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jueves, 27 de octubre de 2016
Falcó.
Nada como aprovechar un viernes para hacer una visita a una librería. En este particular, el señor Velasco, Vicente, ya padre de familia, me atendió y me presentó a su padre mientras yo tocaba el ejemplar de Falcó por tierras cartageneras. Está bien ir a las librerías y charlas con sus dueños, y que no todo sean tiendas efnactizadas o esclavizantes dando des y emes. O como se escriba. Y está bien recordar con Falcó que ya no existían clases, ni vagones de tercera clase, gracias a la república. Y ahora, en el desdén rajoyesco, y antes zapateril, tampoco existe la línea ferroviaria entre Granada y Murcia. Con un par. Hemos construido y seguimos pagando aeropuertos peatonales pero hemos despreciado nuestras líneas de trenes insultando a la inteligencia. Pero Falcó recupera al mejor Pérez-Reverte, al de diálogos que cuentan hechos y recuerdan momentos de nuestra historia. Y subraya, con bolígrafo rojo, esas preguntas que solo hacen las mujeres en esos momentos en que se cruzan las miradas. Y, escribe bien, al asegurar que la vida es ese momento entre dos noches. Y hay que aprovecharlo. Sí o sí. Y entre Vélez-Rubio y Vélez-Blanco, siempre hay alguien, siempre hay algo. Siempre. Y siempre hay una cárcel en Murcia de la que acordarse, esa cárcel en la que fusilaron un poquito más tarde al marido de mi tía abuela Carmen Ruiz Bernal. O tal vez, no. Y llegar a Murcia, y comprar El Liberal como antes había comprado El Adelanto en Salamanca. Viva la prensa. Igual que ahora, herida de muerte por otros fascistas, por otros comunistas, por otros cabrones. Y esperar repasando Mundo Gráfico, con una guerra que empezaba y no acababa. Y hablar de milicias, de la Amelia y similares en momentos de tensión. El curso pasado, cuando a los alumnos del Isaac Peral de Cartagena de 1º de la ESO les hablaba del Molinete a muchos les sonaba a música celestial, con lo que había sido y era. En esas estamos, que ni reconocemos la ciudad en la que habitamos, ni su historia, ni su presente. Nada. Páramos entre estándares de aprendizaje evaluables. Y ahora tienen el Mr. Witt pero en guerra tenían El Trianón, El Gato Negro y La Puñalá. Y Los Balcones Azules y el cine Sport (donde casi estuve a punto de ser alojado) y todo lo demás. Y los sustos de la UHP cuando llegaban a las casas, metiendo el miedo en el cuerpo. Y la checa de Adoratrices, y tantos y tantos rincones de Cartagena, calle Gisbert arriba, calle Gisbert abajo. Y pasar de la confianza al desánimo, de la colaboración al odio entre hermanos, entre compañeros, entre amigos, entre camaradas. Todo este berenjenal tiene un objetivo: sacar a José Antonio Primo de Rivera de la cárcel de Alicante. Así. Organizar todo ese tinglado para intentar liberar al engominado de la prisión lucentumina, zona roja por excelencia. Todos sabemos el final de José Antonio, otra víctima de aquella guerra, que no tuvo la suerte de su hermano Miguel, encarcelado en el mismo presidio y que posteriormente fue intercambiado por el hijo del general Miaja. Caprichos de una guerra que todavía es utilizada por los canallas de nuestros políticos. Hace un par de años, cuando tenía alumnos de Bachillerato, preguntaba como debería recordarse dentro de dos décadas la segunda etapa republicana y la guerra civil. Parecía que hablaba de música celestial. Ya nadie habla de estos temas en casa, en familia, en (casi) ningún sitio. No sé que quedará de España en 2031, en 2036, en 2039. Vaya usted a saber. Pero, quede lo que quede, seguro que será instrumentalizado por los mismos que han vaciado la hucha de las pensiones, por los mismos políticos que no pisan la sede de la RAE, por los mismo que nos han jodido y se han reído en nuestras caras y han salido libres de todo pecado y culpa. No es tan distinta la España de 1936, la España de Falcó a la de ahora. Aparte de hacer el imbécil con el móvil, juego idiota de mayores y niños en siglo XXI, siempre hay un mensaje oculto que poder descifrar, siempre un código que reinventar. Ya no hay espías así, o si los hay, están ocupados en sudokus y sopas de letras que ignoramos o que no queremos ver. Ya no se juega al billar bajo el bombardeo, aunque si te sigue vendiendo y delatando el que hasta hace cinco minutos era tu más acérrimo seguidor. Y Alicante, y la partida, y la encerrona, y lo que sabemos e ignoramos, y las cartas marcadas, y el as en la manga, y el desconcierto, y los apretones de manos, y la camaradería, y pensar lo que no debes pensar y hacer lo que debes hacer. Y volver a la realidad, esa falsa realidad, y llegar al 20N, a uno de los 20N, y el desconcierto, y las familias que están por mandar pero no mandan todavía, y la rabia y los combinados en la barra del hotel, y todo lo demás, también. Falcó y lo que parece y luego no es.
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2 comentarios:
Entre dos noches y ninguna siesta y el tiempo de la nada y el algo.
Malditos ptis....
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