retinas, sobre todo lo que vemos y transformamos en dogmas, sobre si somos más de Danton o de Robespierre. Bueno, quien dice Danton, dice Mao o Calvino. No nos pongamos estrechos a estas alturas. El túnel de Hitler es un ejercicio lúcido sobre lo que puede llegar a transformar una persona, ya sea por palabra, obra u omisión. Amén.
jueves, 17 de junio de 2021
La casa del ahorcado
Lo viejo es obsoleto. Si fuera solo lo viejo… Todo es infantilizado sin remedio. Todo está martirizado. Todo es un Getsemaní cuando toca hacer sangre. O no. Quizás sea una perspectiva, quizás estemos equivocados, quizás nos toque pensar en qué nos estamos desviando. Puede ser. En La casa del ahorcado, Juan Soto Ivars reflexiona llevando la situación a un extremo en el que no hay vuelta atrás, en el que la derrota ya viene de fábrica porque hay cosas ante las que no se puede luchar. Incide JSI en el el culto a la novedad que tanto nos marca y nos pone entre el mapa y la diana, entre la observación y la brújula, entre el desmadre y la vergüenza. Y el factor islam, ese que lo ha cambiado todo y que no estaba hace 28 años cuando nos divertíamos en una pachanga de basket por las tardes en el colegio. No estaba y tampoco lo esperábamos de tal magnitud. La conversión de la blasfemia en justificante de atrocidades. Y no solo la blasfemia. Tabú, Hawái, Tonga, Fiyi y prohibido. Pero no todo ocurre en 1779, en un mes de enero muy lejano. Y tres años antes La riqueza de las naciones y Adam Smith, ese apellido de grupo y números británicos. Vampiros y momias como metáforas de muchas cosas. Y mete en la ecuación la geografía científica, para entender lo que suponen el Frankestein de M.S. y El corazón de las tinieblas de J. C. Y pone el acento en el lugar donde tenemos que poner atención: “Mediante el tabú, el salvaje dejará de ser concebido como tal”. Y siguiendo ese hilo de la cometa, que ya estaba mucho antes de la existencia del tuit del momento, indica el autor que “el tabú es una manifestación de la cultura, de la civilización, no de lo salvaje”. Y entonces apareció el COVID. Le digo a mis alumnos si alguno se imaginaba con mascarilla hace año y medio y se ríen, y piensan que no hubieran aguantado sin salir. Hoy todo es distinto y casi que nos acostumbramos a cualquier cosa. Escribe JSI: “No es tabú aparcar en doble fila, pero sí está prohibido”. Reflexiona el autor sobre la palabra tabú relacionándola con el miedo, la cerrazón ideológica y la ignorancia. Y entonces aparece la etiqueta, la diferenciación, el epíteto, los adjetivos (tanto calificativos como especificativos) y el chascarrillo de La Casa Blanca (antes y después de El Ala Oeste) al hablar Trump, como nos recuerda el autor, de “virus chino”. ¿Pero alguien lo duda? ¿Alguien dudaba en 1348 que lo llegó a Mallorca y Levante era una debacle? Y entonces, los herejes son señalados, antes y después de las crisis, ya sean energéticas, económicas o sanitarias. ¿Quién pijo se acuerda del 15M? Cuando hablaba de él este año en clase, ninguno sabía nada. Ninguno. Y cita el autor a J.G. Frazer al referirse al tabú como “un objeto cargado de un poder contagioso”. Y si hay que hablar de Harvey Weinstein, también se habla y no se le perdona que fuera el productor de Pulp Fiction. También les puse a mis alumnos la noticia del perro llamado Exkalibur, y tampoco les sonaba de nada. Lo pone como ejemplo JSI, aquel sacrificio, aquel momento de lucidez taciturna. Hay muchos opinadores, tertulianos y gentes que hablan si motivo aparente (aparte del dinero), que piensan que con el PP en el gobierno (tras el asunto Exkalibur) se hubiera cerrado España a cal y canto para evitar otro show como el del perro y la enfermera. No lo sé. Tengo dudas, estando el 8-M por allí. Nunca lo sabremos, y no sé sí es tabú preguntárselo en voz alta. Pone también JSI el ejemplo de las drogas como tabú, aún más latente con sus primos hermanos tolerados (alcohol). Siempre es tabú, como es tabú reconocer que vas al psicólogo o al psiquiatra. Subraya JSI ese relación, esa definición que pasa de la ambigüedad al tabú, pasando por estadios intermedios muy personales y difíciles de asimilar. También se refiere el autor a la situación de los judíos cuando aparece Hitler en la escena política alemana y más aún cuando llega al poder. Nos hace reflexionar sobre el comportamiento, nuestras actitudes, ante los mendigos (nada comparable a los que me insultan al salir de la iglesia de San Pablo porque no les doy un euro). A veces no sabes si agachar la cabeza, ponerte las gafas de sol, tocarte las mascarilla… ¿Hay límite? En el tercer capítulo JSI se refiere al psicoanálisis. He de reconocer que tengo prejuicios con el psicoanálisis. Muchos. Nos hablaba de él un tipo que decía que era nuestro profesor de Filosofía (yo aún tengo dudas) y se refería Sigmund PutiFreud y añadía palabrejas raras hablando del asunto. Siempre podemos pensar de ás con la Matanza de Quíos de Delacroix, y luego volver al psicoanálisis. O no. Este capítulo me gustó por lo que define como “cultura de la cancelación”, en la que analiza ejemplos de campañas de censura como las que practica la izquierda posmoderna (anglosajona) y que llegan a todos nosotros (y no solo por Twitter). ¿Qué comportamientos son nocivos o son considerados nocivos? ¿De qué podemos quejarnos? ¿Tenemos la piel fina o muy fina? ¿Finísima? Pone JSI el ejemplo de La primera tentación de Cristo y la figura de un Jesucristo gay ( no tenía ni idea, válgame Dios). Soy católico y eso no me molesta. ¿Tengo la piel fina o todo lo contrario? Incide JSI en las guerras culturales, en los espectros ideológicos, correcciones políticas que no no llevan a ningún sitio. O sí. Cita JSI a Jon Sistiaga: “Tabú es lo que no nos dejan decir y, a veces, también lo que no nos permiten pensar o sentir”. Recuerdo que en el curso 2011/2012 tuve que ejercer (obligadamente) de profesor de Educación para la Ciudadanía porque los profesores de Filosofía no querían o no podían o no debían (y uno de ellos era descendiente de Espinosa) y hablé, con mucho cuidado, de esos temas a los que se refería Sistiaga como la eutanasia. Y de ahí también me hace reflexionar JSI sobre la neurosis obsesiva y el trastorno obsesivo compulsivo. Y que debemos llevar mucho cuidado con los chistes. Y que me pierdo con lo cotidiano y que no me había enterado de que un tipo se ensañó con un cuadro de Picasso al grito de ¡Viva Murcia! (que eran unos baretos que estaban bien, por cierto). A veces, la rutina nos hace no prestar atención a noticias, a hechos, a la velocidad de la luz. Y llevando el antipacifismo a la enésima potencia, también se refiere el autor a la destrucción del arte por parte del Estado Islámico en lugares de Iraq, Libia y Siria desde el año 2014. Decía Manuel Alcántara que ningún loco se daba con dos piedras en los huevos y que tampoco cortaban billetes de 50 euros. No. Les da por joder la marrana y llamar la atención. Viva Murcia. Con un par. Con un par. Igual que el asunto de la destrucción de monumentos con la historia del Black Lives Matter en 2020. Bastante historias sobre el asunto me tragué en la burbuja de la NBA en Disney en Florida, como para aguantar estas historias. ¿Qué se gana tirando una estatua primero en Yankilandia y luego en el resto del mundo? ¿Qué pijo conseguimos analizando situaciones y actitudes de siglos pasados en el presente? El contexto, pijo, el contexto. Lo sacamos todo de contexto. ¿Qué culpa tienen Washington o Jefferson o Leopoldo II de Bélgica? ¿Eso es tabú o estupidez? Da que pensar. Se refiere el autor a la expresión “revolver las tripas” cuando ponemos a sacar o relucir un determinado tipo de asco. ¿Pero cómo narices se revuelven las tripas? ¿Es físicamente posible revolver las tripas? ¿Metiéndome en una lavadora? No lo sé, pero sí pone el ejemplo de David Hume (otro filósofo) y el emotivismo moral y muchas cosas más. Escribe JSI que “los tabúes serían el mecanismo con el que la cultura y el individuo han impuesto límites para lo que le resulta tolerable a sus estómagos”. Es una buena forma de resumirlo. En el siguiente capítulo, titulado “Si no hay tabúes, hay guerra, revolución y violación”, se refiere al asunto de la revista Charlie Hebdo de 2015 y el atentado en su redacción que causó 12 muertos. Aquello fue un shock, pero como bien indica JSI, esa batalla la ganaron los fundamentalistas y los fanáticos. Salieron ganando. ¿Para eso no salimos a manifestarnos? ¿Dónde estábamos? También indica JSI que “lo cierto es que no existe la democracia sin algunos tabúes”. ¿Se puede hablar tranquilamente en una sociedad tolerante de asuntos como el incesto y el asesinato? Pues, según mi opinión, va a ser que no, al más puro estilo Xoel López. Y sigo sin ver El verdugo de Berlanga. Hay temas complejos, hay temas chungos (más allás de las elecciones) y luego está plantear la despenalización de los crímenes sexuales. El tabú al poder. Y pone el autor un ejemplo desgarrador el Alemania occidental en los 60’s y 70’s de un tipo que sugirió dejar niños sin familias o de familias desestructuradas (o como se diga ahora) para que una serie de pedófilos ejercieran de cuidadores de las criaturas. El resultado fue el esperado, claro está. ¿Esto sería posible hoy? ¿Estaría el tal Helmut Kentler en la cárcel? Y también reflexiona JSI sobre el asunto. Sobre ese asunto del que todo el mundo lee pero del que mucha gente no quiere hablar. China, Cataluña, Asia Argento. Hay para todos. Y citar a Robespierre, y a alguien más para recordar aquella frase de “toda revolución convierte en tabú una parte de la verdad, y eleva al altar sagrado una parte de la mentira”. Y de la revolución a la represión únicamente hay un paso y podemos poner miles de ejemplos. Y trae la vieja comparación, del hombre de la camisa verde, de la cuaresma y el carnaval (cada vez que me veía disfrazado de verdugo medieval). Y hablando del medievo y de herejías, cita JSI a don Eduardo Mitre Fernández, casi nada y nos lleva al asunto Damore y Google (que yo desconocía por completo) y a la figura de Robert Shattuck, y Einstein y aquella misiva a Roosevelt alertando de la posibilidad de una bomba nazi que los llevara a El hombre en el castillo. O no. Ni idea tenía de que Fulton y Napoleón hubiesen tenido contacto (vivan los estudios de los licenciados en Historia). Pero creo que el libro se hace un poco largo, y que hubiera sido mejor sintetizarlo más. O bastante más. Habla de tabú, de herejía y de narcisismo. ¿Quién se acuerda de Calvino, Ginebra y Servet? Muy poca gente. En tiempos de ficción distópica como en el que estamos, de mascarillas y pactos de lazos amarillos, de huidas hacia adelante y de estanterías vacías, siempre es posible otro capítulo de Black Mirro. Escribe JSI: “La historia ficción es una pérdida de tiempo tan estéril como tentadora”. Tampoco sabía que Goebbels había estudiado Filosofía, aunque siempre que pongo en 4º de ESO el final de El hundimiento los alumnos se sorprenden de la muerte de sus hijos. ¿Acaso no se lo esperaban? También reflexiona el autor sobre ese fenómeno de la caza de brujas, que según él “se desata cuando el pavor a la herejía se contagia entre la comunidad”. ¿Cómo explicar el éxito de Orbán? ¿Y el de Vox en El Ejido? ¿Y qué ocurre con Alternativa por Alemania? ¿De estos fenómenos también nos sorprendemos en 2021 o ya no lo hacemos? ¿Y después del fenómeno Trump qué? ¿Y cómo salimos del atolladero del BLM? ¿Con camisetas como los chicos de liga profesional de baloncesto americana? ¿Cómo le explico a mis alumnos el éxito del Frente Nacional en Francia mientras en su equipo nacional juegan en punta un tal Karim y otro Antoine? ¿Seguro? En el epílogo, el autor subraya que ya hay una parte importante de los habitantes del planeta Tierra que pasan (él utiliza “desconfían”) de los políticos, de las Cortes, de los juzgados y de las fuerzas de seguridad. Pero no únicamente de la división de poderes, sino que también lo hacen, según el autor, de los colegios, de las lenguas y de las tradiciones y culturas, de lo que nos ha contado la historia y hasta del método científico que vemos en 1º de ESO en Iniciación a la Investigación. Al final, merece la pena leer La casa del ahorcado (Cómo el tabú asfixia la democracia occidental), o por lo menos, reflexionar sobre lo que sus páginas contienen.
Coda: Siempre está bien recordar a Los Soprano, ese bar, esas conversaciones, ese mundo...
martes, 15 de junio de 2021
Engrenages. Octava temporada.
Engrenages dice adiós dejando un final imperfecto, pero es que los finales perfectos son difíciles de conseguir. No existe la perfección. Pero la octava temporada de Engrenages sigue con sus efectos y consecuencias de un sistema policial y judicial en Francia que tampoco es perfecto. Esta vez vuelve a poner énfasis en la jodienda de los menores extranjeros en el país francés, en la putrefacción de las cárceles, en la imposible reinserción, en la lucha entre jueces que buscan trepar a cosa de lo que sea. Vivan las influencias y su tráfico, y la degeneración y el desgaste y las preguntas que cuesta responder. También reflexiona Engrenages sobre el compromiso, sobre lo que hay que hacer aunque cueste hacerlo. Tampoco se olvida del dolor y la muerte, en las traiciones laborales y en lo que las rejas unieron que no es tan fácil deshacer. O sí. Franceses que solo hablan francés cuando le interesa, o supuestos franceses que adoran el árabe sobre el francés. Teléfonos como negocio en la era de Internet, huidas hacia un Norte que es mierda sobre mierda, que es transferencia por honor, que es paso de peatones por mafia, que es joder por joder y mula porque te toca en la vida ser mula. Victor Hugo ha quedado como un nombre de hotel y todo es mentira en esta vida, tanto o más que los finales imperfectos de series que son muy buenas, y, Engrenages, lo ha sido.
Feria
Un bofetón. Me llevé un bofetón con las dos primera páginas de Feria de Ana Iris Simón. O varios bofetones. Un resumen, un espejo, una realidad como los anillos de Jordan, como la deriva del Real Murcia o como releer Pantanosa. Aunque la pregunta debería ser el motivo de que no hubiese sido antes escrita Feria. ¿Por qué nadie la había escrito? Rehago la pregunta: ¿Por qué antes nadie se había atrevido a escribir Feria? ¿Existe una Feria antes de Feria de Ana Iris Simón? En ese retrato que hace de la sociedad actual, el primer bofetón ya es en forma de título: “Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad”. ¿Pero realmente le hemos preguntado a nuestros padres qué vida tenían ellos con cierta edad? ¿De verdad hablamos con nuestros padres o mandados mensajitos para (si es que saben) que nos los contesten? Padres, hijos, hipotecas. Vaya bofetón. Plaf o pluf, o catacrack, que fue lo que escuche el mes pasado cuando estaba de guardia en el instituto y dos alumnos en pleno Ramadán se dieron de palos delante de mi compañero de guardia y yo. Y mete AIS el concepto de libertad: ¿Qué supone la libertad si no puedes comprarte una casa o no puedes criar? ¿Eso es libertad? ¿Qué pijo es la libertad? ¿Libertad es poner mamarrachadas en Facebook o Twitter? No sigo Instagram, pero dicen que es lo más. ¿Eso es libertad? ¿Poner fotos en Instagram y creerte el ombligo del mundo con una paisaje en La Manga? ¿Con eso te crees libre? Mamarrachadas lo de la libertad. Y los estudios. Escribe, nada más empezar, AIS sobre los estudios y las carreras múltiples (¿de qué pijo me sirvió a mí empezar Periodismo en 2008?) y los Erasmus. Qué bonito todo, joder. Poder pasar un año fuera para… ¿Para qué? ¿Para qué? ¿De verdad que tenemos ahora que recordar el Wilt y Zafarrancho en Cambridge y aquellas cosas que escribió Sharpe? ¿Alguien las recuerda? ¿Alguien tiene los cojones de cuestionar las cosas en voz alta y a nuestros políticos y decir las cosas a la cara? Parece ser que algunas si se atreven, pero no todos se atreven. Para chisparte o mojar el churro no te hace falta ir de Erasmus, jolines. No. Eso lo hacían las niñas bien antes en 8º de EGB en el viaje de estudios a Mallorca, o al lugar que fueran de viaje de estudios, y volvían preñadas y era una jaleo en Aljucer y se montaba la de Dios. Otro bofetón que nos da AIS es con la referencia a la fotito del viaje a Tailandia que ponen algunos en sus redes sociales pero sin tener ni idea de nada (postureo se llamaba hasta anteayer, hoy no sé). ¿Qué habrá sido de todos aquellos que tenían que hacer un viaje o una escapada a una casa rural todos los años para poner fotos en sus redes sociales? ¿Qué habrá sido de la vida de todos aquellos que se corren viendo campanarios en mitad de un pueblo de Soria? Soria, digo, o puedo decir Noruega o Kenia. ¿Qué habrá sido de ellos con el 2020 coronavírico? En mi profesión, hay muchos de ellos, pero no conozco sus inquietudes, ni sus obras literarias ni sus principios (si es que los tienen). O una conversación: ¿Con cuántos de esos titulados superiores puedes tener una conversación fluida? Cortad dedos, que os sobrarán. Más bofetones: Festivales de música. ¿Quién pijo conoce a “X”? Vamos de guays, vamos de equis, pero luego no sabemos nada de nada. De nada. ¿Qué necesidad teníamos antes para ir a festivales lejos de casa a escuchar a gente que no habíamos escuchado nunca? Ninguna, pero lo hacíamos. La fiebre de los festivales en España fue una acné de treintañeros que un momento determinado podían escaparse tres días a hacer el adolescente pensando que el cuerpo aguantaba como hacía veinte años. Pero no aguanta. Nada. Otro bofetón. Los libros de esa editorial con un tipo de letra tan bonita… Y que hay que decir que lees. Es verdad que me gustó Música de mierda y Cosas que los nietos deberían saber, pero el resto de ellos (libros baratos, por supuesto), no he podido pasar de la página 15, de la 20… Como en todas las editoriales, por supuesto. “Somos la primera generación que vive peor que sus padres, somos los que se comieron 2008 saliendo o entrando a la universidad o al grado o al instituto y lo del coronavirus cuando empezábamos a plantearnos que igual en unos años podríamos incluso alquilar un piso para nosotros solos”. También podríamos estar escuchando a The Killers pero no lo hacemos porque tenemos a Los Planetas. Y habla AIS de nuestros imperativos, de cosas que se supone que hay que hacer pero no siempre hacemos. Página 21: “Nosotros, sin embargo, ni tenemos hijos ni casa ni coche”. ¿Hace falta eso para ser feliz o hace falta para leer El País y creer que eres feliz? Pero, el bofetón (número no sé) viene después: “Pero nos autoconvecemos pensando que la libertad era prescindir de críos y casa y coche porque «quién sabe dónde estaré mañana»”. Bofetón, mientras escucho el Champagne Supernova de Oasis ( otra vez ). “Nos han hecho creer (…) que la emigración y la inmigración son oportunidades para aprender nuevas culturas y para convertir el mundo en un crisol de lenguas y colores en lugar de una putada…”. Y el zas definitivo, también en la 21: “y que compartir piso es una experiencia de vida en lugar de, llegada una edad, un detalle denigrante que da vergüenza confesar”. ¿Por qué no sale eso en las columnas de El País o de La Razón? Me gusta de Feria la sucesión de preguntas de la autora. Y las preguntas a su padre. ¿Sabrán mis alumnos qué hacían sus padres con su edad? Yo sé que mi madre iba a la conserva y que no paraban. Mi madre va la peluquería ahora todos los sábados, pero cuando era jovencita no podía ir y su amiga Lidia le arreglaba el pelo los domingos por la noche en su casa. O en la foto de la boda de mis padres, el día de su boda, mi abuela Fuensanta salía con el pelo de aquella manera porque no era plan de gastarse perras en la peluquería. ¿Lo de la miseria lo sabe la gente joven? ¿O es que no se lo hemos explicado bien en los colegios y en los institutos? Y más bofetones: “El problema es mío, pensaba aquella noche con Jaime enchufando la Play y con mi camiseta de propaganda de Camel y mi pantalón de pijama que en realidad es el chándal de educación física de bachiller”. Y luego sigue hablando de que preferimos tener cuenta en Netflix y en Filmin a otras cosas. En alguna tertulia del programa de Luis Herrero he escuchado a Emilia Landaluce que no tiene cuenta de Filmin y de otras compañías porque son caras. Lo dice una tertuliana muy conocida y no tiene reparos en decirlo. A veces pensamos que todo es regalado y no lo es. Yo les acabo de poner a mis alumnos de 4º de ESO la serie Chernobyl y me dicen que porque se la he puesto así y no abro mi cuenta de HBO: Porque no tengo cuenta en HBO. ¿Qué pijo es eso del gráfico de Nolan? Pero hablando del GDN, escribe AIS: “Sus lógicas nos han calado hasta los hueso sin que reparemos mucho en ellas”. Costumbres, moda envejecidas y releer los artículos de José Perona en Espejos de una biblioteca mientras cojo autobuses para llegar a Alquerías y leo Feria. También pone una frase bofetón de las que no queremos reconocer: “Yo que había decidido vivir en un parque temático…”. En un jodido parque temático. Sigue AIS: “Yo que siempre había penado que tener hijos joven era de pobres porque mis padres lo eran…”. ¿Por qué no todo el mundo lo hace? Y los viajes y la llegada del euro. Del jodido euro. Las monedas de 5 duros, vaya monedas. ¿Quién pijo se llevaba un Actimel al recreo? ¿De verdad? ¿Y quién no ha olido a Nenuco alguna vez? ETA. Ya no hablamos de ETA en los institutos. ¿De verdad que hay alguien que se quiere disfrazar de Peaky Blinders en carnaval? Joder. Y también AIS hace preguntas: “¿Qué hace un chico de once años viendo Peaky Blinders? Bueno yo pongo capítulos de Black Mirror en tutoría, pero tampoco sé si está bien. Y lo de la primera mujer que fue a La Luna...bueno. Las reuniones familiares y todo lo demás. Y los velatorios y las lecturas y los antepasados carlistas y VOX. Sí: se puede escribir sobre eso, como se puede ser un mamarracho y llegar a ministro, ministra o ministre. Y el padre cartero, aunque no habla, como Manuel Alcántara, de que ningún cartero llegue a los 125 aunque se pasen la vida andando, que eso de andar es otra patraña de mierda. AIS habla de los libros de El barco de vapor… pero algunos éramos más de los de Timun Más y Elige tu propia aventura. Libros de mierda en épocas pasadas. O no. O quizás estaban bien y es ahora cuando los relees y te das cuenta que con eso hicieron un capítulo de Black Mirror. Dos veces ya me he referido a Black Mirror y solo una a los Peakey Blinders, cuando en los segundos aparece un caballo quijotesco al principio y en la otra serie ni Sancho ni Panza ni Quijote ni leches. O sí. Y Melody. Sí. Melody también sale en Feria, aunque a mí la Melody que me gusta es la que sale cantando con Los Acusicas. Vivan los huevos fritos, pijo. Y las compañeras de carrera que se llaman Jimena. Ya no le ponen a las niñas esos nombres, joder. Y hacerte preguntas sobre el pasado: ¿Quién te decía más cuando eras pequeño que te abrigaras? ¿Tu madre? ¿Tu padre? Y más preguntas: ¿Quiénes eran los raros de tu clase cuando tu ibas al colegio y no entraban a clase de Religión? ¿Había alguno? Más preguntas: ¿El amor romántico nunca existió? Y el puño en alto y escuchar al Tijeritas, y a Junco, y a Lole Y Manuel y todo lo demás. Y dice AIS que los hombres, aunque pasemos la adolescencia, seguimos jugando. Siempre jugamos, pijo. Y habla de los metrosexuales, del Real Madrid de los Galácticos y de las mechas de David el emigrado de Manchester, y del grunge y del indie. Del jodido indie. Y Michi Panero, y Kate Moss y los hermanos muertos, y los divorcios familiares y posicionarse ante un progenitor mejor que ante una progenitora. Y el empoderamiento y el empotramiento, que son cosas muy distintas. Y más bofetones en forma de preguntas: “¿Por qué muchos no quieren ser bedeles de los tanatorios?”. Y la Universidad como si fuera la luna, y abuelas enterrando hijos, y gente que nace vieja, y eufemismos para las esquelas, y hacer la comunión tarde y madres que se asoman hasta que no te ven. Demasiados asuntos reconocibles, reflexiones sobre minifaldas y escotes y citar a Ledesma Ramos. De todo tiene Feria, y en casi todo te obliga a pensar y repensar.
miércoles, 9 de junio de 2021
The Good Doctor. Cuarta temporada.
¿Dónde está el límite del azúcar diario en un capítulo de The Good Doctor? ¿Y de drama? ¿Y de dolor? ¿Y de puntos suspensivos? En su línea de llegar a la veintena, sigue con su política de estirar, y estirar, y volver a estirar. ¿Es necesario? ¿Están las tramas lo suficientemente acabadas? ¿Queremos dejar cojo o pensar que se puede quedar cojo el buen doctor autista? ¿Y solo? ¿Lo queremos llevar al quebranto de la soledad después de probar las miles de la compañía? Deja interrogantes ( y no solo de sus datos de audiencia) el final de esta cuarta temporada de The Good Doctor, pero siempre estaremos los fieles de ayer (¿convertidos a veces en sus peores detractores?) para ver y criticar, que el limón es ADN de la tierra. O no. Y el Infierno sigue lleno de buenas intenciones.
La costa de los mosquitos. Primera temporada.
Ver el primer capítulo de La costa de los mosquitos fue un soplo de aire fresco en un domingo en el que se llegaron a los 37 grados en mayo en la capital del reino valcarcil, que en su Mar Menor sí que es una costa de mosquitos, fango y todo lo que huele mal. Lucidez no solo taciturna en mitad del caos. La costa de los mosquitos es una ilusión en mitad del caos, principios ante el orden establecido, Napoleón frente al Antiguo Régimen aunque para ello tengas que hacer el mal. O muchos males. ¿A cuánta gente dejó Napoleón por el camino? ¿Qué principios dejó para el futuro? ¿Era simplemente Napoleón un Stalin de su tiempo? ¿Un Hitler? Podemos (ahora que se cumplen 10 años del 15M) hacernos muchas pajas mentales, pero no todos sabemos sacar hielo del fuego. Y precisamente con esa metáfora empieza La costa de los mosquitos, con una máquina de fuego que saca hielo. Nos presentan la casa de un manitas, de un geniecillo loco, con pizarras en el salón, con biodiésel para el coche y con placas solares, pero eso no da para vivir. No. Y un aviso de ejecución hipotecaria en el banco llega en forma de aviso vía postal. Pero el correo de toda la vida. La costa de los mosquitos nos lleva también al pasado de forma recurrente: las cabinas de teléfono, las cartas, las máquinas de escribir. Las llamadas de toda la vida, el recuerdo a una familia que no está pero que sigue en el listín. Y la familia. También nos lleva a preguntarnos qué haríamos por seguir a nuestra familia aún sabiendo que están equivocados. Y dejar atrás todo: una familia rica (la de la mujer del protagonista) y lo que haga falta. También se habla del vínculo en contraposición a una época que para muchos el único vínculo es la red social. ¿Qué es ahora un vínculo? ¿Por qué no nos centramos en lo importante? Aunque hay un reguero de dudas: “Esto parece una secta”, le dice la hija quinceañera al padre que vuelve a mostrarnos aquel rostro incrédulo de The Leftovers. Y más dudas de esos quince años llenos de miedo y rebeldía: “¿Nuca te preguntas si papá es tan inteligente por qué somos tan pobres?”. Vínculos. Y el quebranto de la ley: “La poli es como un perro que no conoces. Puede que sea simpático, pero puede morderte en cualquier momento”. Y empiezan a salir piezas de ese puzzle mental difícil de entender, pero que se va cuadrando poco a poco cuando la matriarca del asunto habla de 9 años y 6 identidades distintas. Difícil ecuación. Complicada ecuación. O no. Y surge la idea de volver a escapar, y un barco, y un vertedero y empezar a huir, de nuevo. Méjico es una decepción y la huida, quizás, una tomadura de pelo necesaria. O no. Hubiera quedado muy bien reducir la historia a cuatro capítulos y no estirar tanto el chicle. Creo yo.
martes, 8 de junio de 2021
Mare of Easttown. Primera temporada.
Hoy es 8, pero sirve el "Hoy es 18/ ella se ha ido/ hace demasiado tiempo..." de Los Planetas recordando a Ian Curtis. También vale eso de "la vida pendiente de un hilo" de esa misma canción. La canción es Desorden, y recuerda a Ian Curtis. Mare of Easttownn es una sucesión de desórdenes y de "esos recuerdos/ parten mi alma". Una jodida sucesión que no tiene fin: pandilla de personas que sufren, que no han superado su dolor, su buscan su lugar en el mundo, que necesitan superar la pérdida, individuos que no saben o no pueden o no quieren aceptar su situación. Aceptar la situación de esas personas que no te quieren, de esas personas que se han olvidado de tí, de tu hijo muerto, de la operación de oído, de los sermones no escuchados, del hermano ausente, del padre que se quitó de enmedio. Y todo eso en una atmósfera de un lugar donde todos son conocidos, parientes, amigos o enemigos, que tienen algo en común o alguna enemistad lejana. O sangre común, o pasados comunes. Y hay baloncesto y hay curas. De todo tiene Mare of Easttown, y escritor que vive del pasado de una obra del Solutrense o de su antiguo esplendor ahora perdido. Y frases, que aunque reconocibles, debemos darle otra vuelta de tuerca o comprar caldo de sopa y ver crecer el moho: "Nuestra idea de Dios nos dice más de nosotros mismos que de Dios", citando al autor, aunque el autor es lo de menos. Desapariciones, obsesiones, canciones de Alanis y "hablar sobre escribir... eso se hace". ¿Pero acaso nuestra vida no es más que hablar de lo leído y visto? Confianza y mentira y canciones de The Killers. Y reflexiones sobre el otro lado de la tarima, donde todavía hay tarima: "La docencia, esa cosa quehaces si no puedes hacer lo que quieres hacer". O no. Dramones al poder.
sábado, 5 de junio de 2021
viernes, 4 de junio de 2021
Todo mentira (siempre y otra vez)
Estaban los gurús (o gurúes, o gurúas... ya me pierdo con el lenguaje [lenguajo, lenguaja] inclusivo) profetizando mucho sobre el fin de los Lakers tras la derrota de esta noche ante los Suns. ¿Profetizar a estas alturas? ¿Más San Pablos si no podemos llegar a Damasco? ¿Cómo pijo llegamos a Siria? En fin... Derrotas y daños colaterales. Tampoco es para tanto. ¿No se acuerda el personal de los años en el desierto en la era post-Shaq? Parece que tampoco se acuerda el personal de los años tras Shaq, tras Kobe, tras Lebron habrá otro. Como decía el hombre de la camisa verde, "siempre hay otra, psicópata". Siempre.
jueves, 3 de junio de 2021
El fin de la fiesta
¿Qué nombres suenan al principio de El fin de la fiesta? Pues Jacques Coucteau, Carmen Calvo, Miguel Ángel Perera e Ignacio Sánchez Mejías. Pero además cuenta Rubén Amón que Carmen Calvo se encuentra con unos compañeros (Sánchez, Ribera, Iglesias cuando era vicepresidente) declaradamente antitaurinos. Escribe RA sobre amenazas ideológicas, culturales y normativas. Ideas preconcebidas, aunque no quede manifiestamente claro en mi entorno (o, directamente, contradictorio). Escribe RA sobre la vinculación del asunto taurino con la derecha ideológica y la España cavernaria. De mi grupo de amistades, creo que solo don Jesús López Moreno (abiertamente marxista) y Don Andrés Serrano Del Toro, se pueden considerar taurinos. Yo únicamente fui con mi padre a algún festejo a La Condomina, la mayoría, novilladas. Me acuerdo de ver en la tele de casa toros con Don José Aljibe Yeti, el cura de mi pueblo, cuando después de comer en el salón ponía los toros antes de coger su Seat 127 blanco y seguir sus andanzas. No puedo situar la balanza. No puedo. También escribe el autor sobre la amenaza normativa, que según RA el Gobierno lleva a cabo respecto al “segundo espectáculo de masas de España”. La deriva cultural lleva a hablar de “razones civilizadoras”, como esas que explico en 4º de ESO cuando hablamos del colonialismo, y del imperialismo, y de la Paz Armada. Bendita sea la Paz Armada. Y, en tiempo no sé si postpandémico o astrazénico o pfizérico, el cuarto rejón del coronavirus que llevó a una “situación crítica” a una serie de personas que van de ganaderos a subalternos y hasta los que venden pipas y Estrellas de Levante junto a La Condomina en la Puerta de Orihuela. Podríamos hablar también de los pasteles de carne no vendidos en el septiembre de 2020, pero se nos va el marco temporal y documento de texto no da para tanto. O sí. Habla RA de los toros como escándalo, porque habla de muerte. El viernes 21 de mayo, cuando empezaba a leer el libro en el bus, recordaba una tutoría en un grupo de difícil desempeño hace unos días en el instituto con los chavales de 13 y 14 años, incluso alguno de 15. Habló la profesora en un taller de adicción a las redes sociales y algunos no sabían de los suicidios de dos alumnos en los dos últimos cursos en el instituto cascalense de la capital de la CARM. No se habla de muerte ni de suicidio ni de enfermedad ni de muchas cosas y asuntos. Está mal visto. Habla el autor de los toros refiriéndose a un “acontecimiento cruento”. Pero también pone en la introducción en las líneas palabras como trascendencia o catarsis, con “la violencia redime la violencia”. También salen a relucir en la cuestión palabras como la estética o la fiesta, la liturgia o el rito. En los cursillos prematrimoniales hablaba en las cumbres de Aledo con el señor cura de los ritos, y tuve alguna controversia con él por el asunto ritual. ¿Estamos preparados para los ritos en la era de Instagram? El autor subraya, supongo que con el boli rojo (a mi que no me gusta subrayar los libros) “la relación entre la tauromaquia y el misterio eucarístico (pagano) que la convoca”. Seda y oro, y “democratización del heroísmo”. ¿Seguro que José Tomas es homérico? Homéricos mis discursos a la pared en 1º de ESO, pero no les hablaré de toros, que con el asunto del pin parental educativo nunca se sabe… Pero vuelvo a El fin de la fiesta, en el que RA incide en la situación de “animalismo sectario y dogmático” que vivimos. Y luego pone en el cóctel (aunque algunas prefieren lo que sale de la licuadora) el “acontecimiento masculino”, la virilidad y la virtud. ¿Virtud? ¿Se puede hablar de virtud en 2021? Pone énfasis RA en la incomodidad que producen los toros porque vivimos en una sociedad “inodora, incolora e insípida” y somos gobernados por tipos, tipas y tipes que llevan el prohibicionismo como bandera (¿podremos comer jamón en 2050?). Incluye también el autor de El fin de la fiesta la “tergiversación” que se hace desde partidos como Vox. Y añade el autor, con razón (o sin ella, no lo sé) que “vincularlos a la derecha es tan ridículo como condenarlos desde la izquierda”. ¿Qué éxito tuvo la ley seca en los distintos países que la pusieron en práctica? Básicamente, la fabricación de matarratas y enfermedades y corrupción y mafia y todo lo demás. Y también en la introducción aparece la palabra clandestinidad. Sí: clandestinidad. Y RA indica el problema, la infantilización de una sociedad hostil. Y acaba la introducción y cita a Juan Belmonte, del que no he leído lo de Chaves Nogales, y del modo en que su banderillero Joaquín Miranda llegó a gobernador civil de la gran Huelva. De ahí pasa a analizar la utilización política de la derecha del asunto de los toros, de Casado a Abascal. Y cuantifica empleos el autor de El fin de la fiesta: 40.000 directos y 160.000 directos si no me falla la memoria. Y a falta de que el partido errejonista se materialice, todavía no hay un partido verde en el Parlamento. ¿Es el negacionismo climático únicamete de dereches? ¿Y el ecologismo de izquierdas? Hace unos días, explicando la perestroika en 4º de ESO dije una de mis frases predilectas: “Todo es mentira”. No sé si fue por decir glasnot a las 2 y 10 de la tarde, o por la mascarilla, pero me salió. Y una alumna, Mónica, me preguntó si era un negacionista. No todo es lo que parece. O sí. Vaya usted a La Condomina y decida. Gallardón hizo un bonito discurso sobre la politización de la justicia cuando llegó a ministro y ahora, como nos recuerda Rubén Amón, se habla de la “politización” de los toros. ¿Pero hay algo que no esté politizado? Escribe el autor en El fin de la fiesta que es simple utilización. Muy simple. Cruza los Pirineos, con Poitiers en el horizonte, y recuerda los datos de la tauromaquia francesa, del show de Arlés, de los números y los nombres. En definitiva, de la industria francesa de la tauromaquia. Pone el autor de EFDLF de los aficionados catalanes que pasan a Francia a disfrutar de la fiesta en un país que los toros son patrimonio cultural inmaterial desde 2011 (y aquí preocupados por el terremoto de Lorca y la NBA). Y explica bien RA el concepto de “excepción cultural”, y esa adhesión sin complejos. Sin complejos. Dan para bastantes ensayos los complejos, antes y despúes del psicoanálisis. También cita a los Nimeños (no los conocía) y el cierre de La Monumental de Barcelona en 2011. Haciendo el Braudel, habría que analizar el tiempo (en cambios, en duración) en estos 10 años. Y daría para más ensayos, y no solo para pensar si mezclamos vacunas después de menos de 700 pruebas. Pero ese es otro cantar de gesta. Y como si un análisis labañístico se tratara, nos cita nombres que nos hielan el té caliente: “...en la reencarnación de una figura de Salzillo con las muñecas rotas”. ¿Qué sería de Murcia sin Salzillo? ¿Qué sería de España sin toros? También nos recuerda el papelón de Montilla, del Parlament y habla de tribunales y sentencias en las que me pierdo. Roca Rey si me suena, alguna vez, alguna entrevista. ¿Jon Idígoras fue novillero? También analiza Rubén Amón el asunto taurino en Vascongadas, y con detalle. Y como les digo a mis alumnos, lean, y aprenderán, y se enterarán de lo que pasó en Zestoa. Y con ese ejemplo, nos lleva el autor al debate sobre los toros, sobre los que están totalmente a favor y los que no. Números, abuso, estadística. O no. Únicamente números. O tampoco. Palabras como prohibición o plebiscito nos chirrían cuando las asociamos en una frase con los toros. Volvemos a la ley seca. ¿Consecuencias? Ejemplos de plebiscitos y chalets muy ilustrativos pone RA. Muy muy ilustrativos. Y como en la facultad me enseñaron poco (o nada) sobre Historia de España, tampoco me sonaba la crónica de un tal Mijail Koltsov, que cita RA, en una corrida el 26 de agosto de 1936 en Las Ventas. Y el Algabeño, y Manolete, y Antoñete, y la Movida madrileña. ¿Quién pijo es el tal Todorov? ¿Alguien? ¿Nadie? ¿Vida inteligente? Escribe el autor sobre los toreros atletas, sobre sus dietas y sus manías, sobre la censura sobre las imágenes taurinas (tampoco sabía lo de YouTube). Vaya berenjenal de hipócritas. Y luego, el desmadre que ocurrió tras los acontecimientos con Víctor Barrio y con Iván Fandiño. ¿En qué nos hemos convertido? La semana pasada, en pleno Ramadán, estando de guardia en el patio, tuve que separar a dos alumnos que seguían el rito. Uno de ellos me dijo que no había matado al otro porque estaba haciendo el Ramadán. Tal que así. No sé si viene a cuento, tiene relación o es la locura. Y, como buen rito, tiene sus mártires y el autor los recuerda: Paquirri, el Espartero, Joselito, Manolete, el Yiyo. En otro extremo del tablero, torres que caen como Lannisters en Juego de Tronos cuando son abucheados y salen escoltados por la policía: Curro Romero, Rafael de Paula, Curro Vázquez. Extremos e interiores, como un Bielsa loco que lanza delanteros en su once en un fútbol fuera de época en Bilbao, Leeds o Marsella. Pero te puede tocar. Resalta Amón: “No hay plaza pequeña ni toro misericorde”. Real como el coronavirus y el asunto de los sanitarios que también compara Amón. Y recurriendo a Braudel, o a Bloch, hay que ver como cambian los tiempos, que los “toreros” eran llamados los cracks del Estudiantes por su Demencia (y justo cuando leo esto y junto estas letras se la jugaban los del Ramiro ante el Burgos que, como el GBC, juega en una plaza de toros, como también lo hicieron el Estudiantes y el Real Madrid tras el incendio del Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid). Siempre recuerdo junio de 2005 cuando el hombre de la camisa verde quiso invitarme a la corrida en la plaza portátil (¿se dice así?) que instalaron en Aljucer en las fiestas del pueblo y no fui porque había un quinto partido entre el Baskonia y el Real Madrid y Herreros se inventó aquel triple y el Real Madrid aquella remontada. Al rato apareció el hombre de la camisa verde, Don Ginés Caballero, y me echó la monserga: “Un psicópata comó tú y no te vienes a ver la sangre y los toros”. Y venía el hombre de la camisa verde, aparte de muy puesto, con miedo en el cuerpo porque el toro decidió saltar la barrera (¿se dice barrera?) y se llevó un buen susto… En fin. Tampoco sabía que Carmena quitó la subvención municipal a la escuela de Tauromaquia. Después analiza RA las contradicciones de Navarra y la vieja Iruña de Miguel Sánchez-Ostiz, comparando a la Policía Foral de Navarra con la de la Moral, ya que el control para ir a correr delante de los toros se les ha ido de las manos en un lugar que, según el autor, ha perdido 100 millones de euros por la suspensión de los sanfermines 2020 por el coronavirus. ¿Qué supondría para Estudiantes bajar a LEB Oro si después de su derrota contra Burgos los chicos de negro de Bilbao ganan (como ganaron) su partido? ¿Desaparición? ¿Habrá plebiscito sobre el cierre de ese equipo antes de cantera y ahora convertido en ONU? ¿Hizo Barea una espantá al más puro estilo Curro Romero? Y luego subraya, ya no sé con que color, las figuras de José Tomas y de Andrés Roca Rey. Y vaya con la experiencia catártica de Gonzalo Caballero. Hay que leerla. Méjico y Sicilia, toros y Hermanos Marx, viajes oceánicos para ocultar miseria. El capítulo sobre el tabú de la muerte es, sin duda, el que más me ha gustado. En el siguiente capítulo, titulado El tótem del toro en la distopía animalista, se analizan las conductas humanas (y antihumanas) en torno a este asunto, buscando las causas de una situación que se lleva al extremo. Y nos recuerda RA algo que nos decía mucho Pumares por las noches después de García, que Disney ha hecho mucho daño. Demasiado. Ahora le digo a mis alumnos el daño que ha hecho Bob Esponja, y Dora la Explorado y de Caillou mejor ni hablar (creo que se escribe así). He visto muchos dibujos animados con mis sobrinos, y te sacas un título superior antipolítico viendo series animadas de todo tipo. Quizás haga falta más Artic Monkeys con la educación de nuestros jóvenes y menos Pocoyó. O no. Vaya usted a saber. ¿De verdad ha recomendado PETA que no utilicemos latiguillos del tipo “aburrirnos como ostras”? Vaya cosas que nos enseña Amón. En el capítulo titulado El trágico malentendido medioambiental da el autor 6 razones de esas que hay que suscribir nada más leerlas. En el siguiente, titulado El misterio y la liturgia en una sociedad secularizada, las comparaciones llegan a la actitud bergogliana al frente de la Santa Sede, a las vestimentas de la nueva política (viva el Carnaval, vivan los lunes de Carnaval). La Iglesia, los ritos, el fútbol. Todo es reconocible y hasta comparable. O no. En El escándalo de la masculinidad hace un repaso a los nombres y hechos de las mujeres que han luchado por hacerse un hueco en el difícil arte de la tauromaquia, con la política siempre (o casi siempre) poniendo piedrecitas por el camino. Hasta de la locura aquella que montó Jesulín en el Magdaleniense en una plaza con mujeres únicamente en las gradas se acuerda Rubén Amón, y de los que no salieron o no pudieron hacerlo del armario con el asunto de los toros. Muy complicado todo, incluso no olvidar la imagen del toro de Osborne como icono contemporáneo. Para acabar, el autor se pregunta: “¿Se acabó la fiesta?”. ¿Realmente se acabó o hay mecenas mejicanos suficientes y valores realmente fuertes para mantenerla en pie o dejarla que muera de forma lamentable? Las agonías largas, como las vocaciones tardías, suelen ser peligrosas. Muy peligrosas. ¿Puede la Fundación Toro de Lidia ejercer un lobby en un país en estado de crisis continua? En definitiva, Rubén Amón hace una buena síntesis de la situación actual de la tauromaquia, de su nubosidad variable en un horizonte de cambio que nos afecta a todos, a los que hace años que no pisamos una plaza nada más que para escuchar conciertos y a los más fervientes seguidores que hay que recuperar pese al miedo a la situación COVID. Un libro con el que reflexionar sobre un problema que no tiene una única solución. Una buena lectura.
miércoles, 2 de junio de 2021
Suscribirse a:
Entradas (Atom)