Sidonie son el ejemplo clásico de un grupo que, con todo por delante, se han ido aburguesando, y han ido de más a menos. De aquella revolución que supusieron, junto a otros como Carrots o Deluxe, ha quedado reducido a algo inclasificable. O tal vez no.
La primera, la edad; la segunda, los ojos; la tercera, el móvil; la cuarta, el color preferido; la quinta, del sordo; la sexta, no sé si alguien la ve; la séptima, no tiene sentido. Coda: ¿De verdad que no somos la segunda opción? Coda 2: Tres minutos, tres segundos.
Anoche tuve la oportunidad de ver la primera parte de Living in material world, el documental de Martin Scorsese sobre la vida de George Harrison. Desde sus inicios, su paso por Alemania, las giras, la influencia de Ravi Shankar, la meditación y todo lo demás. Y, sobre todo, la influencia en la doble firma Lennon-McCartney, desde que hace su primera canción, Don't Bother Me.
Y en esa evolución, pasa de las canciones ñonas de sus primeros discos, a obras mágicas. Demasiados cambios en tan poco tiempo.
Las necesidades varoniles, el ansia materialista, su Mini, sus juegos con el LSD (¿o fue con el dentista?), el Maharishi Yogi y sus barbas, su relación con Patty, sus juergas con Eric Clapton y todo lo demás.
Y la idea de Paul de convertirse en otros individuos con el SPHCB, y el sitar de un lado para otro, siempre presente. Y el Krisna y el japa-mala, y todas esas rarezas.
Menos mal que nos quedan buenos vicios, como recordar a Cale y a Reed, y a muchos otros, porque entre tanta gilipollez zapateril y las que marianadas que nos esperan, estamos condenados a una agonía en un hospital etíope. El penúltimo invento, la última cagada, la del cine de género, "especialmente recomendado para la igualdad de género". De traca.
Así nos luce el pelo en la tierra de Isabel la Católica, en la tierra de Catalina de Aragón, en la tierra de Santa Teresa (bueno, en esto último hay mucho seguidor), en la tierra de Torquemada. Bendito sea el dulcísimo nombre del creador.
Los que seguíamos a don José Perona en sus artículos, sabemos de lo que estamos hablando cuando sale a circular la palabra altivez. Y hoy toca hablar de la altiveza de Gary Speed.
Os debe sobrar media hora. Ya. Obligatorio ver el Informe Robinson en el que hacen un especial sobre el Trinche Carlovich. Tomás Felipe Carlovich, de padre yugoslavo. Hace un rato, ni zorra idea de quién era. Ahora, con sólo escuchar a una pandilla de argentinos hablar de él, lamentando que no exista ni una sola grabación en la que se le viera jugar. ¿Y cómo jugo sólo dos partidos en primera argentina? ¿Seguro qué alguien pudo ser tan bueno? ¿Y con quién lo comparamos? Uff, jodido de contestar, pero hablan de Fernando Redondo y de Juan Román Riquelme. ¿Cómo un tipo así pudo jugar en segunda tanto tiempo? ¿Cómo un tipo así fue boicoteado por Pelé para ir al Cosmos? ¿Cómo no fue a jugar a Francia? ¿Por qué se perdía y no iba a entrenar? ¿La pesca? ¿Las mujeres? ¿Los boliches? Qué se yo, que sabe nadie. Pero también recuerdan Luis Fermoso y sus secuaces la historia del partido que jugó la selección argentina que fue al Mundial del 74 ante una selección con jugadores rosarinos en la que la albiceleste perdió por 3 a 1. Y, la estrella, como no, fue el Trinche Carlovich. Llenaba los campos. Cuenta Valdano que el Loco Bielsa estuvo cuatro años viéndolo. Me lo creo. ¿El mejor 5 de la historia?
Y, lo mejor, antes de que suene Calamaro, cuándo, al final le preguntan qué haría ahora si tuviera 20 años. Y las lágrimas, y todo lo demás... Pero siempre nos queda Calamaro.
No soy individuo de palabras. Ni de argumentos. Soy de imágenes repetidas que se puedan ver una y otra vez, que se puedan leer una y otra vez, quizás por eso no al teatro. Quizás por eso tengo en los altares a The Wire y a los Soprano. Quizás por eso deba poner a The Shield en una primera categoría de series. O tal vez no. Sólo he visto la primera temporada, y las otras dos suman once entre ambas. Quizás sea el tiempo, quizás la edad, quizás otro truco de marketing. Jodido está empezar a hablar de The Shield sin joderla con espoiler del bueno. Y, precisamente, The Shield es una profunda reflexión sobre lo bueno y lo malo, o, mejor dicho, de lo que parece bueno en un momento malo y de lo que parece una cagada en cualquier circunstancia. La dificultad de juzgar. Los hijoputas que andan sueltos. En cualquier trabajo, hace falta un poli bueno y un poli malo. Un cabrón es imprescindible en cualquier trabajo, siempre y cuando no se cumpla el Principio de Peter, que, visto lo visto, vista la Moncloa, visto San Esteban, vista la Glorieta, todos son unos mantas. Pero a lo que iba, se necesita un poli malo. Un cabronazo. Y, en la policía, más que un poli bueno y uno malo, se necesitan muchos polis malos. Mucho cabrón y mucho tipo con inteligencia, pero, sobre todo, personal al que le guste su trabajo, que se apasione con él. Y eso es lo que falta en la mayoría de los trabajos: placer por el trabajo aunque sea desagradable. No hablo de las hermanitas de la caridad que le limpian el culo a impedidos en Etiopía, pero podía hablar. No. Me refiero a la realidad del jodido día a día, porque levantarse de la cama es muy jodido cuando uno tiene sus responsabilidades. Y eso siempre nos lleva a McNulty después de ver The Wire; The Shield también tiene el suyo, Vic Mackey, un cabrón de lomo y lomo, de los que hacen afición, se deja querer pero también tiene su corazoncito, aunque de vez en cuando se llena los bolsillos con dinero ajeno, que la vida es muy cara. Y, desde ese concepto fallido de la interculturalidad (una jodienda de grande como de aquí a Lima), nos encontramos a un latino en la capitanía con sueños de grandeza pero con un pasado demasiado brumoso, nos encontramos a un equipo de asalto con demasiados pájaros en la cabeza, con detectives que hacen su trabajo aunque no se les reconozca, nos encontramos a la intendencia que se patea las calles de Los Ángeles comiéndose toda la mierda posible y nos encontramos con una cantidad de porquería que lo inunda todo. Y dentro de esa porquería, la mayor, la corrupción. No sé que fue antes, si el ladrón o el delito, Judas o Poncio Pilatos. Qué más da, que todo es mentira. Y punto.
Siempre. Siempre ha estado fea. Habrá veces que más vale escupir en el Caspio, pero es lo que toca. Pero si toca venganza, venganza. Y a joder a todos, como tiene que ser.
No hablo de grupos. Hablo del tipo que apoyó a ZP en el Congreso y que ahora va dejando una perla detrás de otra en la campaña electoral. Y, como todo hijo de vecino, desayuna en el Ritz. Coda: ¿Trabajaban más Jordis o más Mohammeds en el campos de Cataluña?
Ahora entiendo el motivo de que Jota la pinche. Ahora lo entiendo todo.
Somos ladrones de juguetes y vamos a por ti . Nos gustan todos y nos queremos divertir. Los Reyes Magos nunca pasan por aquí, estamos hartos de que sólo te los traigan a ti.
Tú tienes trenes, coches , cocinitas y muñecas que andan lloran y hablan. Muchas pistolas, patines y marcianos. Tienes de todo y nunca me das nada a mi.
Somos ladrones de sorpresas que conoces ya y tus juguetes se amontonan cada vez más en tres minutos vamos a acabar y cinco años jugando, ya verás.
Tú tienes trenes, coches , cocinitas y muñecas que andan lloran y hablan. Muchas pistolas, patines y marcianos. Tienes de todo y nunca me das nada a mi.
Aunque, quizás, lo más grave, es que ha cambiado el signficado de algunos verbos como disfrutar. Disfrutar.
Cada mañana te despierta la sensación de que hay alguien gritando a tu lado, pero estás solo en la habitación. Y desayunas leyendo la prensa para saber lo que hay que pensar. Lees tu horóscopo; eres Capricornio. Te entra el pánico y bajas al bar.
Y hay una camarera colombiana, pero ella nunca ha reparado en ti. No lo intentes; regresa a casa. Tal vez te sientas seguro allí.
Pero en la tele dan la muerte violenta de alguien molesto para la sociedad. Y el presentador hace una mueca, abre la boca y solo suena un crac. Abre la boca y solo suena un crac.
Y cae la tarde, y te atreves a volver a salir. Compras pan de Bimbo y dos yogures en el Mercadona de Pumarín. Y oyes voces justo al otro lado; es una fiesta que hay en un café. Te informan de que han desarticulado a la cúpula de la CEOE,
y de que solo habrá un nuevo principio una vez consumado el fin. Y una niña susurra a tu oído que han desahuciado a la familia Botín
y que han cambiado el significado de algunos verbos como “disfrutar”. Y en la calle se hace un gran silencio, pero si escuchas bien oirás un crac. En toda España solo suena un crac. En occidente solo se oye un crac.
Y si esto no es el fin, si esto no es un final, entonces es la bomba que va a estallar. Es una bomba y va a estallar.
(En Avilés solo se oye un crac.) (En Albacete solo se oye un crac.) (En Cudillero solo se oye un crac.) (En Benidorm solo se oye un crac.) (En Calahorra solo se oye un crac.)
Y en la tele dan la muerte lenta de algún experto en el mundo global, y oyes el timbre y al abrir la puerta hay a una multitud haciendo crac. Una multitud haciendo crac. Coda: Y mañana todo va a hacer crac. Coda2: pues eso, cuando te entre el pánico, te vas al bar.
De vez en cuando, el twitter te da sorpresas. Sorpresas de lunes de tarde casi invierno. Ya dentro de nada, nos vendrá la famosa pregunta: ¿mejor los domingos por la tarde o los lunes por la tarde en invierno?
Dudas existenciales, que las llaman. Y todo lo demás.
No sé si será divertido, pero como todavía no le he metido mano a La broma infinita, habrá que hacerlo con El rey pálido, con o sin discurso, con o sin añadidos.
He estado leyendo esta entra sobre Syd Barret y me he acordado del hombre de la camisa verde, que criando malvas está. Pese a que lleva año y pico muerto, nada como recordar nuestras charlas sobre Syd Barret. Yo defendía la obra del grupo con Syd y sus secuaces, lo demás no me interesaba. Y el hombre de la camisa verde siempre me decía que no, psicópata, que no. Y todo lo demás.
El sábado, en el Auditorio, vimos a The New Raemon. Ya domingo, en las calles del reino valcarcil, las niñas los vieron y yo les dije que La Cafetera es muy corta. Y hubo risas.
Coda: y no eran dos cero ocho, era cinco segundos más. Lástima.
¿Quién hará esta música sonar, reflejo de la vanidad, cuando nadie quiera oírnos más?
Hay chicas enormes que al pasar emiten tanta soledad, ¿quién podrá hacerlas reír?
Sólo Sergio y yo conocemos tu interior, ¿por qué estás aquí si no tienes donde ir? Hazte ese favor, compra esta canción, baila para mí, quiero recordarte así, bailando tan feliz.
¿Quién te recibe al regresar después de una gira triunfal con una botella de champán?
Das muy bien en televisión, y Dani ha perdido el tren, allá vamos otra vez.
Sólo Sergio y yo conocemos tu interior, ¿por qué estás aquí si no tienes donde ir? Hazte ese favor, compra esta canción, baila para mí, quiero recordarte así, bailando tan feliz.
Esto es una canción y lo demás son tonterías. Lástima que el cielo les pillara lejos y no tuvieran el éxito merecido. Pero, como casi muchos sábados, toca escucharlos. Panorama.
No es fácil imaginar que todo se acaba. Es muy tarde. Como mucho nos quedan dos o tres libros del Capitán Alatriste, si es que seguimos vivos. 1627. Parece ayer, pero es un siglo después del esplendor del de Gante, del saco de Roma y todo lo demás. El cuarto de los Felipes, un puto florero en mano de validos con demasiados intereses. Demasiados Quevedos que engañan a reyes, demasiados Saavedras Fajardos liándolo todo. Si en España sobran funcionarios en el 2011, en 1627 la mitad deberían estar muertos. También ahora algunos ministros y exministros cuando todo se va al carajo y ya no quedan lágrimas moratinianas que derramar. Este puente, El puente de los asesinos, es un viaje a la todavía no existente Italia del XVII, dividida en estadillos llamados casas de putas. Como ahora, pero sin Berlusconi ni la RAI ni nada de todo lo demás. Italia, como España, no puede cambiar a estas alturas. Demasiadas sotanas, demasiado Milán al norte, demasiada mafia napolitana, demasiada agua veneciana. Y allí nos encontramos al bueno del Capitán Alatriste, y a su secuaz Sebastián Copons, y al rapaz Iñigo Balboa. Y, de nuevo, Gualterio Malatesta. Si hace falta que alguien limpie la mierda de los reyes y los políticos, ese era un soldado español en el XVI y en el XVII. Entre el Mediterráneo y Flandes se comieron marrones. Muchos. Demasiados. Uno tras otro, y Rocroi, morir en Rocroi fue sólo otro paso más. Un jodido 19 de mayo de 1643. Nada como morir en Rocroi, aunque otro gurú moriría mucho más tarde un 18 de mayo. Nuestro Ian Alatriste Curtis particular. Y punto.
Porque muchos han estado ahí con el currículum discutible. Alguno incluso, fue compi en la facultad. Casi nada. Pues eso, que cierren la televisión autonómica ya. Y todas las teles públicas.
Pintxo y Pepito de ternera, para cambiar. Y una jarrita de cerveza, también por variar. Es lo que tiene andar por casa. Y todo lo demás también. Coda: Alguien podría explicarme qué pijo hace la7 dando la Champions, y como en su día dieron la Liga BBVA y todo esa programación que no ve ni el tato. En las vacas gordas nadie se quejaba. No hay nada como estos momentos agónicos. Que la cierren. Que cierren todas las televisiones públicas. Ya.
Hoy nos recuerda Belfast Boy un tema grande del grupo más grande de Albacete. Nada como recordar La Marca de Caín. Coda: pero pase lo que pase, yo soy más de Fuerte.